Como dirán los beneficiarios del programa Manuela Espejo: Si esto es “populismo” y se acordaron de que existimos, sigamos nomás por ese camino.
Alfredo Vera
Han sido los medios de comunicación privados, cada vez más desembozadamente activistas políticos con prácticas politiqueras, los que se toman la libertad de calificar a los grupos y dirigentes de organizaciones antagónicas a su poder, y endilgarles la calidad de ideológicos o de populistas, según simpatías o antipatías, en función de sus intereses, generalmente económicos.
En Estados Unidos la extrema derecha califica de populistas a Obama e Hillary Clinton, por promocionar un poco más de atención, sobre todo en salud, a los sectores populares y marginales que habitan ese gigante país.
La derecha latinoamericana, propietaria del 99% de los medios privados, califica de populistas a los gobiernos que ensayan proyectos de redistribución de la riqueza, frenando en algo el predominio de sus intereses.
Los mismos que aplaudían la proclama del supuesto fin de las ideologías son los que ahora reclaman por una presunta falta de identidad ideológica.
Los enciclopedistas admiten la existencia de un populismo vacío de identidad ideológica que practica la demagogia, a diferencia de una conducta en la que se privilegia al pueblo antes que a las oligarquías peluconas.
La ideología no se queda solo en el cerebro y en el pensamiento, sino que se traslada a la práctica de la acción humana.
La primera disyuntiva de base ideológica se define cuando se está a favor o en contra del predominio del capital (capitalismo) frente a la rebelión en contra de ese predominio, a fin de privilegiar al ser humano por encima del capital y del comercio (socialismo).
El capitalismo extiende su ideología al predominio del país más poderoso de ese régimen (los Estados Unidos) sobre los otros pueblos del mundo.
Rebelarse en contra de ese determinismo empieza a otorgar una ideología a quien la practica. Un ejemplo: terminar con la base militar de Manta requiere una decisión ideológica y una valentía política que identifica a quien toma esa decisión por encima de los riesgos, en este caso, el Presidente de la Revolución Ciudadana. Eso no lo hace quien practica el populismo negativo.
Decidir privilegiar los presupuestos de la salud y la educación y promover la protección de los sectores marginales de una sociedad excluyente y por siglos explotadora, requiere también una decisión ideológica, alimentada por la teología a favor de los pobres, mucho de fortaleza política y de confianza en el apoyo de un pueblo que sí sabe distinguir a sus benefactores de sus opresores.
Categorizar el valor de la ciencia, de la cultura y de la búsqueda del buen vivir es otra convicción ideológica que no tiene raíces demagógicas porque se sustenta en el afán de asegurar un futuro promisorio para la sociedad y no la inmediatez de un voto para las próximas elecciones.
Como dirán los beneficiarios del programa Manuela Espejo: Si esto es “populismo” y se acordaron de que existimos, sigamos nomás por ese camino.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
En Estados Unidos la extrema derecha califica de populistas a Obama e Hillary Clinton, por promocionar un poco más de atención, sobre todo en salud, a los sectores populares y marginales que habitan ese gigante país.
La derecha latinoamericana, propietaria del 99% de los medios privados, califica de populistas a los gobiernos que ensayan proyectos de redistribución de la riqueza, frenando en algo el predominio de sus intereses.
Los mismos que aplaudían la proclama del supuesto fin de las ideologías son los que ahora reclaman por una presunta falta de identidad ideológica.
Los enciclopedistas admiten la existencia de un populismo vacío de identidad ideológica que practica la demagogia, a diferencia de una conducta en la que se privilegia al pueblo antes que a las oligarquías peluconas.
La ideología no se queda solo en el cerebro y en el pensamiento, sino que se traslada a la práctica de la acción humana.
La primera disyuntiva de base ideológica se define cuando se está a favor o en contra del predominio del capital (capitalismo) frente a la rebelión en contra de ese predominio, a fin de privilegiar al ser humano por encima del capital y del comercio (socialismo).
El capitalismo extiende su ideología al predominio del país más poderoso de ese régimen (los Estados Unidos) sobre los otros pueblos del mundo.
Rebelarse en contra de ese determinismo empieza a otorgar una ideología a quien la practica. Un ejemplo: terminar con la base militar de Manta requiere una decisión ideológica y una valentía política que identifica a quien toma esa decisión por encima de los riesgos, en este caso, el Presidente de la Revolución Ciudadana. Eso no lo hace quien practica el populismo negativo.
Decidir privilegiar los presupuestos de la salud y la educación y promover la protección de los sectores marginales de una sociedad excluyente y por siglos explotadora, requiere también una decisión ideológica, alimentada por la teología a favor de los pobres, mucho de fortaleza política y de confianza en el apoyo de un pueblo que sí sabe distinguir a sus benefactores de sus opresores.
Categorizar el valor de la ciencia, de la cultura y de la búsqueda del buen vivir es otra convicción ideológica que no tiene raíces demagógicas porque se sustenta en el afán de asegurar un futuro promisorio para la sociedad y no la inmediatez de un voto para las próximas elecciones.
Como dirán los beneficiarios del programa Manuela Espejo: Si esto es “populismo” y se acordaron de que existimos, sigamos nomás por ese camino.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
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