domingo, 29 de julio de 2012

Cuyabeno, el refugio de lo silvestre

***SNN




Un atardecer en la Laguna Grande, una de las catorce de la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno, en Sucumbíos.
El silbar de los pájaros se mezcla con el ruido que hacen los animales cuando pasan por los árboles rozando sus hojas. Son las 05:00 del jueves 19 de julio. Los sonidos se hacen más intensos con el pasar de los minutos. El cielo empieza a despejarse a las 05:30.

Reptiles, aves e insectos se mueven de un lugar a otro por la vegetación. Salen de sus nidos o de sus guaridas porque empieza la jornada de trabajo.

De repente, un sonido predomina. Son unos monos papás, que chillan y hacen señas de reclamo para que su cría no se detenga en el paso de un árbol a otro. Los hijos parecen reír. Enseñan los dientes y hacen piruetas sobre las hojas. Acatan la orden y, encolumnados, saltan de rama en rama.

La escena dura menos de tres minutos. Se la aprecia a orillas del río Cuyabeno, en un alojamiento de campo (lodges) que está dentro de la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno (RPFC).

Video de Cecilia Zúñiga, EL UNIVERSO

Situada en la provincia de Sucumbíos, entre los ríos Aguarico y San Miguel, y en una parte de Orellana, la reserva cumplió el jueves 33 años de creación.

Las actividades extractivistas de recursos naturales –como los hidrocarburos (petróleo), la madera y la cacería de especies representativas– hicieron que en 1979 el Estado la declare reserva para conservar los ecosistemas de la baja Amazonía.

Ahí, en territorios de comunidades nativas, habitan especies silvestres, que tienen también un valor económico.

En el plan de Manejo de 1993 se señala que la superficie de la reserva es de 603.380 hectáreas. Pero en la actualización de este año, que aún no es oficial, se la ubica en unas 590.000. Técnicos de la RPFC dicen que es una medición más precisa.

Estudios científicos, de 1998, dicen que esta reserva es uno de los siete refugios que sobrevivieron a la última era del hielo del planeta. Y que es el santuario de especies incuantificables de plantas, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos.

Solo hasta el 2008 se estimaba que el 64% de los mamíferos y el 54% de los anfibios de la Amazonía del país estaban en esta reserva. Así lo indica una guía del Ministerio de Turismo, levantada en el 2009 con estudios e informes científicos extranjeros y nacionales.

Con la categoría de reserva se pueden proteger la cuenca del río Cuyabeno y sus alrededores. El sitio es un bosque húmedo tropical, que ocupa también superficies lacustres, es decir, completamente inundadas.

La reserva de Cuyabeno muestra extensiones de hectáreas biodiversas. Hay espacios de selva vírgenes; otros, casi intactos. Algunos, conservados y otros, destinados para el turismo ecológico. Hay ríos de varias tonalidades: verdosos, oscuros y con tintes cafés. Unos más claros, otros más turbios.

Esto hizo al sector más atractivo para el turismo. Un proceso que, en los años ochenta y noventa, pasó de la exploración científica a la mochilera (había visitantes que dejaban diversidad de residuos), y ahora a la de visitas ecológicas (hay planes para conservar el ambiente).

La parte más conocida de la reserva es el río Cuyabeno, pues de ahí se alimenta todo el sistema lacustre, que aparece en las catorce lagunas interconectadas. Algunas de estas formaciones de aguas lluvias son las más visitadas por los turistas.

Una es la Laguna Grande. Aquí es posible tomar un baño, recorrer senderos y observar la flora y fauna del sitio; al igual que por el río Lagartococha y por sus riberas. Los responsables de la reserva dicen que todas las áreas están zonificadas.

Pero no todas se visitan. En las lagunas hay áreas restringidas, que son los sitios de reproducción de animales, como los manatíes (o vacas marinas) y caimanes. Un ejemplo es la laguna de Canangüeno. En el sector del río Güeppí y su cabecera tampoco se hace turismo porque la mayor parte del territorio es bosque intacto.

Las lagunas, como la Grande, fueron sitios tradicionales de cacería y de pesca de los indígenas nativos y de los colonos.

“En los (años) cuarenta o cincuenta todavía se cazaban los animales para el tráfico de pieles. Antes había gran cantidad de caimanes, de nutrias...”, relata un guía nativo en su recorrido por esta laguna con un grupo de ambientalistas.


Entre abril y noviembre, las lagunas pasan rebosadas por las lluvias. Y entre en diciembre y marzo suelen escurrirse. En las zonas más secas se han visto caimanes y anacondas (las serpientes amazónicas más grandes).

En la reserva viven once comunidades indígenas de cinco nacionalidades: sionas, secoyas, quichuas, cofanes y shuar. Uno de los problemas que afectaron a esta área en la década del noventa fue la expansión de los colonos por sus territorios.

En 1995 se firmaron con los nativos los primeros convenios de reconocimiento para uso y manejo de los territorios. También hubo titulación en las zonas de influencia o amortiguamiento para los campesinos del sector. Eso impidió que la colonización avanzara hacia la reserva, según refiere Luis Borbor, director de la RPFC.

Con la ayuda de las comunidades, las autoridades (responsables y guardaparques) han podido ‘controlar’ a foráneos, que invaden y explotan los recursos naturales. Aunque aún hay zonas conflictivas, de las cuales se extraen especies de flora y fauna de manera clandestina. Esto por la hidrografía, de áreas como las fronterizas. Una es la del río Güeppí (limita a Ecuador y Perú), que nace en el Cuyabeno, el cual desemboca en el Putumayo (que atraviesa a Ecuador, Colombia y Perú).

En este último río es más difícil “hacer control”, por la presencia de grupos subversivos y por foráneos que ingresan por los afluentes del río Putumayo. Al caminar días enteros por la selva, se han encontrado restos de tala selectiva de madera fina y en veda, como la de cedro.

En el 2006, un derrame petrolero afectó a tres de las lagunas de Cuyabeno; el sitio se dio a conocer también por las investigaciones científicas que se realizaron –a gran escala– entre los años setenta, ochenta y noventa, cuando estudiantes universitarios elaboraron sus tesis sobre flora, fauna y efectos de la extracción petrolera.

Luego se desarrolló más la actividad turística. En el 2001 hubo 4.000 visitantes. Y en el 2011, unos 11.000. De estos, el 78% y el 80% son extranjeros.

Hay programas de rescate de especies en peligro de extinción, como el águila harpía, manatíes, delfines, tapires, venados, tortugas charapas... Y se ha coordinado un mejor control de fronteras, a través de un proyecto del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), denominado Programa de Conservación y Desarrollo Sostenible del Corredor de Áreas Protegidas: La Paya (Colombia), Cuyabeno (Ecuador) y Güeppí (Perú), financiado por la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Unión Europea, entre otros.


11.000
Turistas
Visitaron las lagunas de la reserva de Cuyabeno en el 2011. De estos, entre el 78% y 80% eran extranjeros (más europeos).

473
Especies de árboles
Con troncos de diámetro superior a 5 cm han sido reportados en una sola hectárea de la reserva, según datos científicos.




Fuente: EL UNIVERSO*




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