“No puedo tomar decisiones por ti, puedo mostrarte lo que llevas en este momento dentro de tu cuerpo”.
Durante treinta años mantuve a diario un programa musical de nutrida audiencia, luego dediqué mi espacio a los seres discriminados. Recibí a numerosos televidentes: buscaban la solución eventual que daría yo a sus más diversos problemas.
Me visitaron cuarenta adolescentes embarazadas atraídas por la idea de abortar, deseosas de recibir una orientación. Tocaban la puerta de mi oficina, manifestaban el terror de que se enterasen sus padres.
Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net
A menudo me presentaban la misma disyuntiva: “Haré lo que usted me diga si me dice de tener el bebé o me aconseja abortar”. Contestaba siempre de la misma manera: “No puedo tomar decisiones por ti, puedo mostrarte lo que llevas en este momento dentro de tu cuerpo”. Solo quise que tomasen una decisión con total conocimiento de causa.
Un ginecólogo me obsequió hace unas décadas un frasquito en el que se halla un feto de seis semanas. Tiene un mes y medio, se aprecia un cuerpo formado luciendo como un pequeño extraterrestre.
Luego, cuando llegó la época de los videos, mostré cómo se realizaba un aborto, de qué manera el médico encargado atacaba al feto, lo trituraba, lo desmembraba, lo despachurraba hasta que se fueran por una manguera de plástico transparente los pedazos del bebé.
La reacción de las jovencitas era dramática, casi siempre estallaban en sollozos. Treinta y ocho dieron a luz y dos abortaron porque no pudieron superar el terror que tenían a sus padres. Jamás me permití aconsejar un aborto. Me visitaron después de dar a luz y las vi radiantes.
Presencié dos abortos difíciles de soportar. Casi siempre la inocente víctima fue el resultado de una relación irresponsable. Creo que vivimos una época en que impera la facilidad. El matrimonio en muchos casos dejó de ser asunto serio, promesa consciente para la vida entera. En París por cuatro bodas hay dos divorcios.
Pienso que el matrimonio, como la democracia, es el mejor sistema de convivencia. Soy un soñador, creo en la posibilidad de un amor eterno. Construir día a día la felicidad conyugal es cuestión de madurez afectiva basada en el diálogo. No hay nada tan hermoso como envejecer juntos, compartiéndolo todo.
El bebé es materialización de una unión. Amar a una mujer para siempre es desear tener un hijo de ella. El aborto es un asesinato a sangre fría. Quien discrepa de aquello puede desfilar reclamando derecho; sería bueno que presencie de cerca las diversas maneras de matar a un embrión. No acudo a peroratas, hablo de derechos. Hemos perdido el valor de una paternidad responsable.
Debemos marcar una diferencia entre los anticonceptivos como el condón y los contraceptivos cuyo uso puede ser objeto de debates. Creo que la Iglesia, tarde o temprano, permitirá el uso del preservativo porque intervienen problemas de tipo sociológico. En China hubo trece millones de abortos, se vendieron diez millones de píldoras abortivas.
No sé si a ustedes pero a mí me da escalofrío pensar en aquello. Las parejas tienen derecho solamente a un hijo, si quieren dos deben pagar una multa de 600 dólares. No es necesario dramatizar, basta con constatar. El aborto es producto del desamor imperante.
Fuente: EL UNIVERSO*
Me visitaron cuarenta adolescentes embarazadas atraídas por la idea de abortar, deseosas de recibir una orientación. Tocaban la puerta de mi oficina, manifestaban el terror de que se enterasen sus padres.
Bernard Fougéres
bernardf@telconet.net
A menudo me presentaban la misma disyuntiva: “Haré lo que usted me diga si me dice de tener el bebé o me aconseja abortar”. Contestaba siempre de la misma manera: “No puedo tomar decisiones por ti, puedo mostrarte lo que llevas en este momento dentro de tu cuerpo”. Solo quise que tomasen una decisión con total conocimiento de causa.
Un ginecólogo me obsequió hace unas décadas un frasquito en el que se halla un feto de seis semanas. Tiene un mes y medio, se aprecia un cuerpo formado luciendo como un pequeño extraterrestre.
Luego, cuando llegó la época de los videos, mostré cómo se realizaba un aborto, de qué manera el médico encargado atacaba al feto, lo trituraba, lo desmembraba, lo despachurraba hasta que se fueran por una manguera de plástico transparente los pedazos del bebé.
La reacción de las jovencitas era dramática, casi siempre estallaban en sollozos. Treinta y ocho dieron a luz y dos abortaron porque no pudieron superar el terror que tenían a sus padres. Jamás me permití aconsejar un aborto. Me visitaron después de dar a luz y las vi radiantes.
Presencié dos abortos difíciles de soportar. Casi siempre la inocente víctima fue el resultado de una relación irresponsable. Creo que vivimos una época en que impera la facilidad. El matrimonio en muchos casos dejó de ser asunto serio, promesa consciente para la vida entera. En París por cuatro bodas hay dos divorcios.
Pienso que el matrimonio, como la democracia, es el mejor sistema de convivencia. Soy un soñador, creo en la posibilidad de un amor eterno. Construir día a día la felicidad conyugal es cuestión de madurez afectiva basada en el diálogo. No hay nada tan hermoso como envejecer juntos, compartiéndolo todo.
El bebé es materialización de una unión. Amar a una mujer para siempre es desear tener un hijo de ella. El aborto es un asesinato a sangre fría. Quien discrepa de aquello puede desfilar reclamando derecho; sería bueno que presencie de cerca las diversas maneras de matar a un embrión. No acudo a peroratas, hablo de derechos. Hemos perdido el valor de una paternidad responsable.
Debemos marcar una diferencia entre los anticonceptivos como el condón y los contraceptivos cuyo uso puede ser objeto de debates. Creo que la Iglesia, tarde o temprano, permitirá el uso del preservativo porque intervienen problemas de tipo sociológico. En China hubo trece millones de abortos, se vendieron diez millones de píldoras abortivas.
No sé si a ustedes pero a mí me da escalofrío pensar en aquello. Las parejas tienen derecho solamente a un hijo, si quieren dos deben pagar una multa de 600 dólares. No es necesario dramatizar, basta con constatar. El aborto es producto del desamor imperante.
Fuente: EL UNIVERSO*
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