Espinosa apunta que figuras como los presidentes Rafael Correa, de Ecuador; Hugo Chávez, de Venezuela, y Cristina de Kirchner, de Argentina, “politizan a la sociedad más allá de lo habitual”.


Según Espinosa, el impacto que originan no tiene que ver con el número de veces en que aparecen en público o en los medios de comunicación. Es su estilo el que despierta una posición apasionada a favor o en contra.


Algo parecido provocaba otro ex Mandatario, el socialcristiano León Febres Cordero.


Recalde señala que el síntoma más evidente del nivel de politización que vive la población es lo que ocurre en las familias frente a la imagen del Presidente.


Aunque se hable mucho en relación con la polarización del país, ella insiste en que la gente no va más allá de comentar sus acciones o sus discursos. No identifica a grupos que se organicen o participen en torno a posturas encontradas.


“Es un diálogo más cotidiano, tal vez más acentuado del que solía haber en el país alrededor del quehacer político”, reflexiona. E identifica en el presidente Correa una figura preponderante, que fija agendas y que podría influir en el ánimo de la población.


Recalde explica que el tipo de liderazgo del presidente Correa no pasa desapercibido y genera adhesiones emocionales siempre intensas, positivas o negativas.


Despierta amor u odio, por así decirlo. Por eso cree que hay un gran grupo de los entrevistados que dice no sentirse correísta ni anticorreísta, porque eso tiene una carga más fuerte, significa seguir o militar fielmente por un liderazgo o exactamente lo contrario.


Espinosa considera que las discusiones familiares entre correístas o anticorreístas dan lugar a un diálogo de sordos.


En ellas ninguna de las partes escucha a la otra. Los unos están tan dispuestos a defender su punto de vista como los otros a atacar el del interlocutor. Por eso considera que en las próximas elecciones, de febrero del 2013, quienes definirán son los ciudadanos que no han tomado una posición extrema.


En sus encuestas, el 31% se define como correísta, y el 22, anticorreísta. Mientras que el 44% no se siente de un lado u otro.

Recalde asegura que por su estilo de comunicación, el presidente Correa tiende a poblar el espacio mediático. “Tiene tan alto perfil y presencia mediática que es inevitable que brinde elementos para que la gente se exprese sobre él.


No solo está en los medios de lunes a viernes sino que tiene el larguísimo espacio de los sábados en los que da mucho material. La gente o lo quiere mucho o no lo quiere para nada”.

 
 


Fuente: EL COMERCIO*