En el pavimento, camiones cargados con sacos de maíz recorren varias rutas. En el campo, jornaleros (hombres y mujeres) tumban los maizales tras arrancarles las mazorcas.


De fondo, el ruido de las máquinas desgranadoras portátiles y gigantes cosechadoras se mezclan con los gritos de quienes intentan comunicarse entre sí.


“Empezó la locura”, exclamaba Marco Pinto, un tradicional agricultor de Mocache (Los Ríos) que, a sus 62 años, dice ser capaz de evaluar la temporada de cosecha, desde la primera recolección.


“Tenemos buena mazorca, mejores rendimientos...”, decía al tomar un puñado del grano. Lo malo es que los precios no compensan la inversión. Por ese motivo le parece una locura que la gente se haya volcado al campo a recolectar el maíz, ahora. Cree que aún pueden esperar. Y por eso, Pinto recién iniciará la cosecha el próximo mes a desmontar.


Pero otros -la mayoría- prefirieron adelantarse. Ayer, Andrés Ibarra cosechaba el grano en un predio del sector Garza Grande. Fue contratado por USD 10. De amigos conoció que los productores esperaban una buena cosecha y mejor paga en este invierno. “Pero muchos se están quejando”.


El malestar surge porque algunos esperaban recibir un valor cercano al mínimo referencial fijado por el Gobierno: USD 16,50 por el quintal de grano con 13 grados de humedad y 1% de impureza. Pero reciben hasta 8 dólares menos por la alta humedad (30 grados).


Sandra Jaramillo recibió por cada saco USD 9,50 en uno de los centros de acopio de Mocache. Esa fue la valoración realizada por el comercial donde esperaba el pago. ¿De qué nos vale sacar casi 200 quintales por hectárea?, debido a las buenas semillas que compramos, si el precio es bajo, expresaba mientras se apresuraba a hacer pesar dos camionetas cargadas. Años atrás, sin el uso de semillas híbridas, el rendimiento era de 120 quintales.


Según Jaramillo, les informaron que la falta de absorción de cosecha por parte de las industrias impide pagar más por el producto. Incluso, existe el riesgo de que las compras se frenen, por la saturación de bodegas en los acopios.


Pero en un cantón vecino, Ventanas, el problema es más grave, 45 centros de comercialización agremiados interrumpieron sus actividades. “El problema es que con tanto cambio de autorida-des agrícolas no hay un plan de absorción de cosecha al que las industrias puedan acogerse”, según Henry Peña, productor y comerciante.


El agravante, decía, es que un buque con maíz importado llegó esta semana a Trinipuerto, en Guayaquil. “Entonces las industrias están más ocupadas en sacar ese producto”. Por lo poco que compra la industria pagan USD 14 por el quintal de grano seco. Es decir, 2,50 menos que el oficial.


Pero Wilson Hidalgo, gerente de la Asociación Ecuatoriana de Fabricantes de Alimentos Balanceados para Animales (Afaba), dice que el gremio está pagando el precio oficial que fijó el Gobierno. Negó que se esté ofreciendo un menor valor. “El maíz que llega hasta los centros de acopio está siendo pagado a USD 16,50”. Según el industrial se está exigiendo que el maíz no tenga humedad ni esté sucio. El porcentaje mínimo de humedad que Afaba exige es de 13 % y 1% de impurezas.


Además, que la última importación que llegó fue el 14 de marzo. Ese día un buque que venía de Argentina se incendió y se perdieron 6 000 toneladas de maíz.


Ayer en la tarde se realizó una reunión con autoridades para analizar el tema, en Guayaquil.
Pero mientras la discusión avanza en rangos mayores, en el campo los agricultores prefieren continuar con su actividad.


Desde las 06:00, Vicente Vinces dirigía una cuadrilla de 10 obreros. Ellos estaban encargados de la recolección de mazorcas, de su desgrane y transportación al centro de acopio.


Cinco horas después, 300 sacos ya estaban listos para la venta. Nury Ibarra, de 22 años, resaltaba en aquel grupo dominado por hombres. Con jean, camiseta de mangas largas y botas, Nury se lanzaba al hombro cestos con mazorcas para dejarlos a 200 metros del accidentado camino lleno de maizales tumbados. “No tengo problema en trabajar en medio de hombres, hay respeto y gano USD 9 por jornal, que me sirven”, explicaba ante la consulta.


Estas mazorcas eran colocadas en una máquina portátil que se encarga de desgranarlas. “Por cada saco recibiré 10 dólares. Es poco; de paso tuve la mala suerte de que me atacó la cinta roja, un virus que bajó la productividad”.


Aspiraba a obtener 240 quintales por hectárea, pero recolectó 160. Con buenos o malos precios, la cosecha de maíz sembrado en cerca de 200 000 hectáreas continuará de forma escalonada.





Fuente: EL COMERCIO*