Foto Diario El Universo: Lugar donde se volcó La Reina del Camino 24-12-10 |
tenorior@hoy.com.ec | EL HOY
Sin duda, entre las principales causas de muerte en el país están los accidentes de tránsito. Desde hace ya muchos años, nuestra peste camusiana tiene el nombre de muerte en calles y carreteras. Autos pequeños y grandes, transporte de carga. Buses llenos de pasajeros que, religiosamente, como si estuviesen gobernados por principios inevitables, deben acontecer como parte de del rito de la vida y de la muerte, de esta suerte de anticultura instalada en las prácticas cotidianas. Es decir, estos accidentes se han convertido en una suerte de necesidad de lo macabro que alimenta la historia nacional. Cada semana, los periódicos deben publicar en grandes titulares las decenas de muertos junto a las fotos que van a formar parte del álbum sagrado de este país, huérfano de valores y de consistencias pero lleno de enunciados fatuos y de leyes que no sirven sino para el museo de la historia de lo absurdo.
Hace un par de años, la Asamblea promulgó una nueva ley de tránsito en medio de la gran liturgia de los discursos que no cuestan nada porque son vacíos, hueros. Apenas terminaron las últimas palabras de las autoalabanzas, los choferes armaban el escándalo de pitos y sirenas para pedir la abolición de ciertos artículos destinados a ponerlos en vereda. Grupos poderosos, dueños de calles y carreteras, de la vida y de la muerte, hicieron que su sola presencia amenazante obligara a que, presurosos, salieran del interior de Carondelet ciertos personajes que, sin tener autoridad jurídica para ello, sino tan solo poder de hablar, a derogar aquellos artículos de la ley que no convenían a las perversas costumbres de los choferes.
Lo que desde entonces ha acontecido forma parte de ese museo de los imposibles que hacen parte de lo que se podría denominar nuestra identidad nacional. Vergonzante, por supuesto, e hiriente. ¿Acaso no se ve todo los días a los conductores de buses burlarse, con una cara casi diabólica, de las normas de tránsito, como cuando se pasan los semáforos en rojo, cuando rebasan en curva, cuando superan con mucho los límites máximos de velocidad, cuando entran en estúpidas competencias en las calles de las ciudades por un pasajero? Sobre todo, cuando lo hacen ante la presencia indolente, culpable y hasta cínica de policías y vigilantes de tránsito. Cientos de choferes que han acumulado tantas infracciones que, ya hace mucho tiempo, debieron haber abandonado la profesión del volante. Unos con licencias caducadas, otros que ayer no más ocasionaron muertes múltiples y que hoy y mañana seguirán conduciendo como si nada.
Se anunciÓ una nueva ley de tránsito, como se exigen nuevas leyes para otros aspectos de la vida cotidiana, pues se cree que los malestares e infamias sociales se curan con leyes. ¿Por qué estarán represadas cientos de miles de acusaciones contra conductores del transporte público? Seguramente no es por falta de ley, sino por exceso de una ignominia social que afecta muchas de nuestras acciones. Una ley ineficaz y burlada es mucho más perniciosa que la ausencia de ley.
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