viernes, 29 de noviembre de 2013

Los medios como arma de destrucción masiva

***SNN




Roberto FollariRoberto Follari

No les basta con arengar, en Argentina, como lo hacen en Ecuador y Bolivia, constantemente contra el gobierno legítimamente elegido por el pueblo. 


No les basta con erosionar día a día y hora a hora, con rumores, chismes inventados de pasillo, ataques abiertos y velados. No les basta con presentar la propia opinión como si fuera información. 


Se trata de empobrecer -por parte de los medios privados hegemónicos- la noción misma de periodismo, reduciéndola por completo en su ejercicio tanto intelectual como moral.


Es así que, aprovechando la velocidad que exigen la televisión o los diarios electrónicos, se la toma como pretexto para no chequear fuentes, ‘equivocarse’ siempre a favor del mismo lado, decir lo que venga sin pruebas, poner zócalos televisivos a las noticias que desmienten lo que se dice en la filmación, comentar a gusto propio sin ningún tipo de exigencia de información. 


En muchos medios, y acorde a decisión de sus propietarios y directivos, los periodistas son ahora ‘opinadores universales’. 


Hablan de lo que saben y de lo que no, si hay alguna noticia se encargan de decirnos su opinión antes que de describirla, y si habla alguien en contra de las convicciones ideológicas libremercadistas, será objeto de ataque y se lo desdecirá de inmediato, en cámara, sin ningún tipo de cuidado por parecer objetivos. Y, siendo que no lo son, no es que alguna vez confiesen para quién trabajan. 


Los medios dependientes de la derecha y del gran capital se autodenominan ‘independientes’. Y a la posibilidad de deformar todo a gusto de quienes detentan el poder económico, aunque pierdan en las urnas, se la llama ‘defensa de la libertad de prensa’.


Así, me tocó personalmente soportar un brutal ataque mediático en un diario electrónico de mi provincia, Mendoza, hace apenas una semana. 


El titular no se seguía con el texto, el texto fue sacado de una entrevista radial sin que se aclarara, la entrevista era para un tema totalmente diferente del que se ventiló. No importa. Era ocasión para hacer un ataque personal y político, y se realizó con total precisión y consecutividad.


Pero lo peor, sin dudas, fueron los ‘comentarios al pie’, las ‘opiniones’ a que se convoca desde ese diario electrónico, como desde tantos otros actualmente. 


Sin filtro, se permite allí denostar, insultar, injuriar, amenazar, todas acciones que -aun firmadas- sería inaceptable que se publiquen. Pero, para agravar, en estos casos no se las firma. 


Escriben ‘Mimí’, o ‘Pancho’, seudónimos, nombres obviamente falsos. Y este diario electrónico -como muchos otros- sostiene la ignominia de quienes hacen opinión en público desde la cobardía de no decir quiénes son, y protege la anonimia de quienes lo hacen. 


Se permite así la barbarie ejercida por los ‘opinantes’, quienes, al ver que pueden decir cuanto les venga en gana, no ahorran todo tipo de ataques de la peor calaña, ajenos a cualquier límite ético o jurídico.


Habrá que escudriñar en las leyes para hallar cómo responder a estos ataques a la más elemental condición de diálogo argumentativo, socavada por este tipo de agresiones. 


Y, mientras, ir estableciendo las condiciones jurídicas e institucionales que impìdan que siga ocurriendo esta impunidad total, desde la cual medios ‘independientes’ pierden todo límite en el ataque a quienes ellos no toleran ideológica o personalmente.



Fuente: EL TELÉGRAFO



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