EL UNIVERSO
Pedernales, Manabí - Xavier Ramos
CAÑAVERAL DEL NARANJO, Manabí. Una corona se adjudicó la acémila ganadora del concurso El Burro más Guapo.
CAÑAVERAL DEL NARANJO, Manabí. Unas treinta casas se asientan en esta localidad del cantón Pedernales, de 50 años de antigüedad y que carece de servicios básicos.
El día se muestra intenso e inusual en Cañaveral del Naranjo, un poblado de unas treinta casas de madera levantadas entre montañas y vertientes del cantón Pedernales, en el norte de Manabí.
Es sábado pasado y en la cancha de césped, la única del sitio, se alista la elección del Burro más Guapo, un concurso que surgió como una forma de rendir tributo al animal de mayor utilidad para los campesinos que viven aislados de los grandes centros poblados y hasta de carreteras asfaltadas.
Cañaveral del Naranjo es un ejemplo. Está unido a la vía hacia Pedernales por un camino agreste de unos 16 kilómetros que por ratos se acorta al paso de despeñaderos o torrentes de agua.
Aunque es transitable para vehículos, es una ruta cubierta generalmente por burros y mulas, que “colaboran” con el transporte de agua de río para las casas, pero principalmente para sacar la producción durante los meses de lluvias, cuando el agua y el lodo impiden el ingreso de carros al poblado.
“Estos animalitos son de aguante, se hacen querer y nos ayudan a sacar los productos en invierno en cinco horas de camino”, dice Grendys Herrera, habitante que decidió participar en el singular concurso organizado por la Fundación Niños de la Montaña.
Con ayuda de vecinas y familiares, vistió a una acémila con la camiseta del club guayaquileño Barcelona; incluso le puso una pantaloneta azul que dejaba salir la tupida cola a través de un hueco y hasta le desenrollaron polines negros en las patas. El burro permanecía inquieto hasta que vio a una hembra, a la que llamó con sus rebuznos.
“No se queda quedito cuando ve a una”, dijo Herrera mientras cosía la camisa y la pantaloneta sobre el lomo del animal. En tanto, su esposo Rubén Moreira recortaba un cartel en cartulina con el nombre de Maruri como le bautizaron. “Es el presidente del Barcelona (Eduardo), Maruri”, dijo entre risas.
El animal que le llamó la atención era la burra que Liliana Cagua, pobladora de 25 años, vistió de enfermera. Primero pintó sus labios de rojo con un lápiz labial. Luego la cubrió con telas blancas y con cartulina formó un sombrero sobre el que dibujó una cruz roja y escribió el nombre: Lic. Cerafina.
A la par, en la vivienda de Orley Medranda, nacía un nuevo candidato: Quasimodo. Ataviado con un sombrero de paja, jean desgastado y manchado de lodo, una camisa naranja y una franela roja que cubría el cuello llegó el tercer y último participante del concurso.
Ricardo Quintana, coordinador del evento, dirigió la votación para escoger al asno más simpático. “Se nota que hay bastantes barcelonistas”, exclamó al final cuando tras el conteo se dio el primer lugar al burro vestido como jugador de fútbol. El segundo lugar lo ocupó Quasimodo mientras que Lic. Cerafina obtuvo el tercero.
“Le tocaba ganar a un burro”, decía una habitante. Lo afirmaba porque en la edición anterior ganó una burra que –por una discapacidad física– hacía bambolear su falda mientras caminaba. “Este concurso no es una vergüenza como algunos creen, es para que nos tomen en cuenta”, dijo Quintana.
La algarabía siguió con una carrera de burros de la que Maruri salió otra vez vencedor.
Los ganadores recibieron alimentos y trofeos. El burro ganador, una corona que lo cataloga como el “más guapo” hasta el año entrante cuando los pobladores buscarán nuevamente rendir tributo a este animal, y más que nada, llamar la atención de las autoridades, diciéndoles que Cañaveral del Naranjo existe en el mapa hace 50 años.
“Nos sentimos abandonados y seguiremos con el concurso para ver si nos toman en cuenta”, reiteró Moreira, el dueño de Maruri.
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