Con la cabellera crecida más de la cuenta, barba y bigote. También luce una gorra azul de la Armada colombiana y lleva botas de caucho. Así aparece el ciudadano ecuatoriano Orlando Sigifredo Ibarra Sarmiento, luego del término de un secuestro de 766 días en el cual padeció humillaciones e incluso permaneció encadenado.


Este es el relato, descarnado en algunos pasajes, que entrega a la prensa sobre su cautiverio, que empezó el 2 de agosto del 2010 en la ciudad colombiana de Ipiales:


“En primer lugar, yo quisiera hacer un agradecimiento a nuestro Dios divino. Él es el único que nos mueve. Él mueve el mundo. Dios utiliza a todos sus hombres para que se den todas las cosas. Yo tuve la experiencia de pasar 770 días (sic) en cautiverio, privado de la libertad, y también la de mirar toda la injusticia que cometen los señores del Ejército de Liberación Nacional (ELN) contra el campesino.


Porque es una injusticia que resulta muy lastimera al verla. Yo me siento triste y muy apenado (por esto). Y, a la vez, ahora estoy muy feliz porque Dios siempre estuvo conmigo. El secuestro fue (se produjo) directamente en el Municipio de Ipiales. Fue el 2 de agosto del 2010, en la oficina de trabajo.


Llegaron unos cuatro o cinco encapuchados y se dio una emboscada. Fue cuestión de segundos.


Tengo entendido que ellos pedían dinero. La liberación se produjo así: nosotros nos íbamos a movilizar desde un campamento hacia otro. Entonces, comenzamos a caminar. Salió un compañero, un enviado de Dios, y seguía avanzando. El resto de la tropa iba atrás. Y él me dijo ‘¿Usted quiere irse para su casa?’. Entonces, le dije ‘hermano, no me mame gallo’.


Él respondió: ‘hagámoslo ahorita’. Y llevamos el equipo y empezamos a caminar y caminar, hasta llegar a un lugar en el que había señal de celular. El hombre llevaba un celular. Marcamos enseguida al número de la Armada y no demoró mucho el Ejército en llegar al sitio.


Por lo cual estoy muy agradecido con el señor Ministro de Defensa (de Colombia), que me imagino que sabe, y como no al señor Presidente de la República.


¿Cómo me trataron los guerrilleros? La comida era la de un simple campesino.


Obviamente, permanecí encadenado. Los primeros 48 días, durante las 24 horas. Para tomar un baño o ir a la letrina, había que estar con las cadenas. Luego, fue solo en las noches. Desde junio del 2012, ya dejaron de encadenarme.


¿Qué objetos dejaban tener los guerrilleros? Nos movilizábamos de manera permanente. Y cada tres días nos movíamos a otros sitios. Ellos me facilitaron un radio que me permitió enterarme de las noticias. Tenía algunos cuadernos y libros y, lo más importante, la sagrada Biblia, que logré conseguirla en un campamento.


Ellos me dijeron que me secuestraron por dinero y, lamentablemente, por la codicia que tienen estos señores. Codicia que, lamentablemente, terminó con la vida de mi padre. Él fue asesinado el 31 de enero del 2012, luego de que pagó el rescate, pero ellos siguieron pidiendo más dinero.


Esto es ambición y no se trata de ninguna lucha por el pueblo. Desconozco hasta ahora cuánto pagó mi papá porque allá no informan de nada. Yo me enteré de la muerte de mi padre en la radio, al día siguiente. Una emisora ecuatoriana dio la noticia.


Durante el cautiverio, estuvimos por los municipios de Samaniego, Barbacoas, Ricaurte. No vi a otras personas secuestradas. Estaba yo solo”.




Fuente: EL COMERCIO*