Son hombres y mujeres de más de 50 años. Varios visten una prenda verde, llevan banderas o boinas con la frase “Comandos País” o camisetas del Ministerio de Turismo, con el logo “Ecuador ama la vida”. Algunos juntan las dos manos, en posición de rezo, mientras observan a su líder: Rafael Correa.


Como todos los lunes, entre las10:30 y las 12:00, al menos la mitad de la Plaza de la Independencia se vuelve territorio de militantes del movimiento Alianza País. Asisten al cambio de guardia de la escolta presidencial.


Justo frente al Palacio de Carondelet se van ubicando los seguidores del Presidente de la República. La mayoría, sin darse cuenta, traza una línea imaginaria que divide no solo ese espacio sino uno más privado: el de su familia, entre correístas y no correístas.


En el país no existen estudios concluyentes sobre qué porcentaje de las familias ecuatorianas perciben esta suerte de polarización política ni en qué ciudades se produce este fenómeno con más fuerza. Los datos más empírico salen de dos encuestas donde las personas consultadas hablan de su militancia.


“No sé qué le ves al Rafael Correa. ¿Cómo puedes apoyarle? No ves que ha dividido a los indios”.


Así enfrentan Nela Ulcuango y Mercedes, de 60 y 55 años, a su hermana Teresa Margarita, de 46. Ella les responde riendo: “No les veo divididos, están enteritos”.


Eso suele ocurrir cuando va a Pesillo, Cayambe, en el ‘chaupipunlla’ (almuerzo). Teresa vive en Quito y tiene dos hijas de 24 y 25 años y un hijo de 9. “Casi siempre les gano yo. A veces nos disgustamos”, admite.


La última vez que perdió un round doméstico fue por las pruebas de ingreso a la universidad, uno de los cambios que trae la ley de Educación Superior.
 
  
“Ahora tenemos que estudiar al gusto del Presidente. Cómo es posible que a tu sobrino, que quería estudiar periodismo, le hayan dicho que sirve para abogado”. Eso le reclamó su hermana Nela.
Teresa asume con normalidad esos debates.


Ninguna familia puede tener igual ideología -acota-. Y reitera que sus hermanas aceptan que Rafael Correa es el presidente de los 14 millones de ecuatorianos. “Así no les guste”.
 
 
La mujer es hija de Neptalí Ulcuango, de 93 años, fundador de la Federación Ecuatoriana de Indios, la semilla de la Ecuarunari.
 
 
Su padre le ha contado que Alberto Acosta, candidato de la opositora Coordinadora de las Izquierdas, es su amigo personal. “Está enfermo, Alberto lo visitó recién. Lo sacan del páramo, le toman fotos, pero ya no está con Pachakutik”.
 
 
Con su blusa blanca, de amplias mangas, y una falda lila de pliegues, se la distingue en la plaza. Es ama de casa, pero al responder por qué es correísta, parece activista. Enumera: hermosas carreteras, educación, oportunidades para otavaleños, saraguros y amazónicos, que hoy son diplomáticos... “La inversión en salud hace que dé gusto enfermarse”.
 
 
Cerca de ella se mueve Eva Valdospinos, de 76 años. Reparte volantes en los que se lee: ¿Santo, Galo Lara? Alrededor de una caricatura del legislador del PSP aparecen estas frases: “Esposa triple asesina, vota por Lucio”, etc.
 
 
“Cómo ha ayudado a los inválidos. Nunca en la vida se vio eso”, comenta Eva. Ella tiene cuatro hijos, dos no son correístas: Marco y Rubén Zapata. Este último relata que toda su familia hizo campaña para que Correa ganara la Presidencia. “Estamos conscientes de que ha hecho obras, pero no me gusta el autoritarismo”.
 
 
A él, conductor de transporte escolar, además le incomoda la forma en que se han tratado desde el Gobierno casos como Cofiec y la narcovalija diplomática.
 
 
Al principio todos eran una especie de hinchas del enlace sabatino, según dice. Pero no le gustan las burlas y el autoritarismo con que se lleva el espacio.
 
 
Con Rubén coincide un profesor de cultura física, que redondea ingresos como taxista y que solicita que su nombre no sea publicado. A veces pelea con su esposa y le pide dejar de oír los enlaces, ya que luego él lo critica, ella lo defiende y empieza una discusión.
 
 
Algo parecido ocurre con otra pareja de profesionales. Él quiere que sus niños aprendan sobre la revolución, los lleva a ver películas sobre Eloy Alfaro y a las concentraciones de Alianza País. Y eso a su mujer le disgusta.
 
 
En la Plaza de la Independencia, mientras trata de tomarle fotos con un celular al Presidente, una señora de 40 años suspira. Sonríe y dice que es guapo. Que su marido no lo quiere porque le gustaba ir a jugar en los casinos, cerrados por el Régimen.
Correístas organizados
 
 
El presidente Correa dirige su mirada al público desde el balcón. Los saluda agitando la mano y lanzando besos volados a los niños o jóvenes de planteles como Federico Gauss, República de Alemania, José de Antepara, que en las últimas semanas han estado en los cambios de guardia.
 
 
En el lugar está Rafael Yambay, del grupo Pensamiento Libre, que se junta los miércoles, a las 17:00, en una sala de la Secretaría de Pueblos. Los domingos, de 15:00 a 18:30, en la plaza hablan sobre la revolución ciudadana. Los sábados, algunos de sus integrantes hacen frente a los anticorreístas que llegan por la calle Chile, para pronunciarse.
 
 
En la plaza también está Yolanda Terán, de 61 años, integra el Colectivo 30S Libertarias, que acude a todos los enlaces. Igual la gente de Guardianas de la Democracia, que canta: “Mi garganta no es de lata/ ni hechura de carpintero/. Pero para el Presidente/ como si fuera de acero/”.
 
 
 
Punto de Vista
Fander Falconí / Titular Senplades


‘No existe ninguna polarización en Ecuador’

No considero que se deba hablar de polarización en la sociedad y en las familias ecuatorianas. Ello supondría admitir la existencia de un grave conflicto entre dos sectores enfrentados desde posiciones radicalmente opuestas, que estarían al borde de una confrontación explosiva.
Parto más bien de una visión positiva y constructiva de las cosas, y elijo la esperanza en vez del miedo que puede paralizarnos.

 
 
En el Ecuador, la población se está sumando y uniendo alrededor de un proyecto político de cambio real que es la Revolución Ciudadana. Esto por los resultados objetivos que ha tenido la gestión del Gobierno. Las ideas distintas no implican la construcción de ningún muro físico. Los muros son más bien de carácter mental, son muros ideológicos.
 



Fuente: EL COMERCIO*