POR: Orlando Pérez
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@OrlandoPerezEC
Es una ironía y todo lo contrario. Ni siquiera es una propuesta jurídica, estaría de más. Es una provocación muy política porque Guayaquil no puede y no debe seguir bajo el mismo modelo con más de dos décadas de existencia. Esta ciudad requiere un proceso “constituyente” por las razones y causas que paso a exponer:
1.- El guayaquileño trabaja y hace del trabajo una forma de realización que el capital local desprecia. Los capitalistas guayaquileños solo creen en la rentabilidad de sus inversiones (apalancadas por la doctrina socialcristiana municipal) y en la explotación de la mano de obra.
Su capitalismo es antimoderno, aunque suene tautológico, porque forma parte de esa enajenación política que considera el desarrollo como un paisaje lleno de pobres con vista a la ría y de espaldas a la naturaleza de la sociedad. Es, por lo tanto, un capitalismo acumulador y no repartidor, lo cual prueba por qué ahora se radicaliza a favor de un pasado descolorido y se alía a la banca “moderna” y al populismo retrógrado de los Bucaram y Gutiérrez.
Los hombres y mujeres de negocios de Guayaquil (sobre todo los nuevos empresarios) pueden y deben pensar más en su ciudad como un espacio de bienestar colectivo para, incluso, tener el orgullo de invitar a sus pares extranjeros a dar un paseo por todas las zonas urbanas, y no solo por las “regeneradas”. Y eso solo pueden hacerlo si piensan acatar responsablemente las nuevas condiciones políticas y jurídicas del Ecuador.
2.- Si todo eso es posible (incluyendo aspectos culturales y sociales que deben ocupar otro artículo y más debates), la pregunta es cómo se puede plasmar el cambio necesario: fundamentalmente reconstituyendo, constituyendo un espacio político para afrontar esos retos y deberes ciudadanos. No puede el alcalde actual pensar que los negocios con sus más allegados son los únicos posibles, sin mucha transparencia y para enriquecer a los mismos de siempre.
La comunidad guayaquileña tiene una oportunidad histórica para utilizar la potencialidad de su gente, intelectuales, empresarios honestos y patriotas, dirigentes barriales y estudiantiles, científicos y organizaciones sociales.
Guayaquil requiere un acuerdo social para dejar atrás la violencia que también es producto de la enorme inequidad. Y ese acuerdo es entre la gente y de cara a la gente.
Y, claro, también ello implica que el bienestar no sea sinónimo de consumo ni de oropeles. Hace falta que esa tradición cultural enraizada adquiera un espacio real para su expresión más intensa. Basta mirar cuánto dio Guayaquil a la cultura ecuatoriana para saber cuánto tiene todavía para potenciar a una sociedad profundamente progresista y revolucionaria en un país democrático.
Fuente: EL TELÉGRAFO
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