domingo, 12 de febrero de 2012

Duquerman. El 'man' de las canoas y un hermano gobernador

***SNN


Supermercado. Vende desde redes para pescar, hasta canaletas.


En la esquina de Calicuchima, antes de virar hacia Eloy Alfaro, alguien intenta precisar una dirección sobre la que tiene apenas referencias. "¡Ah ya! Usted a quien busca es al man de las canoas".


En el local del número 2.119 de las calles Eloy Alfaro y Calicuchima, el aroma a cacao que despiden las chimeneas de la legendaria fábrica La Universal pierde su fuerza ante el olor a madera húmeda que emana de grandes tablones arrinconados en ese local. Ahí, Duquerman Cuero Quiñónez, un esmeraldeño sesentón, aparece anclado en la rutina de sus días de comerciante de canoas.


"El río ya no es lo mismo", dijo Duquerman la mañana de un sábado reciente, sentado a un costado del viejo escritorio que le permite armar de manera incipiente la idea de una oficina convencional.


Lo dice con razón de causa. Hace más de cuatro décadas es vecino permanente del Guayas. Primero, llevando carga en los alrededores del Mercado del Sur; luego como oficial en los puestos de mariscos. Eso hasta que decidió hacerle competencia a su padre, uno de los antiguos vendedores de canoas que tenían sus locales en las cercanías del mercado y del río.


Emilio Cuero, su padre, murió hace mucho, igual que su tío Presbítero Cuero o los Astolfo Orobio y los Etiel Corozo, todos, dueños de comercios donde lo que se vendía eran las canoas que se traían desde los pueblos fluviales del norte de la provincia de Esmeraldas.


Cuando lo quiere, Duquerman es un hombre sencillo y bonachón. Cuando no, es cortante y tajante.


- ¿Entrevista? No, no... Lo que pasa es que yo soy muy ocupadito amigo.


Y puede que no lo esté. Esa mañana de sábado su máxima ocupación era observar a sus amigos de la esquina en una partida de naipes.


"¿Por qué a mí? Yo soy un simple comerciante".


En esto tiene razón. Tan simple como que es el último vendedor de canoas a lo largo de ambos márgenes del río Guayas. Tan sencillo como que uno de sus hermanos tiene oficina a pocas cuadras de ahí, esa sí una de verdad, con aire aclimatado y varias secretarias de por medio. El ingeniero industrial Roberto Cuero Medina, es gobernador del Guayas.


Habla de su hermano como de un gran personaje. Es el único estudiado de la familia, dice. "Me llevo bien con él, cuando pasa por aquí, me pita... a veces se baja del carro a saludar".


Entonces se acuerda de que la entrevista no es sobre su hermano menor.


"Si desea hablar de él, vaya a la Gobernación".


-Tiene razón. Entonces hablemos del río...


El Guayas, cuyo poderoso caudal atraviesa a 100 metros de ahí, es el más grande de la costa occidental de Sudamérica.


Tiene una extensión de 55 kilómetros medidos desde Guayaquil hasta la Isla Verde. Por su cauce corre lo que traen sus afluentes inmediatos, el Daule y el Babahoyo, que son la suma de otros cursos más.


Es precisamente en las aguas de este río en donde navegan las canoas que oferta Duquerman Cuero Quiñónez. "Donde usted ponga la mirada, aguas arribas o aguas abajo, hay una canoa que yo vendí".


No por nada lleva 33 años en ese sector de la ciudad, con su comisariato de canoas, de piso de tierra y paredes de madera. No puede entendérselo alejado del Guayas, "ahí están mis clientes", dice.


En ese galpón es posible encontrar desde botes de fibra, boyas, redes y atarrayas; los cabos de mimbre, tablones y cadenas. Todo relacionado con la actividad fluvial.


Como referencia, uno de los puntos más cercanos, donde se concentran algunos de estos artefactos navegables, es el Mercado Caraguay, donde cerca de 50 embarcaciones van y vienen desde los caseríos de cangrejeros aguas abajo.


La Capitanía del Puerto de Guayaquil registra algo más de 617 embarcaciones recorriendo las aguas del Guayas. De estas, 100 suben y bajan en las cercanías del local de Duquerman.


- Yo lo conozco bien, dice el comerciante acerca del Guayas. Lo he navegado en canoa mucho antes de ser dueño de una.


Hoy tiene un montón, las que ofrece en su local, una especie de supermercado donde hay 40 canoas de todo tamaño y tipo de madera. Ahí ofrece desde redes hasta canaletes.


Reconoce que no es lo mismo navegar por el Guayas que por el Ónzole, en su natal Santo Domingo, en una época en la que no habían carreteras y el único nexo entre las poblaciones era el río, una especie de autopista que corría, apacible, en una sola dirección. Cuando había que volver, a punta de canalete se lo hacía.


"El Guayas es más bravío", dice. Pero él siempre fue hombre de río. Recuerda que cuando tenía de ocho a diez años, a punta de canalete, viajaba hasta Limones, otro de los cantones de su tierra verde, en donde ayudaba a comercializar los productos del campo.


Cuando llegó a Guayaquil ya las carreteras y el puente de la Unidad Nacional integraban la vida del país. El río dejó de ser lo que era, el gran nexo de ciudades como Babahoyo, Vinces, Daule... Sin embargo, aún había oportunidades para un vendedor de canoas.


Los tiempos del 'boom' camaronero le permitieron comprar el local que hasta entonces alquilaba y mejorar su casa en Callejón Parra entre la 46 y la 47, en el suburbio Oeste.


Luego de eso, suele esperar que llegue el invierno y que este sea fuerte, como sucede con el actual. Su negocio se fortalece cuando las tierras bajas se inundan y los campesinos recurren a las canoas para movilizarse de sus casas a los sembríos. "Ayer llovió mucho, algún cliente ha de estar pensando en visitarme".


Duquerman es delgado y bajo de estatura. Luce algunas canas enmarañadas y lleva siempre una gorra. No le gusta hablar más de lo necesario. Quien llega hasta su local, debe saber qué es lo que desea.


Asegura no ser como su padre, con varios compromisos (se sonríe). Sus tres hijos nacieron de su relación de tantos años con Lilia Alcívar. Ambos son evangélicos.


En su momento, él tuvo su fama como buen bailador, en los alrededores del barrio del Cristo del Consuelo, pero esos eran otros tiempos.


A Santo Domingo, su pueblo natal, donde su madre -Bercilia Quiñónez- es una de los 1.471 habitantes de esta parroquia del cantón Eloy Alfaro, vuelve cada cierto tiempo, pero más por necesidad. De allá se surte de las canoas que vende en su local.


Reconoce que vivió una infancia intensa, tratando de ganar dinero para ayudar a su madre, también tuvo momentos gratos. Sin embargo, desde que llegó a Guayaquil, ya no quiso dejarla más. "Esta es ahora mi ciudad".


Arribó allá por 1968. Su padre llegó en ese mismo año con su otra familia. Porque entre los cerca de 17 hermanos Cuero, hay hasta cuatro madres de por medio. Su hermano Roberto es del 'compromiso oficial'.


Aunque no hubo matrimonio, la madre de los Cuero Medina fue su primera mujer, con quien compartió un hogar y la que al fin y al cabo, tenía todos los derechos de esposa.


No estudió porque no hubo recursos, algo que sucedió también con casi todos sus hermanos. Roberto marca la diferencia, quiso dedicarse a los estudios y le ha ido bien. "Hasta se dio tiempo para ser político".


Hoy es gobernador del Guayas y tiene oficina, "pero yo no envidio ni me quejo de eso, yo también tengo la mía", con un gran escritorio donde atiende a sus clientes y firma las facturas de algunos de sus proveedores.


Aunque despintado, ese armatoste metálico le pertenece, al igual que su negocio, en el que tampoco hay acondicionador de aire. Pero es suyo.


Fuente: EXPRESO*

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