miércoles, 11 de julio de 2012

‘Mi nieta perdió a toda su familia’

***SNN




En su vivienda, en Ibarra. Luis Alfonso Alvarado y su hija Sonia velan por Isabel, una de las sobrevivientes del accidente del bus Espejo.

‘Estos cuatro meses han sido terribles. En el accidente de la cooperativa Espejo perdí a mi esposa, Yolanda Gómez (de 58 años), a mis hijos Yolanda Elizabeth y Álvaro Mauricio. A mis hijos políticos Marco Castillo y Ana Lucía Guamán.

También a mis nietos Steven y Melany Castillo Alvarado y a Adrián Alvarado Guamán. Además, a mi consuegro Galo Guamán.

Yo trato de seguir adelante por mi hija Sonia y mis cuatro nietos que me quedan. Así me aconsejaron familiares y psicólogos. Me dijeron que la vida continúa.

Mi hijo Mauricio vino a pasar el feriado de Carnaval con nosotros. Trajo a su esposa Anita, a sus hijos y a su suegro Galo Guamán. Había planeado ir a la playa de Las Peñas, en el norte de Esmeraldas.

La noche previa al accidente fue amena. Nos reunimos en mi casa, en Ibarra. Tomamos unos traguitos. Todos estábamos felices. Ahí decidieron viajar en bus interprovincial (la Espejo, de Carchi) y no en sus carros.

El 19 de febrero último se levantaron antes de las 05:00. Mauricio invitó a mi esposa, a mi hija Yolanda y a su marido Marco Castillo al paseo. Mi esposa, que no le gustaban mucho los paseos, aceptó la invitación para complacer a Mauricio, que vivía en Quito.

Mi esposa, Yolanda, me insistía que yo también fuera. Me decía ‘Negro’ vamos. Pero a mí me preocupaba que la casa quedara sola. Además, en la calle estaba el carro Trooper de mi consuegro y el auto Cóndor de mi yerno Marco. Por eso decidí no ir.

A las 08:00 más o menos, salí ala tienda para poner una recarga a mi teléfono celular. Pero no había sistema. Quería llamar a mi familia para ver cómo había llegado a la playa de Las Peñas.

Cuando retornaba a la casa una vecina me comentó que un bus de la cooperativa Espejo se había accidentado en la vía Ibarra-San Lorenzo y que había varios muertos. No le di mayor importancia.
Luego Xavier Castillo, hermano de mi yerno, llegó preguntando por Marco. Le expliqué que había madrugado para ir a la playa y que decidieron viajar en un autobús.

Ahí me dio la noticia. Me contó que un primo suyo, que es bombero, le había dicho que Marco viajaba en el vehículo que se chocó contra una peña y cayó a un barranco de unos cinco metros.

Me volví loco. Cerré las puertas de mi casa. Tomé un taxi y fui al hospital. Sentí un escalofrío que me recorría el cuerpo al ver una multitud y los patrulleros que cerraban las calles aledañas al hospital San Vicente de Paúl.

Mi primera sorpresa fue ver a mis dos nietas: Melany e Isabel. Salían en una ambulancia rumbo al aeropuerto de Ibarra. Les iban a llevar en helicóptero a Quito.

No sabía qué hacer. Esta situación ha sido desesperante. Pero tomé fuerzas. Intenté comunicarme, vía celular, con mis hermanos Manuel y Jaime, que viven en Quito. Quería pedirles que se hicieran cargo de mis nietas que iban al hospital Baca Ortiz.

En ese momento estaba solo. Un ex compañero del Ejército me llevó en una motocicleta hasta la casa de mi hermana Beatriz. Ella me ayudó a pedir a mis hermanos que contactaran a mis dos nietas.

Pero el drama recién empezaba. Fue un domingo terrible para mí. Regresé al hospital e ingresé desesperado atropellando a los guardias, que no permitían el paso de ninguna persona.

En el anfiteatro estaba mi hijo Mauricio, que era periodista del canal EcuadorTv. Fue un golpe duro verlo ahí inerte.

Me armé de valor y seguí reconociendo a mis parientes. Luego identifiqué a mi esposa. La tomé de la mano y no quería soltarla. Junto a ella estaba también Anita, mi nuera. Ella era periodista.

Parecía que el aire me faltaba. Varios psicólogos y enfermeras me sacaron de la sala. Me recomendaron no ingresar nuevamente a la morgue. Pero debía entrar para reconocer a mi consuegro, que también vivía en Quito. Solo yo podía hacerlo.

No sabía cómo avisarles a sus parientes. Tomé un teléfono celular de su bolsillo y llamé a sus hijos para darles la noticia.

Luego llegó mi hija Sonia y su esposo. Ellos me reanimaron. Tampoco viajaron a la playa, porque tuvieron un paseo a Ambuquí, de Ibarra, el día anterior.

Mis hermanos me llamaron desde Quito. Me informaron que mis nietas ingresaron al hospital. Sin embargo, Melany falleció días después. Fue terrible. Con ella perdí nueve familiares.

Yo sé que hay un Dios todopoderoso que me da fuerza para seguir adelante. Mi familia y las psicólogas me recomendaron que siguiera la rutina de antes por mi bien y el de mi familia.

Me quedan una hija y cuatro nietos.

Como ex militar me gusta hacer ejercicio. El último fin de semana participé en una maratón de 11 kilómetros desde Ilumán, en Otavalo, a San Antonio de Ibarra.

El deporte y los trámites que realizo se han vuelto una terapia para mí. Todos los días acompaño a mi nieta Isabelita, de 2 años, para que realice sus ejercicios de rehabilitación. Tiene un problema en una pierna por el accidente. Ella es la única sobreviviente de mi familia en esta tragedia.

Chabelita tiene la misma cara de mi hijo Mauricio. Desde el accidente está a cargo de mi hija Sonia, que vive en Ibarra.

Ella está tramitando la custodia de la niña que no sabe qué mismo pasó con sus padres y su hermano. En las fotografías los reconoce, pero no pregunta por ellos.

La noche cuando regreso a la casa es terrible. Está sola y llena de recuerdos. Cinco meses antes del accidente, mi hija Yolanda y su familia se mudaron a nuestra vivienda que ahora está vacía’.


La sanción no convence

La cooperativa fue sancionada con 15 días de suspensión de sus operaciones. La medida termina hoy y mañana volverán a circular los buses.

Las cosas no quedarán ahí, porque la familia planteará un juicio civil por daños y perjuicios. “Alguien tiene que velar por mi nieta, Isabel, de apenas 2 años”.

Yo no puedo viajar por la vía Ibarra-San Lorenzo. Me siento mal. En esa perdí a mi familia.  



Fuente: EL COMERCIO*


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