***SNN
José Ayala Lasso - jayala@elcomercio.org
En su libro de Memorias (Decition Points), el presidente Bush trata de justificar las decisiones que tomó durante sus ocho años al frente de la Casa Blanca.
Pretende explicar la guerra contra Iraq al decir que tenía pruebas de que ese país poseía armas de destrucción en masa.
Añade: “Nadie pudo sentirse más furioso que yo cuando supe que no existían tales armas”. Palabras son estas de difícil interpretación. ¿Habría sido mejor que existieran?
Pero lo más grave es que Bush reconoce haber autorizado el uso de la tortura en su lucha contra el terrorismo, lo que justifica diciendo que su intención era “salvar vidas y prevenir ataques”. Califica a tan aberrantes prácticas de “legales, morales y eficaces” y argumenta que la CIA le aseguró que el ahogamiento fingido “es duro pero no produce daños permanentes”.
Para Bush, no se aplican las leyes internacionales cuando se aducen razones de “seguridad”. Acepta como válido el argumento de que “el hecho de que una acción se emprenda para prevenir un ataque terrorista, más que con el propósito de humillación o abuso, sería relevante en la determinación de cuan abusiva es dicha acción”.
Todos los estados, inclusive los que no han suscrito la Convención contra la Tortura, de 1984, tienen obligaciones legales fundadas en principios humanitarios y en consideraciones éticas que no pueden soslayar. La Convención define a la tortura como todo acto que procure infligir intencionadamente dolores o sufrimientos graves a una persona, físicos o mentales, para obtener una confesión, castigarla, amenazarla o coaccionarla. La tortura es una de las más aberrantes y primitivas violaciones de los derechos humanos y coloca a sus autores en los más bajos niveles de lo infrahumano.
El New York Times acusó a Bush de “violar los derechos humanos y las libertades civiles, desvirtuar el estado de derecho, desconocer los tratados internacionales y las Convenciones de Ginebra y hacer tabla rasa de principios morales occidentales básicos”. El relator especial de la ONU sobre tortura y Amnesty International han solicitado que se den los pasos necesarios para juzgar al ex Presidente.
En el libro, constan informaciones sobre casos de “detenciones sin defensa legal”, “traslados clandestinos de prisioneros de un país a otro” y métodos de interrogatorio como “la privación del sueño, insultos, amenazas, plantones, drogas y simulacros de asfixia”.
No son pocos los estados que han incurrido en estas prácticas inhumanas y condenables, que son una derivación tan obvia como perversa de quienes aceptan que el fin justifica los medios, bien sean estos la tortura o las guerras preventivas. Y deben llamar a reflexionar a quienes practican la confrontación y predican el odio entre hermanos, como estrategia nefasta para lograr el triunfo de la revolución ciudadana.
Fuente: EL COMERCIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario