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Claudia Schiess retornó el pasado sábado a su provincia natal, Galápagos, luego de ser coronada, el 17 de marzo anterior, como Miss Ecuador 2011. Los isleños la recibieron de una manera multitudinaria y festiva.
Galápagos. (El Universo).- La figura de una joven alta, de larga cabellera rubia que vestía jeans, zapatos de tacón, blusa blanca, gafas y con un café en mano, entró a las 09:00 al aeropuerto José Joaquín de Olmedo acompañada de dos chicas ataviadas de maletas. De incógnita, entre la multitud, arribó a la terminal aérea Claudia Schiess, Miss Ecuador 2011, para retornar, el pasado sábado, a la isla Santa Cruz, su hogar en la provincia de Galápagos.
Su atractivo saltaba a la vista. Minutos después, más de uno la reconoció. “¿Podría tomarme una foto contigo?”, preguntaba una tímida niña. Luego de ella, algunos dejaron la vergüenza y empezaron a hacer fila para aguardar su turno de fotografiarse con la Miss Ecuador.
Roberta Schiess y Jobeth Ortiz, la prima y una de sus mejores amigas, acompañaban a la soberana en su viaje de retorno a casa. “Sé que me esperan todos allá. Mi papá está como loco. Me dicen que todos me quieren ver. Hay un gran recibimiento”, comentaba Claudia, quien no dejaba de recibir llamadas desde Galápagos para saber cómo marchaba todo.
Los pasajeros extranjeros del vuelo 191 de Tame no comprendían por qué fotografiaban y filmaban a la joven. ¿Quién ser ella?, preguntaban algunos. Es la Miss Ecuador. Es de Galápagos, contestó más de un orgulloso ecuatoriano.
Tras hora y media de vuelo, Claudia descendió del avión y una multitud en el aeropuerto de Baltra comenzó a gritar. Los habitantes se habían agolpado para recibir a su reina. Antes de que ingresara al área de revisión de maletas, las reinas de las islas Santa Cruz, Isabela y San Cristóbal le hicieron una calle de honor. “Bienvenida, Claudia”, dijeron en coro.
Los dibujos de dos niñas, Shania y Shaiel, fueron los primeros obsequios que recibió. “¡Qué viva la reina!”, gritaba Ángel Aguilar, amigo de años de la familia Schiess y que fue a recibirla con un letrero que decía: “¡Te queremos Claudia!”.
Judith Fretz, la madre, lideró el grupo familiar que integraron tíos, primos y amigos. En una esquina de la sala, luciendo una camisa con la foto de la reina y unas gafas para ocultar unas cuantas lágrimas, se dejó ver Jonathan Castro, el novio de la Miss Ecuador. Un día antes, junto a amigos mutuos, viajó desde Guayaquil para colaborar con los preparativos para el homenaje que le esperaba a Bebi, la manera cariñosa como la llaman sus conocidos, y que fue denominada por el alcalde de Santa Cruz, Leopoldo Buchelli, como la Barbie ecuatoriana.
La reina permaneció casi una hora en el aeropuerto de Baltra. La multitud se alejó cuando ella y su comitiva se dirigieron hasta una zona de pequeñas embarcaciones para trasladarse hasta Santa Cruz.
Allá, Claudia se dirigió hasta el hotel Royal Palms. Sus familiares la esperaban en ese lugar, donde recientemente se hospedaron Carlos de Inglaterra y Camila Parker cuando visitaron Galápagos. Ya en la intimidad de su familia, las bromas y las anécdotas no faltaron. Su abuela, Helen Schiess, de 89 años, una de las primeras colonas de las islas, felicitó efusivamente a su nieta, llena de orgullo por el logro alcanzado.
Los habitantes de la localidad, entre tanto, comenzaban a formar grupos en distintos puntos. Pósteres con su foto oficial y globos con los colores de la bandera adornaban las calles.
Mientras la reina conversaba, Eliberto Rodríguez, maquillador, la acicalaba. Un poco retrasada, Claudia salió corriendo hasta la camioneta que la llevaría hasta donde se desarrollaría la caravana. Tomate, como ella llamaba al chofer, hizo alarde de sus dotes de diestro conductor para llevarla a tiempo y sin tropiezos. Luego, la reina, escoltada de la Policía, subió a una camioneta color negro, el vehículo que la transportó por las calles de Puerto Ayora.
Motonetas, bicicletas y camionetas repletas de personas con cámaras fotográficas en mano se ganaron el título de paparazzi por la precisión y sagacidad para acercarse a ella.
“Claudia, Claudia, Claudia”. “Bien, Claudia”. “Buena, colorada, esa es”, gritaban los nativos más arriesgados. La gente de los locales dejó a un lado las ventas para salir a ver a la reina.
Santiago Carrera, amigo de Schiess, y quien conducía el “transporte oficial de la reina”, aseguraba que este recibimiento fue más multitudinario que cuando ganaba la selección ecuatoriana. “Ni el presidente tiene tanta gente”, decían unas primas de la reina.
“Esta corona es un orgullo para todos nosotros. El día de la elección la fiesta acá fue espectacular, todos veían el certamen igual que la final de un partido de fútbol”, dijo Ivonne Torres, directora de desarrollo sostenible del gobierno municipal de Santa Cruz.
El sábado, a un lado quedaron los partidos de fútbol y volley de las canchas locales. Los jugadores, hombres sin camisas, en pantalonetas y transpirados, hicieron calle de honor. La alegría y emoción se transmitió hasta a los turistas extranjeros, quienes luego de preguntar en sus respectivos idiomas por qué tanta algarabía, corrían con sus cámaras para lograr captar un instante de aquella fiesta.
Una hora duró el recorrido que desembocó en una tarima en el malecón de Puerto Ayora, donde la esperó la totalidad de los habitantes, y en donde estaban también sus familiares. La lluvia de papel picado cayó sobre ella cuando apareció en medio de una marejada de personas. Segura de sus palabras y sin nervios, Claudia dijo: “Gracias a todos, gracias por este recibimiento, por su cariño. A mis amigos, a quienes me vieron crecer en estas calles, a todos, no tengo palabras para agradecerles. Esta corona es mi sueño, es así como quiero decirle que no dejen de luchar por sus sueños, hay que luchar hasta conseguirlos”.
El alcalde, antes de dar paso a los artistas que rindieron tributo a la reina, aseguró que este reinado no era solo un triunfo para la belleza local. Era una retribución al esfuerzo de Claudia y era un motivo para volver a sonreír luego del tsunami que los azotó. Uno de los artistas que más emocionaron a Claudia fue Miguel Ángel, un niño no vidente que interpretó canciones de Diego Torres, como Color esperanza. Sin importar el protocolo, Claudia se acercó hasta Miguel Ángel para abrazarlo y agradecerle.
Los artistas coparon la tarima y continuaron con la fiesta. Las personas bailaban, tomaban fotos. Juan Schiess, padre de Claudia, no dejaba de recibir abrazos y felicitaciones por su hija. Él, orgulloso, la esperaba a un costado del escenario junto a su esposa, sus hermanos, sus sobrinos y amigos. Claudia no dejaba de sonreír.
Antes de las diez de la noche, en un momento de euforia del público, la Miss Ecuador aprovechó para, escoltada por la Policía y sus amigos, escurrirse hasta la camioneta, desde la que se despidió diciendo: “Gracias Galápagos, gracias a todos”.
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