lunes, 7 de febrero de 2011

Toros y gallos en la consulta

***SNN

José Mario Ruiz Navas
jmruizn@easynet.net.ec

Unos jóvenes no se ponían de acuerdo en cómo escribir abeja. Unos querían escribirla con b; otros pretendían acaloradamente escribirla con v. “Demócratas” todos, decidieron resolver este problema ortográfico por votación. Mientras organizaban el tribunal electoral, un votante propuso resolver la duda con un diccionario. No siempre el voto de la mayoría es acertado. Todos estamos de acuerdo en confiar al cirujano las operaciones de corazón y en esperar de todos solo el aporte que esté a su alcance.


La democracia hace al pueblo más sensato, más responsable y creativo en la medida en que le facilita conocer lo que elige y las consecuencias de su elección.


Toca a los juristas despejar las dudas que se están planteando acerca del contenido e implicaciones de las preguntas de la consulta-referéndum. Yo invito a reflexionar acerca de la pregunta, que parece inofensiva o diversiva, la de pelea de gallos y de corrida de toros. A riesgo de llevar el tema a un contexto risible, preguntémonos: ¿Tenemos derecho los humanos de matar toros para alimentarnos con su carne? Al nombrar a los toros, pienso también en las ovejas, en los “patos de toda fiesta”, en las gallinas de “pata amarilla”.


La persona humana es parte de la naturaleza; la Biblia expresa esta verdad con una imagen: el hombre formado con limo de la tierra. La Biblia al mismo tiempo presenta al hombre como señor de la creación. Después de crear a los animales, Dios dijo: “Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales…”. “Miren, a ustedes les doy todas las plantas”. En la cultura hebrea el padre pone nombre a su hijo, el dueño pone nombre a los animales. Dios, después de crear, llevó a las aves y animales al hombre, para que este ejerza su señorío, poniéndoles nombre (Génesis, 2-7 y 20-9).


El hombre es parte, pero calificada de la naturaleza.


Con imágenes la Biblia confirma lo que nos dice la razón: el hombre es miembro solidario de toda la naturaleza, libre, creativo, responsable consigo mismo y responsable de la convivencia de los diversos seres. El hombre es al mismo tiempo hijo y señor no solo de la “Pacha Mama” sino también de soles y galaxias. La Biblia a lo largo de sus 72 libros ha ido precisando que ser señor es ser servidor. Tiene derecho a usar, pero no a abusar de la naturaleza.


El hombre, si se encierra en su yo, en su hoy y en su aquí, corrompe su señorío, destruye la naturaleza; entonces defiende a los animales y descuida la vida humana; pues esta le exige esfuerzo.


He leído con atención el discurso del economista Alberto Acosta, entonces presidente de la Asamblea Constituyente, acerca de los derechos de la naturaleza. El afirmar que naturaleza es sujeto de derecho plantea preguntas: ¿Frente a quién tiene derechos la naturaleza? ¿Qué obligaciones tiene la naturaleza y frente a quién? La reflexión nos guiará a responder que frente al hombre.

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