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Rubén Darío Buitrón /EL COMERCIO
El gabinete de los blancos. En primer plano, los vicepresidentes Fernando Loor, Julio Marín, Tito Cedeño y Teodulfo López. No consta el presidente, Flower Arcentales.
Manabí Hay que bailar. Aunque no lo quieras. Porque retumba en el piso el sonido de la orquesta Cuba Libre y la clásica cumbia La piragua de Guillermo Cubillo.
La tarde en Jaramijó se pinta de blanco. Es Manabí, domingo 22 de agosto.
Al barrio La Isla ha llegado el gabinete para tomar posición a la espera del último ritual.
Ha llegado con sus damas, sus vicepresidentas, sus mujeres ataviadas con trajes de color rosa, con sombreros de fieltro blanco, con encantos que envuelven de orgullo a sus caballeros.
Los elegantes señores hacen de vicepresidentes, guardias de compañía, oficiales de espadas, timoneles, ayudantes de navegación: es la élite que encabeza la fiesta dedicada a los dioses y santos de la abundancia.
Y para que las jornadas sean abundantes ofrecen la celebración a San Pedro y San Pablo, los patronos de la pesca fecunda.
Y por esa pesca fecunda hay que bailar cumbia al ritmo del Disco Móvil Eclipse y del Combo Darwin.
Dos orquestas y un disco móvil para que la fiesta no pare hasta la madrugada del lunes 23 para moverse al son de la historia de Don Goyo, muertecito en el arroyo, para beber caña manabita y cerveza Pílsener, para comer arroz con pollo.
Flower Arcentales, de 65 años, es el prioste de esta temporada. Y como prioste es el presidente de Los Blancos y es el que ordena, dispone y maneja toda la celebración.
Flower lleva un apellido legendario, porque en el pueblo se cuenta que fue su abuelo, Joaquín Arcentales, quien inició la fiesta hace 81 años.
Al menos eso dice otro pescador que lleva el mismo apellido ilustre: Joaquín López Arcentales, quien a sus 75 años aún tiene fuerza para beber un buen vaso de ron y gritar “¡Que viva Dios y la Virgen!”.
A pocos pasos de allí un joven de brazos musculosos aprieta a Yara Arcentales, pariente de Flower, pariente del un Joaquín, pariente del otro Joaquín.
El excelentísimo Flower sube a la tarima y el Combo Darwin hace sonar sus redobles.
Flower se inspira y ofrece a su pueblo los actos del festejo final de este domingo.
Dicen en Jaramijó que mientras más plata se invierta en la fiesta, más abundante es la pesca de la temporada.
Por eso Flower se ha preocupado de que todo saliera perfecto: el baile de la bandera, la retreta nocturna, el festival de la chicha, el paseo por la playa, la quema de los castillos, las vacas locas y los juegos pirotécnicos, la misa campal...
Mucho y poco, al mismo tiempo, porque en Jaramijó la fiesta quisiera no terminar nunca.
En la plaza cívica, a unas ocho cuadras del barrio La Isla, ocho delegaciones de estudiantes de colegio y una veintena de marinos de la base naval ofrecen un concierto con la banda de la Armada y presentan coreografías alusivas a las tradiciones locales.
A lo largo del pueblo se izan banderas que representan las leyendas, los orígenes y la fe de los pobladores: flamean por allí los emblemas de San Pedro y San Pablo, del Roma y la Roma, de Manta y Jaramijó, de los blancos y las blancas, de los negros y las negras.
Por la calle 1 de Enero se enciende la fiesta de nuevo. El gabinete de los blancos hace su romería de retorno al mar y a lo lejos siguen retumbando las cumbias de Don Medardo y sus Players, de Los Graduados, de Los Wawancó.
En la puerta de su casa de caña y bloque, Isaac Mendoza exhibe el premio que acaba de ganar en el festival de la chicha. Mendoza encontró el sabor preciso, como lo hacían sus antepasados.
Más allá, en el muelle, el sol empieza a caer y dibuja sobre la playa el perfil de las canoas.
Indiferente al entusiasmo generalizado, Hermenegildo y su hijo preparan su embarcación y se disponen a salir al mar.
La leyenda dice que hasta que no termine la fiesta de San Pedro y San Pablo no es aconsejable que un pescador se aventure por las aguas.
Desde una hamaca, Jaime Anchundia advierte a Hermenegildo: “A los que no participan se les presenta la culebra”. Pero Hermenegildo prefiere el riesgo. Y se va.
El que se queda es Flower Arcentales, que antes de que amanezca y deje de ser el rey de la fiesta se saca el sombrero y baila El pescador de mi tierra.
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