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EL UNIVERSO
La violencia en la TV cala en los referentes ciudadanos
La familia Baquero Herrera y sus allegados ven todas las noches el programa ‘En carne propia’, pues creen que es la única manera de saber cómo se ejecutan los actos delictivos, para poder evitarlos.
La familia Basantes Silvestre, que habita en el Guasmo, ve las telenovelas Alguien te mira y Ojo por ojo, pues creen que mediante estas producciones conocen las realidades de otros países.
Cinco adolescentes están reunidas en las escalinatas de un colegio, la única que no lleva uniforme se mueve intensamente al ritmo del reggaetón que emana de su teléfono celular, otra la secunda con más discreción y las demás observan. Mientras conversan, sus manos nunca se detienen, cada palabra se refuerza con un ademán y cada carcajada con un aplauso. La bulla ni siquiera cesa cuando una de ellas, Camila, de 14 años, narra parte de su cotidianidad:
Mi mamá me pega con lo que encuentra, me ha dado con cables, con fierros, con cualquier cosa, por eso yo sí pienso que la muerte es algo bonito, porque ahí se descansa en paz, al menos no se sufre y mi mamá ya no me podrá golpear. Lo único que yo quiero es irme de la casa para ya no tener que obedecer a nadie. Por donde vivo hay triqueros (drogadictos), sicarios, pandilleros y balaceras. Son personas poderosas, poderosas porque tienen dinero. He escuchado que matan por venganza. Yo sí creo que la venganza se justifica; por ejemplo, yo me quisiera vengar de mi madre porque ella me ha hecho mucho daño.
A ninguna de sus compañeras le sorprende la narración, viven casos parecidos, dentro y fuera del hogar. En sus barrios se vende drogas, habitan sicarios y los enfrentamientos armados entre pandillas son comunes. Piensan que sí se debe estudiar, pero creen que las posibilidades de continuar son escasas. Mientras tanto, pasan sus tardes y noches deseando una vida que solo conocen por televisión.
La escena, con la excepción de la prostitución que no fue citada, parece sacada del guión de la telenovela colombiana Sin tetas no hay paraíso, que se transmitió por primera vez, en el 2007, por Ecuavisa, y que luego fue reproducida en otras versiones y canales, pero fue narrada en la ciudadela Pradera 2, en el sur de Guayaquil, en el colegio fiscal mixto José Vicente Trujillo.
Este grupo de adolescentes formó parte de un sondeo realizado por este Diario a 100 estudiantes de 10 colegios, fiscales y particulares, entre 12 y 19 años, con el propósito de conocer qué tipo de programas televisivos consumen y qué percepciones tienen sobre sus contenidos.
La producción colombiana que narra la historia de una joven que se dedica a prostituirse entre narcotraficantes, basada en el libro homónimo de Gustavo Bolívar Moreno, fue una de las primeras tramas donde se tomaron el narcotráfico, sicariato y prostitución, en un marco de pobreza, como ingredientes principales. A partir de entonces, la receta se ha repetido en novelas como El Capo, El Cartel 1, El Cartel 2, Las muñecas de la mafia, Ojo por ojo y Rosario Tijeras, estas dos últimas aún vigentes en los canales Ecuavisa y Teleamazonas, respectivamente.
A esta oferta televisiva cargada de acción y violencia, donde la venganza, el odio y los delitos actúan como hilo conductor de la historia, se suman los programas, autodenominados revistas informativas o noticiarios, ‘En carne propia’ y ‘Sorprendente’, transmitidos en horario estelar por los canales Uno y RTS, respectivamente. Ambos se enfocan en los casos de crónica roja, pleitos, mendicidad, entre otros, que ocurren en las zonas urbano marginales e inseguras de Guayaquil, principalmente.
Estos programas, que utilizan la jerga popular para narrar los hechos, exponen, casi sin editar, los conflictos emocionales y físicos que atraviesan los implicados, e incluso incitan a las familias a tomar decisiones que incrementen la acción. Por ejemplo, insisten en llevar a drogradictos a los centros de rehabilitación y transmiten todo el proceso dramático; acompañan a hombres a pedir perdón a sus parejas y añaden comentarios punzantes para cada noticia presentada.
Sobre ‘En carne propia’, la columnista de este Diario, Torffe Quintero, expresó que el programa “oculta el ingrediente de la humillación y abre la oportunidad de un show en el que las víctimas del hecho noticioso-doméstico son los actores principales, sin saberlo”, publicado el 31 de diciembre del 2010.
Sin embargo, este acapara la atención del 36% de los encuestados, que lo colocó entre sus programas favoritos. Le sigue la telenovela Ojo por ojo, con el 25% de consultados pendientes capítulo a capítulo. La historia de una guerra armada entre dos familias cuyos conflictos se incrementan al oponerse a un enamoramiento entre dos de sus miembros. Una estudiante del colegio 28 de Mayo, oeste de la urbe, explica que también se siente atraída por esa producción porque es una situación que, según cree, sí sucede en el país, principalmente en los pueblos, y esto la emociona.
Rosario, una colombiana que después de ser violada se dedica a vengarse de sus abusadores y perfecciona su técnica asesina hasta el punto de ser una experta sicaria, es la protagonista de una leyenda llamada Rosario Tijeras, producción nombrada por el 23% de los estudiantes, como una de sus favoritas.
Le sigue, en audiencia de este grupo, la telenovela de producción nacional Fanatikada, transmitida por TC Televisión, con el 15% de adeptos, que están pendientes del desenlace de una serie de asesinatos a famosos; y con el 9% de preferencia, la serie La Rosa de Guadalupe, transmitida por Gamatv, que presenta en cada emisión una historia diferente, y en ocasiones se incluyen temas relacionados con la drogadicción y prostitución, aunque no es la norma.
Del total de encuestados, el 25% dijo no ver ninguno de los programas mencionados. Sus preferencias se repartían entre programas musicales, películas, noticiarios deportivos y caricaturas, principalmente.
¿Reflejo o influencia?
“Por lo menos el 14% de las muertes violentas que suceden en Ecuador cada año se dan a manos de asesinos a sueldo (sicarios)”, dijo Phillip Aliston, relator de las Naciones Unidas, en la presentación de una investigación efectuada del 5 al 15 de julio, por pedido del Gobierno ecuatoriano.
Violencia que, al parecer, atrae a los ciudadanos, pues al preguntar el porqué de la afinidad con este tipo de programas cargados de asesinatos, el 35% de los adolescentes dijo sentirse atraído porque cree que en estos se muestra la realidad del Ecuador y de Colombia.
Laura es una de ellas, tiene 16 años y es alumna del colegio 28 de Mayo, asegura no perderse un capítulo de Rosario Tijeras, porque la mantiene entretenida. Ella destaca las actuaciones y reconoce que eso no es algo completamente real, pero sí lo cree posible. Vive en Paraíso de la Flor, en el norte de la ciudad, y comenta que la violencia es común por ahí. “Durante un baile al que fui, dos pandillas se enfrentaron a balazos, eso fue superemocionante”, dice manteniendo la sensación.
El 28% de los encuestados comparte la opinión de Laura. Les resulta emocionante las tramas cargadas de acción y creen que mediante estas pueden aprender a enfrentarse a diferentes realidades. Doris Salavarría, inspectora en el colegio fiscal Francisco de Orellana, en el sur de Guayaquil, comenta que la semana pasada escuchó que un alumno, de no más de 16 años, le decía a uno de sus compañeros: Apenas me gradúe, quiero irme a Colombia, porque ahí es cheverísimo, se puede conseguir dinero.
La profesora cuestionó la afirmación del menor y en respuesta, el estudiante puso como referente la “buena vida”, de lujos, dinero y mujeres, que llevan los ‘duros’ (mafiosos) que aparecen en la telenovela colombiana Rosario Tijeras.
Camila, víctima de violencia familiar, desde las escalinatas de su colegio continúa con su relato: Yo sí admiro a Rosario, por su valentía, porque se venga de quienes le hicieron daño y porque yo quisiera poder hacer lo mismo, vengarme de mi madre que me ha causado mucho dolor, concluye con voz firme.
La afición también está presente en el resto del país, principalmente en provincias como Manabí, donde se han producido casos similares. En Manta, Natalia Rojas, de 22 años, asidua espectadora de Ojo por ojo, asegura que a la mayoría del vecindario y sus demás conocidos les gustan las novelas relacionadas con el tráfico de drogas; y recuerda que los comentarios sobre estas tramas fueron mayores cuando en algunos de los capítulos de El Cartel 1 se mencionó a Manta como una ciudad que sirve de refugio a los narcotraficantes. Relación que queda reforzada en los ciudadanos, con noticias de hechos reales que se suscitan en este cantón. En Quevedo, el favorito es ‘En carne propia’, por transmitir notas sin editar, aunque las personas sean tratadas con calificativos despectivos como “desgraciado”, “mamarracho”, “pelafustán”, entre otros juicios de valor.
El entorno familiar
Durante el 2010 se denunciaron en la Fiscalía del Guayas 10.095 delitos contra las personas y 9.577 delitos contra la propiedad, según los reportes de la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Un entorno violento que Manuel, de 17 años, estudiante del colegio César Borja Lavayen, conoce de cerca. “Tengo primos que son ladrones y se dedican a la venta de droga también. A ellos los cogieron presos, pero ya salieron”, comenta con naturalidad, “no me parece atractiva su vida, claro que tienen dinero, pero también se la pasan huyendo”, añade. Pero sí comparte la idea de que para tener poder lo que se necesita es adquirir armas, pararse en una esquina y que todos lo vean como el más ‘bacán’ del barrio; “como pasa en las novelas”, concluye.
La historia se repite en la aguda voz de un menor de 12 años, alumno del colegio Vicente Rocafuerte. “Mis primos roban, están en pandillas, venden droga... ¡Ah! También armas”, dice al preguntarse ¿qué actos de violencia o delincuencia ha vivido de cerca? Pero él se mantiene al margen por sugerencia de los familiares involucrados.
La familia Baquero Herrera, que habita en el Guasmo norte, en el sur de la urbe, se reúne en las noches para ver ‘En carne propia’. El miércoles pasado, papá, mamá, hija, yerno, una nieta de 7 años y uno de casi 2, y dos sobrinas universitarias observan y comentan sobre los casos ahí mostrados.
Por ejemplo, una de las noticias detalla el fallido intento de captura de un ladrón llamado el Tuerto. Karen Villalta, de 19 años, espera hasta el corte comercial para comentar que ella ha visto a ese hombre. “Hace unos meses yo cogí un bus por el parque La Victoria y el Tuerto se subió por Radio Cristal. Él pide dinero, pero mientras habla se alza la camiseta para que todos vean el arma, para amedrentar a los pasajeros y que le den plata”, dice, y continúa atenta a la programación, que además, al día siguiente será tema de charla.
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