sábado, 30 de noviembre de 2013

La mendicidad decae poco a poco

***SNN



En una congregación religiosa en Ibarra. En este lugar se da alimento a las personas pobres. En esta época aumenta la demanda. José Mafla / EL COMERCIO En una congregación religiosa en Ibarra. En este lugar se da alimento a las personas pobres. En esta época aumenta la demanda.


Las personas cambian de lugar para pedir caridad en esta época de Navidad. Una ­campaña gubernamental busca controlar esta práctica. 


La vivienda está 'asegurada' con unos tablones rústicos, como puerta improvisada. Francisco Caiza, de 72 años, cruza por pequeños orificios una soga, como una chapa. Adentro hay cartón, papel y botellas que recoge en el mercado Municipal de Santo Domingo. 


Solo queda sitio para un colchón, en donde duerme. Esos desechos son su tesoro. Al ­ venderlos recibe de USD 5 a 30 por mes, para comprar comida. Cuando no logra juntar 1 kg, pide a los vecinos alimentos y medicina. 


El caso de Caiza es uno de los 300 con los que trabaja el proyecto de Mendicidad de la Dirección Provincial del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) de Santo Domingo. 120 pasan por un proceso de descallejización; los otros son considerados vulnerables o en riesgo de ejercer mendicidad. 


El Gobierno comenzó el proyecto Navidad Digna y Solidaria en el 2007, en 16 provincias para controlar la mendicidad durante la época navideña. Desde entonces, la forma de mendigar cambió: las personas ya no están en las calles sino en sitios de concentración masiva. 


En Santo Domingo, por ejemplo, entre 12 y 20 mendigos recorren el parque central, las terminales terrestres, los restaurantes y el centro comercial, en especial cuando se acerca Navidad. 


Carmen Morillo, directora Provincial del MIES, aseguró que en diciembre llega gente de otras ciudades. Desde octubre hay reu­niones entre las autoridades para trabajar con ellos. Si son niños, son remitidos a la Dinapen. Si llegan de otras ciudades, los devuelven desde la terminal terrestre. 


Según el coordinador Magno Valdivieso se hacen talleres, obras de teatro y otras actividades, para concienciar sobre los peligros a los que se exponen en la calle. Entre abril y septiembre hubo seis jornadas, a las que fueron 3 558 personas. 


María Sanunga, de 53 años, participó. Tiene 10 hijos y es madre soltera. Seis de sus pequeños pedían comida en mercados de Santo Domingo. "Con las charlas empecé a entender los peligros a los que nos exponíamos. Decidí que mis hijos merecían estudiar". 


En el 2013, el Ministerio atendió a 5 980 niños y adolescentes en el país, para que volvieran a estudiar en escuelas y colegios. Una de las cuatro promotoras externas ayudó a Sanunga a instalar un puesto fuera del plantel donde estudian sus hijos. Vende empanadas a 25 centavos. Ahora solo piden caridad el fin de semana. 


Según José Chuquirima, subdirector de Acción Social Cáritas, la mendicidad ha variado con el tiempo. "Hay quienes tienen más de 30 años como mendigos. Reconocen a las organizaciones que ayudan al sector vulnerable y por eso no están en un lugar fijo, sino que recorren las calles para no ser 'atrapados". Caiza camina de 07:00 a 20:00 por las calles de la ciudad. Los ­promotores debieron convencerlo para que aceptara la ayuda. 


Para Valdivieso, sacar de la mendicidad a alguien es un proceso largo, de seguimiento y ayuda permanente. "No buscamos ser asistencialistas, sino darles pautas para que entiendan que se puede cambiar de actividad. Por ello, uno de los aportes es el bono de USD 50". 


El proceso de acogimiento a Caiza empezó hace tres meses. Los promotores lo conocieron por un llamado de los vecinos. Lidia Medina, de 34 años, vive cerca de la 'casa' que Caiza levantó hace tres años. "La dueña de la propiedad dijo que empezará a construir su casa y que don Segundo (como lo conocen) debe irse lo antes posible". 


El adulto mayor fue llevado al Subcentro de Salud, para evaluar su estado. Luego será remitido al Centro Gerontológico de Santo Domingo. El lugar tiene seis cupos para adultos mayores que no tienen familia que los acoja. 


Allí ya viven dos personas. Luis Campos, de 71 años, tiene un mes en el Centro. Habla poco y todavía busca un cartón y va a un rincón para pedir caridad, como antes. A veces se despierta y cree que está en la calle. "Viví toda mi vida en el mercado. A veces extraño la rutina de estar de un lado al otro". 


Los promotores lo llevan de visita al mercado. Allí, la gente le llama Abraham. "Da alegría volver a verlo. Me saludan cariñosamente. Pero no quisiera regresar. Aquí me siento mejor. Tengo comida, amigos y me baño todos los días". 


Comida y cariño, en Ibarra Un humeante jarro de avena con leche y un pan atraen cada mañana a unas 50 personas a la Congregación de las Hermanas de San Francisco de Sales. 


En el zaguán de la casa, en el centro de Ibarra, desayunan a diario adultos mayores, personas abandonadas, indigentes… "Aquí vivimos de lo que nos provee Dios, porque no tenemos una ayuda económica fija", explica Mercedes de la Torre, una de las cuatro religiosas que trabajan allí. 


Blanca Enríquez tiene 91 años. Cuenta que gana USD 2 diarios y el almuerzo por lavar platos en un puesto del mercado Amazonas. Tiene 11 hijos, pero ninguno la ayuda ni visita.


 César Peregues, de 80 años, dice que desayuna "donde las monjitas" y almuerza en un comedor de Caranqui. Con su bono solidario y el de su esposa pagan los USD 50 del arriendo, agua, energía eléctrica y víveres. "Esa es la realidad de la mayoría, pero en diciembre aumentan los comensales. 


Tal vez piensan que les daremos regalos", afirma la monja. Según Germán Flores, coordinador del MIES Zona 1 (Esmeraldas, Carchi, Sucumbíos e Imbabura), hay menos mendigos en las calles por la campaña Navidad Digna y Solidaria. "Antes nos parecía tan normal ver a niños, adultos mayores y personas con discapacidad mendigando. 


Detectamos que detrás de cada persona que pide limosna hay alguien que está lucrando". Flores explica que además se hace prevención y se reúne a la gente con su familia, para erradicar la mendicidad y el trabajo infantil. 


Sin embargo, asegura que falta compromiso de la sociedad para que no entregue dinero ni dulces, porque así incentivan esta actividad. Una opción laboral En esta Navidad, Segundo S., de 19 años, no saldrá a las calles de Riobamba a pedir caramelos. 


Desde hace seis meses se encarga de la limpieza en el Registro Civil de Chimborazo. Con su sueldo financia la alimentación de su familia. Él era una de las 1 300 personas que en diciembre mendigaba en las calles de la ciudad o en las vías hacia Ambato y Guayaquil. 


Estas escenas ya no son tan frecuentes. En Chimborazo, 5 600 niños de 60 comunas de Guano, Riobamba, Chunchi, Pallatanga, Colta, Guamote y Alausí irán a campamentos navideños, organizados para evitar que vayan a las vías. 


El 27 de diciembre recibirán caramelos. Gerardo Chacón, director del MIES provincial, cuenta que por la campaña navideña, en Chimborazo los índices bajaron. 


El año pasado, solo se encontraron 55 niños y 10 adultos mayores. Ellos fueron abordados por técnicos. Luego se habló con los padres para que se responsabilizaran de su familia. 


Se trata de evitar que los chicos sean llevados a otras ciudades para mendigar. "El año pasado se detectaron casos y por eso se firmó un convenio con la Fundación Funpromic, que se encarga de capacitar, concienciar y evitar que salgan a pedir ayuda en otros lugares, a través del Plan Familia". 


Rosario Velema, de 78 años, vive en San Gerardo. Desde hace dos meses dejó de pedir ayuda en Riobamba. El técnico Samuel Aucancela la visita tres veces por semana. Ahora la mujer fabrica sogas, que se venden en ferias de Guamote. Los USD 10 semanales ayudan a comprar su medicamento.



Fuente: http://www.elcomercio.com/pais/mendigos-personas-pobreza-proyecto-navidad_0_1039096203.html.



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