martes, 17 de julio de 2012
Diario El Comercio sí se regala en Guayaquil
***SNN
En la estación Río Daule de la Metrovía, en el norte de Guayaquil, un ciudadano regala el periódico quiteño El Comercio. Lo hace con discreción para evitar ser expulsado del lugar. Foto: El Telégrafo
Una de las muletillas peyorativas del diario capitalino en contra del Decano de la Prensa Nacional es decir que como “nadie lo lee, entonces debe ser regalado”; pero resulta que en varios puntos de Guayaquil diario El Comercio se reparte gratuitamente.
Los primeros rayos solares empiezan a aparecer lejanamente; aún está medio oscuro. Son las 05:27 y cerca de la entrada principal de la estación Río Daule (Metrovía), al norte de Guayaquil, se detiene un furgón blanco con un rótulo en la parte frontal que dice: “Transporte de periódico”.
Por el sitio deambulan comerciantes informales, un poco discretos para evitar ser expulsados por los guardias de la Metrovía, con canastas llenas de pan, termos con agua caliente y aditamentos que permiten preparar un desayuno ligero: sánduche y agua de hierbaluisa (limoncillo), para los madrugadores.
De repente, el ocupante del camión deja el volante y tras un breve sondeo del ambiente descarga tres bultos forrados con plástico negro. Dos bostezantes estudiantes secundarios observan con extrañeza pero no detienen su apurado caminar. “Acá siempre los dejan”, dice un hombre vestido de rojo y señala hacia un costado del cesto de basura cercano. El hombre esperaba la llegada del vehículo desde hacía algo más de quince minutos.
El chofer del furgón deja los paquetes uno encima de otro y se retira mientras el individuo que previamente le daba instrucciones se sienta sobre los bultos con claras intenciones de cuidar la carga, después de dialogar de forma amistosa con el guardia.
A las 05:40 el hombre se levanta y coloca los bultos en medio del paso de la estación, justo por donde transitan los usuarios que entran y salen de la gran estación.
Del bolsillo saca un objeto metálico y corta la cuerda que sujeta el primer paquete. Está a punto de revelarse el interior de los misteriosos paquetes, pero la espera se alarga pues lo abre con cautela y el interior aún no es visible.
Cuatro personas se le acercan y sin mencionar palabra extienden la mano. El celador de los paquetes responde metiendo la suya en los plásticos y saca un par de periódicos. Se trata de El Comercio.
Más personas se acercan y repiten el gesto; ninguna de ellas paga por el producto, ni siquiera se preocupan en preguntar si tiene algún precio.
“¿Lo están regalando?”, pregunta un despistado ciudadano; el repartidor obviamente no le contesta, simplemente le entrega un ejemplar. Parece preocuparle que alguien “no autorizado” se entere de que están regalando el producto.
Pero esa escena no es extraña ni para los primeros “clientes” ni para los últimos, ellos ya saben que a esa hora llega el “canillita” de los periódicos gratuitos.
La gran repartición gratuita del diario El Comercio se suspende por un momento, son las 05:55 y no hay mucho público para brindarle el rotativo sin que el escándalo de la gratuidad se riegue por todas partes. Uno que otro pasajero que espera buses intercantonales y que pasa a media cuadra se aproxima para que también le “obsequien un periodiquito”.
Ya son las 06:05 y llega un articulado desde el sur de Guayaquil, con unos 40 viajeros, todos abandonan la estación por la única ruta posible, que es el sitio donde está parado el repartidor. Quieran o no leer a esa hora, el sujeto les ofrece su producto, algunos lo toman, otros simplemente siguen de largo. Una vez todos idos, un pequeño descanso.
Con el arribo de otro colectivo se repite la escena, pero cada vez que se incrementa el número de usuarios de esa estación de la Metrovía el “canillita” de la gratuidad se apura por regalar los diarios.
Un arriesgado vendedor ambulante se percata del asunto y aprovecha para promocionar su mercancía: “¡Chicles, sweet, caumal!”, grita atento, por si acaso se le acerca algún guardia y lo echa del sitio.
El reloj no se detiene, ya son las 06:15 y es hora de abrir el segundo paquete. Los ciudadanos caminan a toda prisa y no tienen tiempo para detenerse por un periódico, pues intentan subirse prontamente al bus, ya que estos no esperan.
Un par de obreros sin apuros, muestran interés en chequear el rotativo. “Vamos a ver si pusieron algo de la niña que rescató ayer la Policía”, dice uno de ellos, pero no encuentra lo que busca.
El “promotor” de diario El Comercio se mostraba impaciente por terminar la tarea, tanto que en ocasiones regalaba dos unidades por una. Por ahí pasa un grupo de colegiales, pero ellos no están interesados.
Antes de las 06:30 termina con la carga, a tiempo porque el calor guayaco empieza a sentirse. Lo interesante aquí no es solo que sea El Comercio el diario que se regala sino que los guardias de la Metrovía jamás intentaron siquiera desalojarlo, como al resto de vendedores.
El hombre regaló al menos 150 ejemplares del diario quiteño. “No vendo de ese periódico porque aquí lo regalan, eso no me conviene”, repite un canillita, por cuyo frente el hombre de rojo abandona la estación con un par de publicaciones en la funda; quienes lo conocen cuentan que regresará la madrugada siguiente a regalar El Comercio.
Fuente: EL TELÉGRAFO*
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