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MIAMI, Estados Unidos | La mayoría de los delincuentes convictos va a la cárcel y luego tiene la oportunidad de probar que se puede rehabilitar: el estadounidense Martin James Malone afirma que él lo hizo al revés, publicó el pasado jueves el diario El Nuevo Herald.
El medio señaló que Malone estuvo fugitivo de la justicia durante 22 años, luego de huir del sur de la Florida justo antes de que una investigación por narcotráfico fuera cerrada por el jurado en Miami, en 1990.
Él asistió a la mayor parte de su juicio, pero cuando se dio el veredicto ya había huido a Ecuador con su esposa embarazada. En su ausencia, el jurado lo halló culpable de conspiración para importar cocaína, pero lo absolvió de un segundo cargo de que él había importado realmente la droga.
Durante los siguientes 22 años, él dijo que creó varios negocios prósperos y dio empleo a unas 80 personas en el hermoso pueblo costero de Montañita, en la provincia de Santa Elena, donde vivía. Él construyó casas, renovó propiedades viejas, donó computadoras a escuelas locales e incluso se hizo chamán entre los indígenas.
Docenas de personas escribieron al juez y al periódico para elogiar sus buenas obras.
Malone, de 51 años, estaba empezando a tomar las cosas con suavidad –menos trabajo, más surf– cuando la Policía ecuatoriana rodeó su vehículo en febrero pasado y lo extraditó a Estados Unidos bajo su vieja orden de arresto.
“Mi pasado es una isla de la que zarpé hace mucho tiempo. No obstante, sigue aquí conmigo… No podemos escapar de nuestro pasado sin que importe cuánto tratemos de hacerlo”, escribió Malone a un reportero del Sun Sentinel meses atrás.
El pasado de Malone finalmente lo alcanzó el miércoles en un juzgado de Fort Lauderdale, cuando un juez lo sentenció a 21 años y 10 meses en una prisión federal, casi el mismo tiempo que él pasó evadiendo ser capturado. El castigo fue de 20 años por el caso original de narcotráfico y un año y 10 meses por no presentarse al final de su juicio en 1990.
El caso obligó al fiscal, la defensa y al juez a estudiar viejos documentos judiciales para reconstruir los detalles, porque sus homólogos en el juicio original ya no estaban aquí.
Aunque la Fiscalía admitió que Malone –una de trece personas acusadas– jugó un papel menor en la conspiración, él enfrentaba de todos modos una condena mínima obligatoria de 20 años.
Algunos de los otros acusados, quienes no se dieron cuenta de que su grupo había sido infiltrado por un informante confidencial, planeaban importar 1.760 libras de cocaína de las Bahamas en septiembre de 1989. Las drogas fueron transferidas de un barco cerca de la isla de Moore a una embarcación pesquera y llevadas a Moorings Marina en el río Miami.
La tarea de Malone era alquilar un Lincoln Continental blanco y ayudar a descargar lo que el fiscal Dustin Davis dijo que era al menos 11 libras –pero probablemente 88 libras– de cocaína y conducir el auto con otros dos hombres hasta un lugar donde guardarla.
El abogado defensor público federal, Daryl Wilcox, dijo al juez de distrito federal, William Zloch, que no existía evidencia alguna de que Malone supiera que estaba transportando cocaína. La droga estaba escondida en una maleta para palos de golf, una bolsa para palos de golf y dos talegos grises.
Malone ofreció el miércoles disculpas al juez, a la Fiscalía y a su familia. Dijo que él se había dado a la fuga en parte porque se sentía abrumado de temor de que su hija María, quien ahora tiene 22 años, se criara sin él. Ella escribió al juez que su padre había sido “una persona justa y honorable”, que había estado a su lado toda su vida.
“Sea lo que sea lo que pudo haber hecho en el pasado, no se puede comparar con una vida de honestidad, paz, amor, trabajo duro, responsabilidad, afecto y cariño”, fue lo que escribió su hija.
En su carta al periódico, Malone dijo que él creía en el karma: “Así que yo estaba decidido a hacer algo para retribuir, para expiar mi delito y hacer algo diferente con mi vida”. Además de donar computadoras a escuelas, dijo que él había distribuido contravenenos y medicinas a negocios locales y dado innumerables tableros de surf a muchachos de la localidad.
Cortés y filosófico durante el proceso, Malone dio gracias al juez y al fiscal después de que se anunciara su castigo y él era llevado a su celda. Él planea apelar la sentencia y dijo que tenía la esperanza de regresar a Ecuador en cuanto le sea posible.
Martín James Malone | Preso en EE.UU.
“Mi pasado es una isla de la que zarpé hace mucho tiempo. No obstante, sigue aquí conmigo…”.
Fuente: EL UNIVERSO*
El medio señaló que Malone estuvo fugitivo de la justicia durante 22 años, luego de huir del sur de la Florida justo antes de que una investigación por narcotráfico fuera cerrada por el jurado en Miami, en 1990.
Él asistió a la mayor parte de su juicio, pero cuando se dio el veredicto ya había huido a Ecuador con su esposa embarazada. En su ausencia, el jurado lo halló culpable de conspiración para importar cocaína, pero lo absolvió de un segundo cargo de que él había importado realmente la droga.
Durante los siguientes 22 años, él dijo que creó varios negocios prósperos y dio empleo a unas 80 personas en el hermoso pueblo costero de Montañita, en la provincia de Santa Elena, donde vivía. Él construyó casas, renovó propiedades viejas, donó computadoras a escuelas locales e incluso se hizo chamán entre los indígenas.
Docenas de personas escribieron al juez y al periódico para elogiar sus buenas obras.
Malone, de 51 años, estaba empezando a tomar las cosas con suavidad –menos trabajo, más surf– cuando la Policía ecuatoriana rodeó su vehículo en febrero pasado y lo extraditó a Estados Unidos bajo su vieja orden de arresto.
“Mi pasado es una isla de la que zarpé hace mucho tiempo. No obstante, sigue aquí conmigo… No podemos escapar de nuestro pasado sin que importe cuánto tratemos de hacerlo”, escribió Malone a un reportero del Sun Sentinel meses atrás.
El pasado de Malone finalmente lo alcanzó el miércoles en un juzgado de Fort Lauderdale, cuando un juez lo sentenció a 21 años y 10 meses en una prisión federal, casi el mismo tiempo que él pasó evadiendo ser capturado. El castigo fue de 20 años por el caso original de narcotráfico y un año y 10 meses por no presentarse al final de su juicio en 1990.
El caso obligó al fiscal, la defensa y al juez a estudiar viejos documentos judiciales para reconstruir los detalles, porque sus homólogos en el juicio original ya no estaban aquí.
Aunque la Fiscalía admitió que Malone –una de trece personas acusadas– jugó un papel menor en la conspiración, él enfrentaba de todos modos una condena mínima obligatoria de 20 años.
Algunos de los otros acusados, quienes no se dieron cuenta de que su grupo había sido infiltrado por un informante confidencial, planeaban importar 1.760 libras de cocaína de las Bahamas en septiembre de 1989. Las drogas fueron transferidas de un barco cerca de la isla de Moore a una embarcación pesquera y llevadas a Moorings Marina en el río Miami.
La tarea de Malone era alquilar un Lincoln Continental blanco y ayudar a descargar lo que el fiscal Dustin Davis dijo que era al menos 11 libras –pero probablemente 88 libras– de cocaína y conducir el auto con otros dos hombres hasta un lugar donde guardarla.
El abogado defensor público federal, Daryl Wilcox, dijo al juez de distrito federal, William Zloch, que no existía evidencia alguna de que Malone supiera que estaba transportando cocaína. La droga estaba escondida en una maleta para palos de golf, una bolsa para palos de golf y dos talegos grises.
Malone ofreció el miércoles disculpas al juez, a la Fiscalía y a su familia. Dijo que él se había dado a la fuga en parte porque se sentía abrumado de temor de que su hija María, quien ahora tiene 22 años, se criara sin él. Ella escribió al juez que su padre había sido “una persona justa y honorable”, que había estado a su lado toda su vida.
“Sea lo que sea lo que pudo haber hecho en el pasado, no se puede comparar con una vida de honestidad, paz, amor, trabajo duro, responsabilidad, afecto y cariño”, fue lo que escribió su hija.
En su carta al periódico, Malone dijo que él creía en el karma: “Así que yo estaba decidido a hacer algo para retribuir, para expiar mi delito y hacer algo diferente con mi vida”. Además de donar computadoras a escuelas, dijo que él había distribuido contravenenos y medicinas a negocios locales y dado innumerables tableros de surf a muchachos de la localidad.
Cortés y filosófico durante el proceso, Malone dio gracias al juez y al fiscal después de que se anunciara su castigo y él era llevado a su celda. Él planea apelar la sentencia y dijo que tenía la esperanza de regresar a Ecuador en cuanto le sea posible.
Martín James Malone | Preso en EE.UU.
“Mi pasado es una isla de la que zarpé hace mucho tiempo. No obstante, sigue aquí conmigo…”.
Fuente: EL UNIVERSO*
Montañita debe ser un lugar donde prime el compañerismo y la buena energia y no la casa de malechores
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