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Con dos créditos, uno del Mipro y otro del IEPS, la corporación Mushuk Kawsay cambió sus maquinarias y se volvió más productiva. Fotos: Eduardo Flores/Andes.
Quito, 23 mar (Andes).- Su liderazgo le ha servido en kichwa c omo en español, aunque prefiere explicarlo todo en su idioma natal. Ignacia Gualán tiene 53 años y es una de las promotoras de la Corporación Artesanal de Desarrollo Comunitario Mushuk Kawsay (nueva vida en español) que actualmente funciona en Quito.
Teje desde los 9 años y aunque le tocó aprender a la fuerza, esa habilidad se convirtió después en su sustento. Ahora, ocho microempresas conforman la corporación que tiene una trayectoria de más de 15 años y en la que Ignacia ha metido alma, corazón y vida.
“Tuvimos que pelear mucho por conseguir lo que tenemos hasta ahora”, cuenta en kichwa. Hace cinco años decidieron que era hora de formalizar su trabajo. Tocaron varias puertas, que se cerraron repetidamente hasta que el Ministerio de la Productividad acogió sus necesidades.
Un primer crédito de 36.721 dólares abrió el camino. Invirtieron en tela, maquinaria y material para la confección de bordados, así arrancaron con una producción mayor.
En la fábrica se hacen blusas, sacos, cintas y bordados. En la gráfica, Verónica León muestra una de las prendas elaboradas.
Actualmente, su asociación se ubica en el centro de la capital, en las calles Ambato y Mariscal Sucre. Es una casa antigua de altas paredes y sonoras escaleras de madera. Los talleres están distribuidos en las dos plantas. Las salas albergan aún antiguos telares desde los que cuelgan lanas de oveja y multicolores cintas con diseños aborígenes. Las que son hechas a mano cuestan 25 dólares, las fabricadas en telares 12.
Segundo Chela, técnico de la corporación, explicó a Andes que el reto de la organización es “tecnificar y aprovechar el financiamiento” obtenido. “Pasar de lo informal a lo formal es difícil, pero no imposible”, dice.
Ahora acuden a talleres de capacitación, gestión y compras públicas. Concursan con empresas grandes por entregar servicios. Ofrecen mejores precios y calidad.
Tienen servicios de tejido, estampado, serigrafía y costura que se tecnificaron con un segundo crédito a través de Instituto Nacional de Economía Popular y Solidaria (IEPS). Este se dividió en dos desembolsos, el primero fue de más de 39 mil dólares, con el que continuaron la tecnificación, y están a la espera del segundo, de 43 mil.
Ignacia Gualán es una de las promotoras de la corporación que desde hace cinco años inició su cambio a la formalidad.
Para administrar mejor el dinero, los integrantes han creado una caja de ahorros para capitalizar la inversión y obtener microcréditos directamente.
En la fábrica se produce un promedio de 1.200 prendas semanales, entre blusas, sacos, camisetas. También se cosen 100 anacos diarios. El próximo plan es convertirse en un proveedor del Estado. “Eso es lo queremos”, sostiene Chela.
Ignacia se detiene un momento para recordar la lucha pasada. “Al principio se hizo complicado. Doy gracias a Dios y gracias a las instituciones que nos abrieron las puertas”.
Mushuk Kawsay vende sus productos a locales y centros comerciales en el centro y sur de Quito. Las ganancias son repartidas entre todos y esperan tener mejores contratos con el paso del tiempo.
Mushuk Kawsay se encuentra en el centro de Quito, en las calles Ambato y Mariscal Sucre. También se hacen estampados y serigrafía.
Con entrega total cuidan sus máquinas, incluso duermen en la casona para evitar que alguien las sustraiga. Verónica León, secretaria de la corporación e hija de Ignacia, hace las veces de guía y traductora.
Ella estudia Administración de Empresas en la universidad y cree que la tecnificación sí ha cambiado sus vidas. “Ahora estamos más organizados y cada dinero que ingresa lo cuidamos con responsabilidad”.
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