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Instantes en que un policía sublevado intenta quitar la máscara antigas al presidente Correa / Archivo
La noche del 30 de septiembre de 2010 hubo abiertos llamados para matar al Presidente de Ecuador
(Andes).- La noche del 30 de septiembre de 2010, en el momento más crítico de la inusual insubordinación policial, azuzada por políticos de oposición y exacerbada por ciertos medios de comunicación, las transmisiones de la radiopatrulla de la Policía, revelaron que no se trató de una protesta inocente.
“¡Maten a Correa para que se acabe esto!”, “¡Maten rápido a ese hijueputa de Correa!”, “¡A ese ciudadano, que se largue, que deje de ser presidente!”, “¡Embóscale a ese hijueputa!”, “¡No le dejen salir a ese maldito compañeros!”, “guarden munición, la noche es larga”, "No descansen que el man no sale hoy", fueron solo algunas de las expresiones que se escucharon en el audio al que tuvo acceso la agencia de noticias Andes.
En los dos años subsiguientes, los mismos políticos que promovieron los eventos de triste recordación trataron de desviar la responsabilidad de los hechos y endilgársela –como ha sido usual- al presidente de la República, Rafael Correa.
El registro de comunicaciones de la Central Radio Patrulla de la Policía evidencia que los policías sublevados y que bloqueaban la salida y las inmediaciones del Hospital de la institución, donde estaba retenido contra su voluntad el Mandatario, tenían la clara intención o consigna de atentar contra su vida.
“¡Mátenle al Presidente!”, “¡maten a Correa!”, “¡el man no sale hoy!”, “¡mátenlos, boten bala!”, “¡dispárenle!”, “¡embósquenle!, “¡no lo dejen salir a ese maldito!”, “¡ese man no sale sino firma!”, “¡maten a ese hp de Correa”!, “¡corten el fluido eléctrico!”, “¿sáquenlo al Correa y llévenlo a otro sitio!”, “¡tenemos que darles bala hasta el último!”, fueron otros de los intercambios que se escuchaban en las voces de exaltados policías.
Estos llamados abiertos a atentar contra la vida del presidente Correa y, por ende, contra la democracia, fue el epilogo de una “protesta” que había iniciado muy temprano en la mañana en el regimiento Quito N°, el más grande del país, ubicado al noroccidente de la capital ecuatoriana.
Fiel a su estilo, de resolver los conflictos sin intermediarios, el Presidente Correa acudió al epicentro del conflicto y trató de dialogar con los alzados. Ni bien llegado, cientos de alterados gendarmes dieron una clave respecto al origen del hecho: “Eso lo hizo Lucio”, gritaron cuando el Jefe de Estado reseñaba las políticas en beneficio del sector uniformado.
Ya era demasiado tarde. En medio de gases lacrimógenos, lanzados a directamente a su integridad, patadas, empujones, golpes de puño, el gobernante –quien se apoyaba en una muleta, debido a su reciente operación en la rodilla- se vio emboscado.
Los escasos miembros de la seguridad presidencial y otros fieles colaboradores lo trasladaron al contiguo hospital policial para que reciba atención médica, pero allí inició otro calvario. El Presidente quedó entrampado en una de las habitaciones de la casa de salud donde cerca del medio día hizo dramáticas declaraciones. Los policías sublevados intentaban filtrarse por el cielo raso para ingresar en la sala donde se encontraba.
En las calles, hombres y mujeres de todas las edades se habían volcado ya a las inmediaciones del hospital para rescatar al Mandatario. Estos fueron reprimidos brutalmente por agentes fuera de sí.
Finalmente, un operativo de las fuerzas especiales del Ejército rescató en horas de la noche al presidente Rafael Correa. El coronel Luis Castro, comandante de las Fuerzas Especiales, que participó en el operativo de liberación del presidente Correa, dijo a la Televisión Pública que fueron recibidos por francotiradores apostados en el hospital en el que se encontraba el gobernante y otros dignatarios del Estado.
El pretexto para toda esta violencia, que dejó como saldo cinco personas muertas, fue el supuesto perjuicio a los beneficios de policías y militares por la ley de Servicio Público. La ley -distorsionada por opositores y la prensa privada, buscaba regular a los empleados públicos, a los que se había integrado a los uniformados.
En una especie de deja vu fatal, la semana pasada, legisladores de oposición azuzaron a ex combatientes del conflicto del Cenepa para que ingresen violentamente a la Asamblea Legislativa alegando que el Gobierno quiere bloquear los beneficios que constan en la ley de héroes y heroínas.
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