lunes, 10 de enero de 2011

La corrupción; su raíz más honda

***SNN

José Mario Ruiz Navas
jmruizn@easynet.net.ec

 Se está “socializando” entre los ecuatorianos la angustia causada por la multiforme corrupción. Alegra la creciente concienciación de que el veneno de la corrupción deshumaniza a pobres y a ricos; a esos jueces que venden la sentencia, a abogados que la dilatan con triquiñuelas; no solo a los delincuentes. El miedo aqueja a indefensos y a protegidos por guardias en vehículos blindados. Alegra el creciente ejercicio de reflexión, para descubrir las múltiples causas de la corrupción; entre estas, la raíz de todas, la ausencia del cultivo de valores en la familia, la educación y medios de comunicación.


Sumándome a los que desean descubrir las causas de la corrupción, expongo la siguiente reflexión: todos sentimos en nuestro interior dos fuerzas; una mueve a nuestro yo a lo que le gusta y satisface, independientemente de los otros y de lo social. Esta fuerza, buscando solo el yo, no tiene normas, no tiene más límite que el mismo yo.


Otra fuerza busca también lo que gusta y satisface, pero sin encerrarnos en nuestro yo. Esta fuerza, abierta a los otros y a lo social, ha ido formando y encontrando guías, que ayuden a coordinar los apetitos del yo con el bien de los otros y del ambiente. Estas guías son los siguientes “valores humanos”: el yo de la persona, la vida, la familia, la libertad, la responsabilidad, la justicia, valores íntimamente relacionados. Aunque es fundamental señalar una religión, como una fuente y fundamento de estos valores, la brevedad del artículo exige que, dejando esta vez la religión de lado, prosiga la reflexión: las dos fuerzas, la del yo y la del nosotros, están en tensión; las dos se van robusteciendo o debilitando. Se robustecen o debilitan no solo por ideas (en las ideas englobo lo espiritual), sino también por las realidades materiales; no solo por acción individual, sino también por influjo de las demás personas y del ambiente físico, ideológico, sociológico. Así como “Apenas es útil predicar a estómagos vacíos”, no basta dar de comer, etcétera, para superar la criminalidad. Notemos: entre los criminales más avezados están también aquellos que tienen satisfechos todos los placeres materiales.


Una debilidad de la lucha contra la criminalidad es la unilateralidad. No es positivo el simple rechazo de una solución propuesta, por ser parcial; es necesidad indispensable la de integrar aspectos de las diversas propuestas. Por ejemplo, el aumento de penas puede ahuyentar del crimen solo a los que no tienen un yo encallecido en su egoísmo. El endurecimiento de penas puede tener un aspecto positivo, si tiene en cuenta las otras causas y si no disminuye la exigencia moral de reformar la sociedad, para que todos tengan en ella posibilidades concretas de contribuir y de merecer.


Otra debilidad de la lucha es la ingenua exigencia de resultados positivos totales e inmediatos. La educación en valores, que es una solución radical, para dar fruto exige tiempo y paciente realización con palabras y con el ejemplo. La educación ha descuidado cultivar los valores; orienta a hacer, no a ser.

EL UNIVERSO

No hay comentarios:

Publicar un comentario