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Mujeres ecuatorianas de bajos recursos fabrican con paciencia 600 000 rosarios para los jóvenes que acudan a ver al Papa Benedicto XVI en Madrid en agosto y que serán uno de los recuerdos que se lleven de esa cita religiosa.
Por el momento, 300 000 personas de todo el mundo se han inscrito para la Jornada Mundial de la Juventud en la capital española, en la que la asociación internacional del Apostolado del Rosario en Familia, donará los 600 000 rosarios, con un peso total de 7 toneladas.
Más de 200 mujeres que trabajan para la empresa ecuatoriana Artireli terminan ahora el pedido, que será enviado a Madrid en los próximos meses, dijo su gerente, Luis Espinoza.
Los rosarios, de plástico, son elaborados en una fábrica, mientras que mujeres humildes rematan en sus casas los acabados, como cortar los hilos, verificar que estén cada una de las 59 cuentas y empaquetarlos.
Espinoza explicó que su idea es dar empleo a personas "de pocos recursos" de barrios periféricos de Quito para que no tengan que salir a la ciudad a trabajar y puedan cuidar a su familia.
Este es el caso de Pilar Caiza, habitante del humilde barrio la Joya, quien relató que este empleo le cambió la vida, pues ahora puede ganar dinero al tiempo que "atiende la casa y a los bebés".
Mientras habla, lleva colgada a la espalda a su nieta más pequeña, de sólo unos meses.
Caiza, quien vive en una casa vieja y pequeña, con un patio con gallinas en la parte de atrás, manifestó que sus nietos le ayudan a realizar este trabajo, por lo que para ella más que un empleo es "una distracción" en la que se ocupa mientras "conversa en familia".
Los rosarios se elaboran con un molde en una fábrica y luego se entregan a las jefas de grupo, quienes los reparten entre las trabajadoras a domicilio, los vuelven a recoger, los revisan, los pesan y los ponen en cajas ya listos para ser enviados.
Rosa Celia Herrera tiene a su cargo a cuarenta mujeres, todas ellas de La Joya, un barrio en el sur de Quito, la zona pobre de la ciudad, enclavado en un paraje de gran verdor en la sierra andina.
A Herrera le ayuda su madre, Zoila Reyes, una dicharachera mujer de 96 años con la mente lúcida y siempre dispuesta hacer bromas, que arma las cajas para los rosarios.
"Al principio me costaba, pero un día me senté y me dije que de aquí no me movía hasta que no aprendiera", dijo Reyes, quien ahora es capaz de montar las cajas sin mirar y sin dejar de hablar.
María Lucre Quistipe, otra de las mujeres que elabora rosarios a domicilio, usa un método más rápido para empacar, ideado por su marido: tira a un cono los rosarios, que caen por la parte inferior del cilindro a una bolsa de plástico, que aguanta su hija, en lugar de meterlos directamente uno a uno.
Quistipe se pasa todo el día en su labor junto a su familia, lo que la permite hacer los acabados de 5 000 rosarios en una sola jornada, mientras que al resto de sus compañeras les lleva una semana.
El gerente de Artireli explicó que los rosarios los realizan por encargo y mayoritariamente se exportan al exterior, principalmente a otros países de América, Italia, España y Portugal.
Los rosarios de plástico, como los que enviarán para el encuentro con el Papa en Madrid, son "el producto estrella" y venden más de diez millones al año, según Espinoza.
La empresa también coloca en el mercado cerca de un millón y medio de rosarios de un sin fin de materiales, tan diversos como taua (una semilla), murano (un cristal veneciano), o piedras semipreciosas.
Estos los "hacen cien por cien a mano" para el extranjero unas mujeres que probablemente nunca podrán viajar más allá de Ecuador. (EFE)
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