martes, 7 de agosto de 2012

De “Los Tauras” a los sicarios

***SNN
 
 
Manabí ha sido una provincia donde sus aguerridos habitantes han surgido luchando contra las adversidades naturales y, a veces, buscando justicia por mano propia.
Cuando se habla de incremento del narcotráfico como uno de los factores que inciden en el aumento de los crímenes violentos, las miradas se dirigen a la provincia de Manabí. Allí se han encontrado laboratorios de procesamiento de cocaína, pistas clandestinas, droga abandonada en una playa y hasta una avioneta cargada de dinero y accidentada luego de haber incursionado ilegalmente en el espacio aéreo ecuatoriano.

¿Por qué Manabí parece tierra fértil para estos delitos? Le preguntamos al rector de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manta, Medardo Mora. “A lo mejor hay una mayor permeabilidad de la gente a asociarse al crimen”, nos respondió. Agregando que esto se podría deber a la falta de atención al campo que hace que el campesino busque la ciudad. “Y ya en la ciudad son permeables a que los enrolen; estoy hablando de personas de muy baja educación”.

Recuerda también el doctor Mora que históricamente Manabí y Manta en particular han estado ligados a hechos delictivos que han trascendido a nivel nacional. Ya en los años 40 apareció la primera plaga de maleantes.
Era la banda de “Los Tauras”. “Así se conoció al grupo de bandoleros compuesto por elementos rurales de Manabí. Su existencia arranca en los años precedentes a la década de los 40 a partir de situaciones de índole doméstico. Su acción se proyecta, con alcances sociales, hasta fines de los 60, coincidente con el apogeo de la etapa política denominada Velasquismo”, se lee en el libro Tauras en Manabí, una tesis de la universidad Andina Simón Bolívar escrita por Juan Vergara Alcívar. El líder de “Los Tauras” era Pastor Ramón Tuárez Loor. Él y su banda desaparecieron “a través de la persecución y el ajusticiamiento de la mayoría de sus miembros, mientras el resto se dispersó por el país”.

La primera banda urbana en Manta apareció en 1982 y se conoció como “La Cartuchera”. Su cabecilla Ángel García, apodado “Cartucho”, había sido expulsado de la Universidad Técnica de Manabí, pero no por mal estudiante ya que nunca estudió allí, sino por enemistad con su mentor Macario Briones, también un famoso delincuente.
Tras la riña, García huyó a Manta y durante tres años aterrorizó al puerto manabita con asesinatos, secuestros, robos y extorsiones. Uno de sus crímenes más recordados es el del periodista Héctor Toscano de diario El Mercurio. “Le dije que no se metiera conmigo, publicando lo que él no había comprobado (...) me dijo que él no me tenía miedo y ya ven lo que pasó: se fue a hacerle reportajes a Don Sata”, escribió “Cartucho” en una carta a una radio de Guayaquil. En 1985 la Policía emboscó a García y la segunda ciudad más importante de Manabí volvió a respirar.

En los 90 nuevamente los carros empezaban a desaparecer y más de un mantense reportaba haber sido extorsionado. Desde Quevedo había llegado Gustavo Párraga Llorenty, conocido como “La Rana”. Había matado al menos a cinco civiles y tres policías. En su banda se dijo habían comandos militares dados de baja por mala conducta y también algunos policías. Un grupo del GIR lo acribilló en febrero de 1993. La esperanza renació.

A finales de 2005, de pronto el rumor ganó la calle y se hizo un secreto a voces. La Policía permanecía pasiva ante la falta de denuncias. “En las ciudades pequeñas, donde no suelen ocurrir noticias importantes, las cosas se sobredimensionan”, decían las autoridades.

Pero todos sabían que un hotelero, el hijo de un industrial, la esposa de un comerciante, un ejecutivo pesquero y hasta una reina de belleza habían sido secuestrados. El 9 de marzo de 2006, unos 20 mil ciudadanos salieron a las calles en lo que se constituyó como la primera “Marcha blanca”. Después de la marcha, todos los policías de Manta fueron cambiados y este tipo de delitos disminuyó.

Pero casi al mismo tiempo empezó otra plaga, mortal por naturaleza, el sicariato. Para Trajano Andrade, exministro de Obras Públicas de este Gobierno y abogado de la familia de Lenin Chiriboga, “Ahora la situación es similar, varias bandas, no solo la de ‘Los Choneros’, han pretendido hacer de la ciudad un escenario para el crimen y han venido ganando de alguna manera poder en medio de la impunidad, desde hace ocho y 10 años atrás.
Han venido operando con la complicidad del sistema judicial que ha sido prácticamente uno de los que ha generado la impunidad, conjuntamente con autoridades de la misma Policía Nacional que está infiltrada”, asegura Andrade.
 
 
 
Fuente: REVISTA VISTAZO*

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