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EXPRESO
Ángel Duarte Valverde
Con amor de Patria
El doctor Alfonso Mora Bowen, de grata recordación, a propósito de los conflictos que han provocado guerras y confrontaciones, insistía en que para el aseguramiento de una paz universal duradera, las fronteras tendrían que reemplazar su antiguo propósito de ser “hasta aquí se llega” por otro: “por aquí se pasa”.
América Hispana heredó de los conquistadores el espíritu localista y un individualismo exagerado que acarreó la creación de veinte repúblicas y republiquitas -estas últimas por ser modestísimas superficies territoriales- y lo que abrió el camino fácil para la desunión y los enfrentamientos bélicos. Ojalá el espíritu de Bolívar inspire a los actuales gobernantes de las naciones iberoamericanas para que se fortifiquen asociaciones de países hermanos como hoy es Unasur.
La misma tendencia localista caracteriza, en pequeño, a los pueblos que integran la República del Ecuador. A este respecto consideramos lo más necio y lo más infantil que grupos de ecuatorianos vengan pugnando entre sí por un segmento de territorio que lo creen suyo.
El asunto ha rebasado el ámbito de accionar del Ministerio del Interior para pasar a ser materia nada menos que de la propia Constitución Política de Montecristi, la que en su décimosexta disposición transitoria dispone que “Para resolver los conflictos de límites territoriales y de pertenencia se remitirán los informes correspondientes a la Presidencia de la República que, en el plazo de dos años desde la entrada en vigencia de esta Constitución, remitirá el proyecto de ley de fijación de límites territoriales al órgano legislativo y, de ser el caso, instará la convocatoria de consulta popular para resolver conflictos de pertenencia”.
El Presidente de la República aludió en “la Concordia” al precepto constitucional citado antes pero absurdamente se produjo la reacción tan violenta como impertinente de un pequeño grupo -probablemente de vecinos, del sector o gente de afuera- y que rechazó ciegamente la aplicación de la décimosexta disposición transitoria citada por el jefe de Estado.
Sabemos que el nivel superior del convivir democrático es la consulta popular y esta manifestación de democracia de masas es la única vía legítima para que los grupos humanos que están poblando territorios en disputa manifiesten su libre y soberana decisión de pertenecer a tal o cual cantón o provincia. Por lo expuesto, la discordia de “La Concordia” es una sinrazón condenable.
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