lunes, 23 de abril de 2012

Crimen fue por venganza

 
***SNN



Detenidos. El miércoles, en la noche, los ocho imputados en el caso fueron trasladados a la Penitenciaría.


La Fiscalía tiene pistas claras de quién cometió los asesinatos. Una de las víctimas robó a un militar.

Un casquillo 9 milímetros, del lote 8 de la fábrica Santa Bárbara, hallado en la escena del crimen (Chongón), es la pieza clave para descubrir al autor del triple asesinato en el que están imputados ocho militares del Fuerte Huancavilca.


Con un rastreador de metal, Criminalística halló enterrada la vaina de un proyectil, al lado de los cadáveres de Walter Olmedo Tapia, Julio Avilés Buri y Pedro Castro Laje. Los tres fueron encontrados asesinados, en la mañana del domingo 8 de abril, en Chongón.


Los ajusticiaron por la espalda a kilómetros del sitio de su residencia, el sector Monte Lindo, de la precooperativa Sergio Toral 1, en el noroeste de Guayaquil. De allí fueron sacados a la fuerza, a las 18:30 del día anterior, por uniformados encapuchados, que llegaron a bordo de un patrullero con el logotipo de la Corporación de Seguridad Ciudadana de Guayaquil (CSCG).


Los testigos del hecho recuerdan que de la camioneta Dmax blanca, que frenó a raya en medio de la polvorienta y maltrecha calle, bajaron apresurados varios militares para llevarse a Julio Alejandro Avilés Buri, a quien todos en la zona conocían como 'Chibolo' desde antes que llegara a vivir al sector.


Un vecino dijo que el joven, de 22 años, no andaba en buenos pasos. Esa tarde, vestido con una bermuda de franjas azules, camiseta lila de rayas azules y blancas, estaba sentado conversando con Walter Olmedo (23 años), alias 'El Zurdo'. Ambos, con zapatos de lona, acababan de jugar un partido de volei en una cancha improvisada en la calle, a 50 metros de ellos.


Al ver detener a su amigo, Walter intentó correr. No pudo. En cuestión de segundos fue subido al balde de la camioneta que dio vuelta para salir. Pedro Castro Laje (38 años), quien retornaba a su casa tras beber cerveza con unos amigos, se avalanzó al carro, en defensa de sus vecinos. Insultó a los encapuchados; lo subieron a la camioneta, que partió loma abajo.


La noticia de la detención de 'Chibolo', 'El Zurdo' y 'Cucaracha', apodo del albañil, llegó de inmediato a sus familiares. Flor Cepeda, la conviviente del último de los nombrados, salió corriendo para buscar al patrullero que se llevó a su marido, que aquel día había trabajado hasta el mediodía, mientras ella y sus dos hijos, su madre Elena Laje y sus hermanos disfrutaban del feriado, con un paseo a Puerto Hondo (Chongón).


Familiares de los dos jóvenes se unieron a la búsqueda del vehículo que muchos dijeron haber visto saliendo hacia la Perimetral.


En sus respectivas casas Elena y su nuera rezaban para que a Pedro, un hombre trabajador y honrado, lo soltaran pronto. Se organizaron para buscarlo al día siguiente.


En el hogar de Walter, su progenitora María del Carmen Tapia tampoco pudo dormir. Sentía en su pecho la misma angustia que cuando, el 16 de agosto del 2009, le dijeron que su hijo estaba preso por robo. Pasó días en la cárcel.


Bella Buri Botero, la madre de 'Chibolo', recibió la noticia con disgusto. Era la tercera vez que lo aprehendían. La primera fue en noviembre del 2009, por una acusación de violación a una niña de 10 años (el caso llegó hasta el tribunal); la segunda, el 17 de febrero del 2011, por el robo de un celular.


Hasta ese momento, ninguno de los familiares pensó que había algo ilegal y mucho menos que serían asesinados esa misma noche, de espaldas y con disparos a quemarropa, en el lugar donde fueron encontrados al día siguiente.


Una llamada anónima, realizada a las once de la mañana del 8 de abril, al celular de la Unidad de Policía Comunitaria de Chongón, alertaba del triple crimen.


Los tres cadáveres estaban maniatados hacia atrás con cordones blanco y celeste. Según el informe forense, las balas ingresaron por la región occipital (posterior de la cabeza) y le salieron a Olmedo y a Castro, por la ceja izquierda, y a Avilés, por la región parietal.


En el momento del hallazgo de los cuerpos, Elena, su esposo Galicio Candelario, su nuera y sus otros vástagos estaban buscando a Pedro en cuanto lugar le indicaban. El grupo salió antes de las siete de la mañana, con destino a la unidad policial de La Florida. Allí no estaba. Lo buscaron en la Policía Judicial, tampoco lo hallaron. Retornaron al norte y se dividieron en grupos para visitar otros destacamentos y hasta la morgue.


Cerca de las cinco, cansados de tanto andar, Elena y su marido llegaron al Fuerte Militar Huancavilca, porque le dijeron que desde allí salían las camionetas de los operativos. Así era, pero no había reportes de detenidos de esa noche.


Cuando Elena cruzaba la calle, con la funda con galletas y jugo que había cargado todo el día para entregársela a su hijo -pensaba que estaba con hambre- timbró el celular de su esposo. La noticia era que habían encontrado a Pedro.


Ante la insistencia de su marido para que retornara a la casa -porque ya le iban a llevar a su hijo -pensó que estaba vivo- accedió. A partir de ese momento, esperó siete horas para ver a Pedro, en un ataúd, con el rostro amoratado, un pedazo de oreja cercenada y un diente menos. Desde ese momento no ha dejado de llorar y pedir castigo para esos encapuchados que, ocho días después, vio por las noticias que eran militares activos.


El servicio de GPS, instalado en el vehículo por pedido del Municipio de Guayaquil, desde antes que se los entregara a la Policía en 2007, se convirtió en la pista clave para descubrir al patrullero que ese 7 de abril ingresó a la Sergio Toral 1, y después fue a Chongón.


Los imputados en el caso son el subteniente Nicanor Gonzabay Mero, el sargento Luis Naranjo y los cabos primero Julio Cumba, Luis Valdez, Jerson Barragán, Carlos Estupiñán, Daniel Chóez y Óscar Sánchez. "Quiero justicia, que los dejen presos de por vida", dijo Elena el jueves pasado a este Diario, en la casa que su hijo le construyó.


La misma sanción pide Bella Buri, madre de Chibolo, indignada por los comentarios de los familiares de los presos. "Dicen que no los querían matar, que se les pasó la mano, que eran delincuentes. Y si así fuera, nadie tenía derecho a quitarles la vida".


La Fiscalía intenta descubrir quién fue el autor de los disparos, los cómplices y los encubridores dentro del grupo de los ocho uniformados sospechosos que, el miércoles pasado, fueron trasladados a la Penitenciaría del Litoral.


Hasta ahora, todos han asegurado que son inocentes, que aquella tarde del 7 de abril, feriado de Semana Santa, todos salieron a las 16:00 del Fuerte Huancavilca, que estuvieron juntos, que jamás fueron a la precooperativa Sergio Toral, que comieron en el Dolarazo de la cooperativa Juan Montalvo y que patrullaron con otros tres vehículos, uno de ellos de la Comisión de Tránsito del Ecuador, siguiendo el recorrido asignado.


Cayeron en contradicciones. Unos dijeron que usaron pasamontañas y otros que no, que patrullaron por Sauces y Guayacanes, a pesar de ser sitios muy distantes del área asignada, que fue: la Perimetral y la av. Francisco de Orellana, pasando el redondel hacia el oeste, Los Manguitos, Paquisha, Vilcabamba y Pie de Lucha, el Paraíso de la Flor y La Prosperina.


Sus versiones fueron desmentidas por el único agente de la Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE) que participó en el operativo, que jamás vio al patrullero CO-2-006 en el grupo de patrullaje que lo integraron dos vehículos de la Corporación, con 8 militares cada uno, más el de él con 4 uniformados.


Los tres vehículos, con 21 hombres, salieron juntos desde el Fuert Huancavilca hacia Pascuales. Dentro quedaron otros dos vehículos, uno de ellos al mando del subteniente Gonzabay que, según el GPS, fue el que entró a la Sergio Toral a buscar a 'Chibolo' y su cómplice. La hipótesis es que el joven y un compinche asaltaron a uno de los militares imputados, que quiso vengarse. Con la bala y el examen a las armas intentarán saber quién fue.


Fuente: EXPRESO*




 

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