sábado, 7 de agosto de 2010

Decían ser periodistas…

***SNN
por rubendariobuitron

Fotografía de Peter Kemp

Era una de las alumnas más brillantes de un reciente seminario de periodismo y de pronto desapareció.

Debía entregarme un trabajo final que yo esperaba fuese de calidad, precisamente por su entusiasmo e inteligencia, pero pasaron los días y no tuve noticias.

Sin saber qué otra cosa hacer, pedí a una compañera suya que la llamara y buscara.

Horas después se presentó en el taller y me explicó lo que había ocurrido.

Había recibido un mensaje en su celular. Su compañera le informaba que uno de los mejores amigos de las dos había intentado suicidarse. Se encontraron en las afueras de la clínica.

Cuando entraron a la sala de emergencias presenciaron un incidente entre los padres del chico y tres personas desconocidas. Eran dos hombres y una mujer. Decían ser periodistas.

El uno llevaba una cámara fotográfica y el otro una grabadora. La mujer, que dijo ser reportera, y más audaz que sus colegas, había originado el problema: los padres del chico le exigían que les explicara cómo llegó al lugar del hecho antes que los policías y las ambulancias.

Y, sobre todo, por qué subió a la ambulancia y viajó en ella hasta la clínica, diciendo ser pariente del chico para sacar información a los paramédicos y tener acceso a la sala de operaciones.

Lo que tenía en vilo a los padres era la posibilidad de que se publicara la noticia.

En medio de la angustia y la tristeza por lo que había ocurrido con su hijo, les preocupaba que se violara su derecho a la intimidad y se irrespetara la decisión familiar de que no se difundiera algo tan privado y conmovedor.

La alumna y su compañera no supieron más hasta que al día siguiente volvieron a la clínica. Querían conocer el estado de salud de su amigo y dar un abrazo a los familiares, pero en medio de los saludos se enteraron de algo que las impactó profundamente.

Según el padre del chico, el incidente con los tres individuos que decían ser periodistas terminó cuando estos recibieron,
cada uno, algunos cientos de dólares a cambio de su promesa de que no se publicaría nada.

La brillante alumna del taller de periodismo se despidió de su compañera, fue a su casa, se encerró en la habitación y pensó que si eso era ser periodista, ella no seguiría estudiando la carrera.

Su reflexión se basada en la contradicción entre lo que había aprendido y lo que veía que era la realidad.

Los libros, los profesores y las todavía incipientes experiencias en el oficio le habían enseñado que
un periodista jamás vende su trabajo a cambio de dinero.

Le habían enseñado que el reportero debe respetar códigos morales
y no mentir para obtener los datos que necesita.

Muchas cosas más le habían enseñado sobre la ética, el respeto y la prudencia, pero…

Yo solo le dije que siguiera luchando por convertirse en una excelente comunicadora. Porque debía tener claro que una cosa es ser un periodista y otra, ser un mercenario.

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