Luis Miguel Espinoza, agente del Servicio de Investigaciones de Accidentes de Tránsito (SIAT), perdió la cuenta de la cantidad de accidentes que ha indagado.

Pero hay uno que no puede olvidar: el 19 de febrero, él y su equipo de trabajo realizaron la investigación del percance causado por un bus de la cooperativa Espejo, en la vía Ibarra-San Lorenzo.

En ese accidente, 30 personas perdieron la vida y otras 17 quedaron heridas. Espinoza está acostumbrado a realizar este tipo de indagaciones dolorosas y pensó que esta sería una más: sin embargo, no fue así. Uno de sus compañeros constató, con sorpresa, dolor y angustia, que su madre viajaba en la unidad accidentada y que había muerto de contado.

Ahora, Espinoza cuenta esa anécdota en las campañas de concienciación sobre accidentes que se hace en colegios, universidades y empresa... Él dice que aquel bus accidentado era una verdadera bomba de tiempo: “Le falló el sistema de frenos. Pero si no era en esa curva, el accidente podía suceder más adelante o en cualquier momento”.

Para el agente, en ese caso hubo negligencia del conductor, “al no constatar el estado de los frenos, antes de salir. Además, el bus llevaba 57 pasajeros, cuando su capacidad era solamente para 40. Cada persona pesa en promedio 150 libras. Si hay diez personas de más, ¡imagínese lo difícil que es maniobrar un vehículo en esas condiciones!”.

Los percances de tránsito siguen siendo un dolor de cabeza para el país. En el lapso del 2008 hasta el año pasado, murieron 19 180 personas.

De esos casos, la principal causa ha sido denominada como impericia, es decir la falta de capacidad de la persona que maneja, falta de experiencia, imprudencia o negligencia en el momento de realizar una acción, en este caso conducir un vehículo.

Según las autoridades de Tránsito, al menos un 60% de los percances en el país se produce por impericia. Luego viene el exceso de velocidad y en tercer lugar, el consumo del alcohol. Las tres tienen una característica en común: son fallas humanas.


Los ‘pecados’ más comunes en la conducción en el país

Freddy Rodríguez es el presidente de la Asociación de Escuelas de Conducción del país. Él citó un estudio realizado el año pasado a los conductores (profesionales y sportman en el país).
Una de las preguntas que se les hizo a los choferes fue: evalúese como conductor. “El 98 por ciento se ubicó como bueno . En cambio, cuando se preguntó cómo calificaban al resto de conductores, un 40% dijo que eran malos”.

Para Rodríguez, la autoestima de los conductores también determina un comportamiento en las vías. En ello coincide Cristóbal Buendía, presidente del Observatorio de Movilidad de Quito. Para él, lo que está en juego en las calles es una disputa del espacio, en el que nadie quiere ceder. “Pienso básicamente en mi interés de llegar pronto. Si el semáforo se pone en amarillo, intento acelerar, en vez de frenarme, esto también genera accidentes”.

Los agentes de la Policía en sus continuos patrullajes por la ciudad también se han encontrado con otros ‘vicios’ de los conductores: uso del celular mientras se conduce, ingesta de alimentos o bebidas, en el caso de las mujeres maquillarse o retocarse, mirándose al espejo durante el tráfico.

Todas estas causas, según Buendía, revelan un problema de fondo: falta educación y capacitación de los conductores, profesionales y sportman.

El veedor es un crítico de los períodos y tiempos en que se forman los profesionales y de los ítems que manejan las escuelas para formar a los conductores. “Es imposible que en menos de un año ya se gradúen conductores profesionales y que, con apenas unas clases, una persona salga a las calles y conduzca un auto”.

Según la Agencia Nacional de Tránsito (ANT), hay 106 centros de capacitación autorizados en donde se forman los conductores profesionales y 105 centros en donde se capacitan los conductores no profesionales.

El experto en movilidad César Arias coincidió que una de las grandes falencias para combatir la falla humana es la educación y la formación. “Tenemos conductores que son temerarios y que han sido formados para soportar el flujo del tráfico. Ellos piensan que todo vehículo que está al frente deben pasarlo. Además, desconocen el diseño de las vías”.

La Policía ha determinado que el grupo comprendido entre los 18 y los 30 años es el que genera más accidentes de tránsito. El teniente Luis Espinoza dice que en esa edad aún no hay una conciencia vial del peligro o la responsabilidad en el momento de conducir.


Impericias que destruyen familias y separan parejas

Sara O. se hizo una promesa: no volverá a llorar, delante de Damián, su hijo de un año y siete meses. El 24 de abril, los dos perdieron a Marco Vinicio S,. su esposo y padre del menor, quien falleció en un accidente protagonizado por un bus de la cooperativa Amazonas, en la subida a Papallacta.

El conductor de la unidad no pudo maniobrar adecuadamente y el auto se precipitó contra un costado de la vía. 16 personas murieron, entre ellas Marco.

“Han sido dos meses terribles. El niño está perdiendo peso, apenas tiene 8 kilitos. La doctora me dijo que está sintiendo la ausencia de su papá. Come poquito y llora en las noches”, contaba con tristeza la mujer, que trabaja en un colegio en Tena.

Para superar la tristeza y los recuerdos, Oñate devolvió el departamento que arrendaba con su esposo en Archidona para ir a vivir con su madre. “Una mala maniobra en la carretera terminó con los sueños que teníamos con Marco. Ahora solo lucho por mi hijo. Lloro sola, porque no quiero que él sienta mi angustia”.

Algo similar le ocurre a Luis Alvarado, quien perdió a nueve miembros de su familia en el accidente de la cooperativa Espejo, en la vía Ibarra-San Lorenzo. Su sobrino, Carlos Salazar, cuenta que la familia ha tenido que repartirse para estar pendiente de su salud mental: “Le hacemos practicar deporte para que intente olvidar”. La familia también hace trámites para que Sonia Alvarado pueda quedarse con la tutela de Isabel, quien perdió a sus dos padres, debido a una impericia...






Fuente: EL COMERCIO*