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Foto: Wendy Massuh / Expreso
Playa. En Canoa es posible realizar diversas actividades deportivas como el surf. El sitio es punto de encuentro de extranjeros procedentes de Europa y Estados Unidos, principalmente.
Este ecosistema, ubicado entre Bahía de Caráquez y San Vicente, en la provincia de Manabí, aloja en su interior una de las más grandes colonias de aves fragata del Pacífico sudamericano.
Por estudios realizados en las diferentes temporadas, han sido identificadas más de sesenta especies de aves nativas, migratorias y congregatorias, según destaca el gobierno Provincial. De ahí que llegar a este punto es como degustar un manjar para los paladares de los ornitólogos.
En las entrañas tibias de El Corazón, es posible caminar por un sendero de 250 metros de extensión y respirar un universo de microorganismos y moluscos, mientras se admiran los diversos mangles (rojo, negro, blanco y rojo-concha) que lo custodian.
Otra parada obligada para el visitante es la isla de Los Pájaros o de las Fragatas, en honor a esta especie cuyos miembros se alborotan para dar la bienvenida a turistas y nativos. Ese pequeño edén es el boleto para aquellos aventureros con el hábito de practicar el Bird watching (observación de aves).
Pero hay más. Canoa, otro punto de la amplia geografía manabita que por esta temporada se promociona como destino ecológico, agrupa unos 350 kilómetros de playas, desde Ayampe (al sur) hasta Pedernales (al norte). Allí se dan cita deportistas acuáticos que buscan surfear olas sinuosas, realizar parapente o esquí acuático. Los hay quienes prefieren escuchar aquel mar turquesa o sumergirse en sus cálidas aguas.
Observar la caída del sol o el paisaje paradisiaco complementa el menú de los huéspedes. “Me gusta Manabí porque es cálida y serena”, dice Patricia Benítez, una quiteña que aprovecha sus vacaciones para relajarse, como cada año, en las playas de esta provincia.
La seguridad es otra razón para acampar en aquella costa tropical, donde el visitante accede a un abanico culinario, cuya fama ha cruzado fronteras por su exquisitez y diversidad. “Tenemos una gastronomía abundante y sabrosa que ha posicionado a la provincia”, en el mapa gastronómico, dice el prefecto Mariano Zambrano.
Por la mañana, los desayunos manabitas se distinguen por su fritada. ¿Cómo se presenta? Una hoja de plátano se extiende sobre una mesa larga a la que visten con una sábana de chifles. Sobre ella se esparcen cocinados la carne de cerdo, pollo y res, además de maduros cocidos con canela y bollos de verde acompañados con carne porcina. Se lo degusta con un café recién pasado, dice el concejal Manuel Solórzano, desde su rancho La Ilusión, en el recinto Agua Fría, que pertenece a la parroquia Canoa.
La provincia manabita, que reposa sobre algo más de 18 mil kilómetros cuadrados de superficie, en el corazón de Ecuador y en el centro de mundo, ofrece además de sus playas saladas, como Bahía de Caráquez, San Vicente, Punta Palmar y Briceño, balnearios de agua dulce, como el de Santa Ana o Chone.
En Santa Ana, a 20 kilómetros de la capital manabita, Portoviejo, los visitantes pueden rentar cabañas artesanales a un precio promedio de 20 dólares por día con capacidad para cuatro personas. Ahí los inquilinos pueden cruzar el río, desde una tarabita o lanzarse desde puentes artesanales hechos de caña.
Los rodeos montubios, las artesanías y las galleras, donde se realizan ferias en octubre, son parte del atractivo de Chone, así como de Portoviejo, que ha mejorado su infraestructura y servicios básicos.
El puente más largo de Ecuador, con dos kilómetros de extensión, el de Bahía-San Vicente, inaugurado en octubre pasado, es uno de los últimos atractivos. Las autoridades esperan que las obras públicas continúen para estimular el turismo que ya empieza a mover su economía.
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