domingo, 14 de octubre de 2012

¡La Concordia tiene monumento!

***SNN




 

Contemplamos, con estupor, cómo un monumento divide a un pueblo dividido que, paradójicamente, tiene un nombre que invita a la unidad: La Concordia.



Por: Francisco Febres Cordero

La Concordia ha sobrevivido en medio de la discordia de sus límites y de su pertenencia: si a Pichincha, primero, y luego a Santo Domingo de los Tsáchilas, o a Esmeraldas. En esa encarnizada y larga lucha se han producido feroces refriegas a palos, trompadas y bala y, en lugar de guayacanes, han florecido la desunión, la ira, el rencor. La Concordia ha resultado un ejemplo de la manera en que los intereses políticos más siniestros priman sobre los sueños de bienestar y de progreso. En esa batalla fratricida, el grito estentóreo ha logrado acallar la tragedia de una población sin agua potable, sin alcantarillado, sin pavimentación, sin un trazado que intentara poner cierto orden a un crecimiento urbano desenfrenado, loco.

La Concordia, como tantas otras de nuestras poblaciones, fue creciendo sin dios ni ley, sin orden ni concierto, al vaivén de las imposiciones de los caciques locales y sus incesantes promesas que, obviamente, quedaban escritas en el viento y eran borradas por los inclementes aguaceros de una realidad que inundaba la topografía con basura y excrementos.


La Concordia, necesitándolo todo, ahora tiene en su plaza central un monumento que, más que un objeto colocado para ornamentar un ámbito público, constituye un homenaje al dispendio y a la sinrazón. Lo prioritario, lo urgente, ha cedido paso a lo superfluo, a lo que supuestamente engalana con materiales modernos las calles mal trazadas en medio del lodo, las aceras rotas, los desechos pestíferos que contaminan los pozos de donde el hombre común extrae su agua.

Pero, oh prodigio, ¡La Concordia ya tiene monumento! Un monumento enorme que desde lejos atrae la atención y hace que el caminante que eleva los ojos para admirarlo corra el riesgo de precipitarse en un sifón que mantiene abiertas sus infectas fauces, o pise un líquido espeso y verdoso largamente estancado.


Como en La Concordia la discordia es elemento consustancial de su existencia, el monumento ha traído una nueva causa para la escisión. Sus detractores opinan que incita al odio contra la mujer negra ecuatoriana, pues tres de ellas elevan a una mujer blanca sobre una plataforma con apariencia de concha. Para quien mandó a construir la obra, en cambio, todo es producto del azar: el material que se empleó para la construcción es el culpable de que las tres mujeres hayan resultado negras, negrísimas, y la de arriba, blanca, blanquísima.

Lo que nos deja absortos, empero –más que el dudoso significado del monolito, su evidente carácter racista y su nulo valor estético– es el dispendio en una obra del todo innecesaria en medio de una ciudad que lo que menos requiere es de una estatua, obra a la que las autoridades han dado prioridad como sin con ella vinieran el agua potable, el alcantarillado, la seguridad, la salud, la educación, tareas por siempre postergadas en uno más de nuestros pueblos que, careciendo de lo básico, tienen, ¡por fin!, su enorme, feo, inútil monumento.





Fuente: EL UNIVERSO*




 

1 comentario:

  1. Excelente por tu parte, te agradecemos mucho desde la asosiación de afrodecendientes de santodomingo de los tsachilas, tus palabras plasman la realidad olvidada de un pueblo que no avanza mas que en la discordia y el racismo, el alcalde Ocampo exclama abiertamente que los negros solo le hemos valido para trabajar en las haciendas del padre para cuidarlo a el y barrer las calles las mismas que por cierto son un asco el vivo reflejo la liviandad de su conciencia.

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