miércoles, 11 de abril de 2012

Bosques costeros, amenazados por deforestación y más cultivos

***SNN



La extracción de paja toquilla es otra de las actividades que realizan los pobladores en los bosques de la cordillera costera Chongón Colonche para la elaboración de artesanías.


Pobladores de la parroquia Pedro Pablo Gómez (Jipijapa) conversan con técnicos de Fundación Natura sobre la renovación de cafetales en la cordillera Chongón Colonche.
 
Bajo la sombra de árboles más grandes, los cafetales crecen en el bosque de la cordillera costera Chongón Colonche, que abarca las provincias de Guayas, Santa Elena y Manabí.


Frente a estos cultivos están los sembríos que implican la tala del bosque y la quema de la tierra antes de cada ciclo productivo. Con esta práctica se siembra maíz, melón, sandías, papaya y otros productos.


La propiedad de los convivientes Carlos Rosales y Zoila Carpio es una muestra de lo que pasa ahora. Ambos sembraban maíz en enero pasado en la comuna Colonche (Santa Elena). Usaban químicos para contener el monte que crece en la propiedad ante la falta de dinero para contratar personal que ayude en el desmonte de esta maleza, según Rosales, de 57 años. “Acá ya casi no queda nada de bosque. Los árboles se cortaron para hacer casas y sembríos”, refiere este hombre nacido en Colonche.


En la zona aún hay remanentes de bosque entre las propiedades rurales, pero la mayoría de terrenos se destina a cultivos. Solo las áreas más altas aún tienen vestigios de lo que fue la cordillera costera.


La expansión de las áreas para cultivos es una de las amenazas del bosque seco y húmedo de la cordillera Chongón Colonche, según expresa Elba Fiallo Pantziou, coordinadora del proyecto Enfrentando al cambio climático en la Cordillera Costera, que ejecutan Fundación Natura y el Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno El Niño (Ciifen) en colaboración con The Nature Conservancy (TNC), el Ministerio del Ambiente y con el apoyo económico de la Unión Europea (UE).


Este plan se desarrolla en un área de 120 kilómetros de largo que van desde el noroeste del cantón Guayaquil hasta el sur de Manta, en Manabí. La zona abarca 698.878 hectáreas que incluyen territorios de trece cantones de las provincias de Guayas, Manabí y Santa Elena, en las que hay 25 comunas legalmente constituidas.


Esta área es uno de los últimos refugios del bosque seco y húmedo de la Costa del país, ecosistemas que se caracterizan por la diversidad de flora, mamíferos, aves y un alto nivel de endemismo, según Kennedy Gaibor, ambientalista de Fundación Natura.


Evitar la tala del bosque para expandir los cultivos es uno de los objetivos del proyecto. Con ello se busca disminuir los efectos negativos que podría acarrear el cambio climático en los ecosistemas de la cordillera.





Fiallo cuenta que el proyecto se ejecuta desde febrero del 2011 y tiene una duración de 36 meses. La idea es que los pobladores apliquen prácticas agrícolas consideradas amigables para el medio ambiente, sin el uso de químicos perjudiciales y solo en las áreas que ya están intervenidas.


Uno de los componentes del proyecto es la renovación de cafetales que se ejecuta en la zona sur del cantón Jipijapa (Manabí). Con un mejoramiento de la producción de las zonas destinadas para cultivos, se busca proteger las zonas no intervenidas. “Queremos que exista una relación armoniosa entre los pobladores y el ecosistema. Las áreas destinadas para agricultura deben mantenerse sin expandirlas”, agrega Fiallo.


En la cordillera costera se han identificado áreas con varios niveles de protección como el Parque Nacional Machalilla, los bosques protectores Chongón Colonche, que cubre las zonas altas, y Cerro Blanco, el Refugio de Vida Silvestre Marino Costero Pacoche y el Área Nacional de Recreación Parque El Lago. También las zonas protegidas en territorios privados.


Las prácticas agrícolas y la tala del bosque para aprovechar los árboles maderables han reducido el hectareaje de bosque seco y húmedo en esta zona del país, según un estudio elaborado por el Ciifen.


Fiallo recalca que se analizan los patrones climáticos de los últimos 40 años. Con esta información se ha determinado que existe el riesgo de que los cambios climáticos extremos se incrementen.


“Antes los campesinos sabían cuando llegaban las lluvias, pero con el cambio climático esta información será cada vez más impredecible. Vamos a tener irregularidad en la estación de lluvias. La misma cantidad de lluvias que cae actualmente en el invierno o a lo largo del año caerá en el futuro, pero en un periodo de tiempo más corto, entonces habrá días más seguidos de lluvia y días más largos sin ella, lo que se llama veranillo”, asevera Fiallo.


Ella agrega que los bosques de la cordillera costera actúan como reguladores de las condiciones climáticas. “Si continuamos perdiendo el bosque, perderemos a la par esos servicios ambientales”, dice.


El proyecto incluye la elaboración de un “plan regional de adaptación al cambio climático para la Cordillera Costera” que está en plena ejecución.


Aunque el ritmo de la deforestación se redujo durante la última década, según el estudio del Ciifen, el peligro sigue latente ya que continúa la pérdida de bosque.


Gaibor afirma que un proyecto que ejecutó Fundación Natura con el apoyo del gobierno de Alemania, durante diez años hasta inicios del 2010, ayudó a reducir la deforestación en el bosque protector costero Chongón Colonche.


“Había incentivos. Se pagaba entre $ 0,80 y $ 1,20 por hectárea que las comunidades conservaban. Eran 74 mil hectáreas de 17 comunas que se cuidaban”, dice Gaybor.


Pero la ejecución del programa gubernamental Socio Bosque implicó la suspensión de ese plan en mención. “El problema es que algunas de las comunidades no están en capacidad de ingresar a Socio Bosque porque no tienen sus títulos de propiedad (una exigencia para ingresar). Unas 18 mil hectáreas han logrado entrar en comunidades como Dos Mangas, Las Balsas, Loma Alta”, dice Fiallo.


Otras de las acciones del proyecto sobre el impacto del calentamiento global en la cordillera costera incluye la ejecución de un estudio para establecer la vulnerabilidad de las poblaciones locales ante el cambio climático y el impacto que tendría sobre los recursos hídricos y la biodiversidad de la zona que se analiza.



Fuente: EL UNIVERSO*


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