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No pasó un día sin que Lourdes Toapanta no rezara a la Virgen de El Cisne por sus siete parientes que desaparecieron hace nueve días cuando viajaban por carretera entre Ambato y Loja.
“Lo peor para una familia es no saber absolutamente nada de su gente. Por eso, rezaba con fe frente a las imágenes que permanecen en la casa de mis familiares.
Finalmente, ocurrió la respuesta aunque fue dolorosa”, dijo Lourdes ayer a las 17:00, tras recibir la noticia de que sus allegados fueron encontrados en el sector La Moya en el cantón Chunchi.
Según Gustavo Terán, comandante de la Policía de Tungurahua, la camioneta en que viajaban cayó a una quebrada de más de 300 metros de profundidad.
Este momento empezó el operativo de rescate de los cuerpos.
Las dos casas en las que vivían los siete integrantes de la familia Toapanta Achachi quedaron deshabitadas. Nadie las frecuentaba desde las 02:00 del miércoles 18. A un costado de la vivienda principal hay una covacha construida con maderas retorcidas, hojalatas oxidadas y plásticos.
Allí, 14 azadones, pequeños y grandes, cuelgan de un palo transversal y revelan el oficio de sus propietarios: la agricultura.
En esa fría madrugada, el grupo familiar desapareció cuando se dirigía al Santuario de la Virgen del Cisne en Loja. Pretendían cumplir con un ritual católico tradicional: bendecir la camioneta Toyota doble cabina color gris, de placas TBC-8954.
Este vehículo fue comprado en efectivo por Hernán Toapanta, jefe de familia que llegó de Italia a inicios de mes, pues trabajaba en ese país europeo desde 1999. Desembolsó USD 35 000.
Pero su presencia en el hogar situado en el caserío Quillán Loma del barrio San Vicente en la parroquia Izamba, tenía también otro propósito. Organizó los 15 años de su hija Gissela una semana antes de este hecho.
Un estrecho camino de tierra conecta ambas casas con una carretera asfaltada que lleva a Izamba. Las rodean cultivos de coliflor, brócolí, lechuga, remolacha, col, entre otros productos.
Cuando Jorge Achachi, de 65 años, hermano del desaparecido José (suegro de Hernán), observa el desamparo en el que quedaron estos bienes, no puede evitar la tristeza que se le escapa en forma de sollozos.
“Ya ha transcurrido una semana y nadie trabaja en los canteros. La tierra está seca porque ninguno de los familiares o amigos se atreve a regarla porque todavía no perdemos la esperanza de que puedan volver con vida”.
Entre los siete desaparecidos los de mayor edad son los esposos José Leonidas Achachi, de 70 años, y María Angélica Chango, de 65. Vivían en una pequeña habitación de 20 metros cuadrados cerca a la casa principal.
En medio de la habitación hay una vetusta mesa de madera que alguna vez estuvo pintada de blanco. Encima reposa la imagen de la Virgen de El Cisne de 20 centímetros de alto y otra efigie del Divino Niño.
En la casa mayor, de 100 metros cuadrados y de color turquesa con naranja, vivían Hernán Toapanta de 42 años. Estaba casado con Luz Angélica Achachi (35). Y sus hijas Cristina (18) y Gisela de 15. Allí vivía además la tía María Achachi Chango (42).
Hernán trabajaba e Italia en la construcción. Con las remesas que enviaba construyeron la modesta vivienda .Su cuñado Segundo Achachi contó que en ese período regresó al país en cuatro ocasiones. Ayer, en la mañana, cuatro militares y ocho familiares los buscaron a los largo de los precipicios de la vía Ambato-Píllaro, sin encontrar nada.
Sin embargo, nadie imaginó que los siete familiares yacían a más de 3 horas de allí al sur. De hecho la zona de La Moya está considerada muy peligrosa.
Fuente: EL COMERCIO*
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