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El COMERCIO
La manga del traje de campaña de Luis Silva está cubierta de sangre seca, al igual que su chaleco antibalas. En la cara aún tiene alojados dos proyectiles, pero no se queja. Es boína roja, con los suficientes años en el Ejército para llevar cosido al pecho el parche de ex combatiente del Cenepa.
“Había evacuado a dos compañeros heridos y llevado a un policía a una ambulancia. El Presidente ya había sido sacado a salvo del Hospital y subí a un carro del GEO, cuando vi que un policía disparaba su escopeta frente a mi”, refiere Silva, quien solo dos días antes de la incursión al Hospital de la Policía había terminado un extenuante patrullaje en la frontera, reforzada militarmente en los días en que Colombia bombardeaba puestos de las FARC.
“Al pasar la puerta del Hospital de la Policía escuché un impacto en el parabrisas”, dice el sargento II. “Empecé a sangrar, me llegaron estos perdigones”, continúa y acerca la mano hasta dos marcas negras, que parecen lunares, en el pómulo derecho. Tres días después del rescate del presidente Rafael Correa sigue con el mismo camuflaje, en el campamento montado en el Colegio Militar.
La toma por asalto a la casa de salud fue ordenada en Carondelet. La llamada de alerta fue transmitida desde el Complejo Militar de La Recoleta al comandante de la Fuerza de Tarea 4, general Hegel Peñaherrera, quien tiene su oficina de mando en el cuartel Epiclachima, en el sur de Quito.
Esa mañana, Peñaherrera, también boína roja, se encontraba en un reentrenamiento de paracaidismo, en El Oro. Allí, cerca de las 11:30, recibió un mensaje del general Jorge Peña, para que alistara una ‘orden preparatoria’ (posible acción militar) de rescate del Presidente. La misión fue encomendada a un militar que durante el conflicto del Cenepa comandó a 250 soldados en Tiwintza y ahora participa en la seguridad de la frontera norte: Luis Castro.
“Cerca del mediodía recibí la disposición de preparar a las tropas y realizar una planificación”, dice Castro, comandante de la Brigada de Fuerzas Especiales, con sede en Latacunga.
“A las 13:30 se decretó el estado de excepción. El coronel Castro empezó a hacer su apreciación; las vías terrestres estaban cerradas. El Grupo Especial de Operaciones Ecuador (GEO) se encontraba en una práctica de rescate de avión en Latacunga”, revela Peñaherrera. 200 hombres (boínas rojas) viajaron a Quito en dos helicópteros MI y Súper Puma.
“Los GEO nos trasladamos por tierra”, precisa el segundo comandante de ese grupo de élite, quien pide que su nombre se mantenga en reserva, por el riesgo de su tarea. “Dispuse que todos se concentraran en el Colegio Militar Eloy Alfaro (avs. Orellana y Amazonas, norte de Quito), como había recomendado el comandante Castro en su planificación, porque desde ahí iba a empezar la operación”, dice Peñaherrera.
Antes del anochecer, además de los boínas rojas y los GEO, al Colegio Militar habían llegado 400 efectivos de otras cuatro unidades (ver infografía) jerárquicamente dependientes de Peñaherrera. Castro hizo un sobrevuelo de reconocimiento sobre el Hospital.
En el video, hecho desde un helicóptero Lama del Ejército, se aprecian posiciones de francotiradores policiales, dispuestos en los techos y azoteas de cuatro edificios colindantes a la casa de salud. También se observa a cerca de 1 500 policías insubordinados, entre los patios del Regimiento Quito 1 y el sanatorio.
Al sobrevuelo se sumó un trabajo de Contrainteligencia. Agentes que lograron llegar al hospital determinaron que había policías con fusiles M-16, calibre 5,56, de los grupos de élite, según el parte.
A las 20:30 se inició el rescate. En camiones, por dos rutas, avanzaron el Grupo de Paracaidistas 25, que copó el sur de la casa de salud, y el Grupo Especial de Comandos (150 boínas rojas), que cubrió el norte del primer anillo de seguridad. En medio de una balacera, dieron seguridad exterior. En esa incursión, el soldado Jacinto Cortez fue alcanzado por “un francotirador”. Murió al día siguiente en el hospital del IESS.
Los paracaidistas y los comandos abrieron paso a 36 militares del GEO, especialistas en antiterrorismo, asignados para asaltar el interior del edificio y rescatar al Mandatario del tercer piso. “Llegamos en dos vehículos y forzamos la puerta metálica del hospital que estaba con cadenas. Al avanzar a pie, recibimos un ataque indiscriminado desde el hospital. Nuestro comandante (Vicente Guzmán) iba adelante y recibió fuego real en el brazo izquierdo, cerca a la puerta de cristal. Tuvimos dos heridos más con munición 5,56. Los evacuamos y tuvimos que responder”.
El fuego recrudeció y conforme avanzábamos encontrábamos a gente de la Policía, del GIR y del GOE, que se rendía, dice. “Respetamos su vida”. El oficial repartió al grupo antiterrorista en dos: 24 hombres, el equipo Alfa, subieron por las gradas para dar seguridad a cada piso y 12 hombres, el equipo Beta, avanzaron a Emergencia. “Ahí hubo un contacto con policías. Uno de ellos (del GIR) dijo que estaban para lo mismo. Por la escalera de emergencia alcanzamos rápido la tercera planta”.
“Al llegar nos encontramos con una puerta de aluminio con vidrio catedral. Ingresamos y vimos a policías del GOE y del GIR. 19 GEO llegamos a la habitación del Presidente, siete del equipo Beta y 12 del Alfa; le garantizamos seguridad. Se le puso un chaleco antibalas, un casco y descendimos”.
El plan trazado por Castro disponía una evacuación por la puerta principal. Pero el Grupo Especial de Comandos se enfrentaba a esa hora con francotiradores de la terraza de Medicina Legal (morgue).
El desfogue se ejecutó por las gradas de emergencia, al oeste del hospital. Al llegar a la planta baja hubo disparos, ahí había policías del GIR. “Se apagaron las luces para que no exista un blanco fácil de ser impactado y se le embarcó al Presidente en un Nissan Patrol”. Los policías del GIR se sumaron entonces al operativo y dieron protección exterior al vehículo. “Decían que como eran policías no les iban a disparar”. Pero el cabo Froilán Jiménez fue alcanzado y murió.
Al salir del Hospital, otro vehículo con seguridad del Presidente y del GEO recibió fuego indiscriminado de francotiradores. La comitiva descendió por la av. Mariana de Jesús y tomó la av. América para avanzar a Carondelet.
Castro asegura que una vez que lograron sacar al Presidente “ordené desaferrarnos de la Policía. Ahí es cuando recibo el mayor ataque de ellos. La mayor cantidad de heridos (41 militares) tienen balas por la espalda”.
“Tuvimos 11 GEO heridos”, señala el segundo comandante. “En los dos vehículos en los que ingresamos evacuamos a miembros del Gabinete y asambleístas. Recibimos un fuego indiscriminado, se reventó el vidrio posterior”, dice el oficial, quien sostiene que la subametralladora HK de 9 mm de los GEO causa un menor daño colateral que los fusiles M-16 de 5,56 que “usaban los policías”.
El soldado Jimmy Echeverría, oriundo de El Guabo, recibió una 5,56 en el pecho. En el bolsillo de su chaleco antibalas portaba una alimentadora, que funcionó de escudo. “Este equipo me salvó la vida”, dice y muestra la perforación que dejó esa bala de guerra.
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