domingo, 22 de abril de 2012

Encomendados a sus santos

***SNN





Son los tripulantes de lujo, también del Joselito, del Ginno y del Lucía. Lo serán del B/P Atún Manta, que pronto estará listo para salir en busca de las manchas de barrilete, ojo grande y aleta amarilla.
Un lugar muy especial. El altar es uno de los sitios más importantes del barco, cada marinero reza a diario. Quienes dirigen a Don Mario desde que zarpa del muelle de la Capital Mundial del Atún con 85.000 galones de combustible son los capitanes del cielo: El Sagrado Corazón de Jesús y el Divino Niño.
Antes que los radares, los radios, las computadoras y las redes estén listas, Santa Teresa del Niño Jesús y la Virgen de Fátima ya estaban en el camarote principal, desde donde pasarán a la capilla a recibir los rezos de los marineros.

Lucía Fernández y su hijo Ginno De Genna, que se encarga de todo aquello de la empresa, habían llevado ya las dos primeras imágenes, nuevas, para el altar del atunero que trajeron de Estados Unidos y que acondicionaron con toda la tecnología: camarotes con acondicionadores de aire, cabina de mando amaderada, botes salvavidas, señales de auxilio, binoculares, máquinas para detectar el tamaño de las olas, para saber si hay huracanes, maremotos y una red para atrapar hasta 500 toneladas.


Los hombres de mar se encomiendan a cuanto santo pueden cuando dejan el puerto y se van mar adentro, porque al océano lo respetan. Por eso el Sagrado Corazón de Jesús y el Divino Niño están mirando al mar en la elegante cabina de mando, antes del timón y de los modernos equipos que hacen más efectiva la pesca de túnidos.


Lo hacen a pesar de que en atún "son de los mejores del mundo"; por eso hay ecuatorianos en barcos de Samoa, de Japón y de otras banderas.


Los santos son el complemento de todos esos equipos de navegación y seguridad con que cuenta toda embarcación legal, registrada en la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT), bajo la vigilancia de la Unión Europea y Estados Unidos.


Es por eso que, si un barco con todos estos equipos zozobrara, al instante la empresa armadora, la Autoridad Portuaria y la Capitanía del Puerto lo sabrían: el Spirb, un aparato verde parecido a un radio transmisor, dispararía la alarma.


A esas eventualidades están sujetos los marineros. Lo sabe bien Francisco Sabando Díaz, que comparte el camarote con el segundo mirador, Tony Bailón, con Luis Basurto y Huber Ciche.


Aquellos que pegan o cuelgan fotos cerca de las cabeceras de las camas para mantenerse cerca de sus hijos, esposas y padres, los seres que dejan en tierra esperando su retorno. El viaje más lago de Fernando fue de 72 días, por eso se acostumbró a llamar cada semana por el teléfono satelital a sus dos tesoros: sus hijas Suani y Olga.


Galo Pérez conoce bien los barcos, y a pesar de que está en el muelle pendiente de que las naves salgan bien equipadas, también su familia le reclama tiempo, porque su otra "casa" es el barco. Hace tres años pasó algo inesperado en Don Mario.


Un lance muy grande casi provoca su hundimiento. Los dos capitanes y Francisco eran los últimos a bordo. Fue entonces que al ayudante de máquinas se le ocurrió soltar el cabo de tres pulgadas y media con la pesada carga de atunes que estaba subiendo al barco de 50 metros de eslora (largo), 10,4 de manga (ancho) y que puede navegar a una velocidad de once nudos.


Los avatares del mar se superan en la cocina.

 Las faenas para llenar las catorce bodegas frías con hasta 520 toneladas, pueden tardar 15 días en buena época, o 45 en las malas.


Por eso la cocina tiene un pequeño supermercado donde el marino se trata como un rey: con bufé, aperitivos, parrillada y gallina criolla todos los fines de semana. Por eso, Lucía Fernández dice que "esos chicos son especiales", y se lo merecen.


BUEN APETITO.

Solo para Don Mario se embarcan 230 ítems por viaje para 22 tripulantes, entre marineros pescadores, hombres de máquina, capitán de pesca, patrón de altura, timoneles, jefe de cubierta y técnico de pesca (de la CIAT), sin el cual la pesca no sería legal.


El barco que no esté registrado en la CIAT no puede pescar atún para exportación, pues Ecuador se acoge al régimen de protección de tortugas, delfines y otras especies.


Para ellos, que dejan sus familias en tierra por un tiempo siempre indefinido, Pescadegfer embarcó para el próximo viaje 23 tipos de carnes, entre ellas, chivo, lengua, ubre, hígado, longaniza, lomo fino, lomo ancho, pajarilla, costillas de cerdo. Seis tipos de embutidos, gallinas criollas y pollos, camarón y pescado blanco, naranjas, maracuyá, papaya, sandías, guineo, chicles, fréjol, especies, café, durazno, leche, gelatina, ciruelas pasas.


Iván Chávez, quien le da la sazón al barco, tiene ya dos años allí. Hace de todo, el bufé, los aperitivos, los bocaditos, las empanadas y las tortas para festejar los cumpleaños. El último que festejaron fue el de Francisco.


Hubo pastel y bocaditos para el ayudante de maquinista, que gana 7 dólares por tonelada, que tiene una afiliación al IESS y un seguro internacional con Balboa por 30 mil dólares en caso de muerte accidental, 30.000 por invalidez permanente y 3.000 por gastos médicos.


Para el capitán de Don Mario, como para el de cualquier otra compañía que venda pesca legal de exportación a EE.UU. y Europa, la póliza es de 100 mil en los dos primeros ítems y, para el maquinista, de 50.000.


Él es el encargado de que el buque no tenga ningún problema mecánico y de que la pesca llegue bien congelada.


Aunque todo en el mar depende del Sagrado Corazón de Jesús, del Nazareno, la Guadalupana, del Perpetuo Socorro, de La Inmaculada Concepción, de Monserrate, de Gregorio Hernández y del santo de la pesca: el apóstol Pedro.



Guillermo Lizarzaburo, Manta
Fuente: EXPRESO*


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