sábado, 2 de noviembre de 2013

¿Cuáles eran las prácticas funerarias en el Ecuador?

***SNN




 La fotografía post mórtem es uno de los recursos de registro historiográfico que  ayuda a entender las formas de representación  de la religiosidad popular. Foto: CORTESÍA J. Reinaldo Vaca PiedraLa fotografía post mórtem es uno de los recursos de registro historiográfico que ayuda a entender las formas de representación de la religiosidad popular. 


En nuestro medio hubo la tradición funeraria de la muerte niña, que se la conoce como “el velorio del angelito”. 


Cada dos de noviembre la tradición católica conmemora el día de los fieles difuntos, conocida también como día de muertos. 


En países como Ecuador, Bolivia, Perú y México es obligatoria la revisión de los recuerdos familiares de aquellos que ya no están y cuya evocación se mezcla con algunas tradiciones indígenas ancestrales. 


La colada morada, las guaguas y los caballitos de pan en Ecuador, Bolivia y Perú, así como la comida de difuntos son una muestra de la variedad de tradiciones que acompañan esta celebración, que fue universalizada por la Iglesia católica posiblemente a partir del siglo XII.



Según la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, este día fue instaurado para orar por los muertos, a fin de que “quienes se encuentren en este lugar [purgatorio] enteramente desatendidos por sus parientes y amigos, se beneficien de los sufragios que en este día ofrezcan los vivos por los difuntos en general”, señalando como fecha el día siguiente a la celebración de Todos los Santos.

  

Para los mexicanos, la tradición de muertos es una fiesta nacional que renueva su memoria ancestral. Acompañado de bailes y la construcción de altares con variadas ofrendas que demuestran la devoción y cariño a sus difuntos, el dos de noviembre se ha convertido en el escenario turístico más importante en ese país, de ahí que su lema es que el dulce pica y la muerte es fiesta.



Alrededor del mundo, tanto la celebración del Día de Difuntos como las mismas prácticas funerales abren un sinnúmero de lecturas para entender cómo cada lugar resignifica y transforma sus rituales fortaleciendo un tejido social sobre la base de la religiosidad popular.



El ritual se vuelve una cuestión básica cuando se trata de entender el funcionamiento de una sociedad y las dinámicas que se generan a su alrededor, los mismos no simplemente incluyen una serie de pasos simbólicos sino también determinan un tránsito a otro estado del espíritu humano: “En el curso de la historia todo grupo humano elabora creencias y prácticas religiosas asociadas a momentos cruciales de la vida: nacimiento, matrimonio y muerte” (Aceves, 1992, p.27). 


El culto a los muertos es uno de estos momentos en donde se ha de pasar por una ceremonia individual y colectiva que enmarque lo importante de este estado y que logre el paso de una situación social previa a una distinta. La muerte representa entonces un ejemplo de sincretismo, por la variedad de elementos de carácter religioso y a la vez ancestrales que componen su ritualización. 


En el caso latinoamericano, la práctica funeraria y la importante apropiación del día de difuntos sirve como excusa para observar un tipo de representación que tiene que ver con la muerte niña. 



Al revisar la Leyenda Dorada encontramos que el día de conmemoración de las almas tiene que ver con la cantidad de sufragios que los deudos puedan canalizar hacia sus muertos, para que ellos expíen sus culpas y encuentren el camino hacia la vida eterna, sin deambular perdidos en el purgatorio. Sin embargo, ¿qué sucede con los infantes que encuentran una muerte prematura?  En nuestro medio, la tradición funeraria de “la muerte niña” se la conoce como “el velorio del angelito”.



Muchos de ustedes, lectores, recordarán el popular Rin del Angelito, de la chilena Violeta Parra, que es un poema al sentir popular cuando la premura de la muerte traslada el alma a otro sitio: “Ya se va para los cielos, ese querido angelito, a rogar por sus abuelos por sus padres y hermanitos. Cuando se muere la carne, el alma busca su sitio adentro de una amapola o dentro de un pajarito”. 



O también relacionarán esta tradición con los “chigualos”, que son ceremonias fúnebres para niños menores de siete años que constan de cantos y bailes especialmente en la región costera del sur de Colombia y el norte de Ecuador. Sin embargo, “el velorio del angelito” también se hace evidente en representaciones visuales con alto contenido simbólico. 


La fotografía post mórtem es uno de los recursos de registro que nos ayuda a entender las formas de representación cuyas particularidades iconográficas y emocionales ponen en relevancia aspectos poco estudiados de la religiosidad popular.


Con un origen probablemente español y practicado especialmente en los territorios andaluces de tradición mozárabe, “el velorio del angelito” fue una costumbre asimilada y extendida en Latinoamérica, donde fue adquiriendo nuevas características acorde al lugar donde se llevaba a cabo.



Fuente: EL TELÉGRAFO



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