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Diario Expreso
La idea de llegar “virgen” al matrimonio, es una enseñanza que se ha aplicado a lo largo de muchos siglos. Sin embargo, las mujeres luchan por desterrar esa suposición de “símbolo de garantía”.
Carolina aspira con pausa un cigarrillo, eleva su mirada al infinito y piensa... Casi un minuto después, sonríe como si hubiera encontrado en su memoria un recuerdo algo travieso. Finalmente con un tono natural y casi sin conciencia dice: Lo primero que pensé el día que perdí la virginidad fue ¿eso era todo?
La joven tiene 20 años y tuvo su primer encuentro sexual a los 15 por la curiosidad de “saber qué se sentía”.
Manuel, quien está sentado junto a Carolina, escucha atento las declaraciones y con un ataque repentino de machismo interrumpe: “Las mujeres deberían tener más cuidado con eso... A mí me enseñaron desde pequeño que debo buscar mujeres de casa, para que sean las oficiales. Y su virginidad es la garantía de que ustedes son o no juiciosas”.
A Carolina pareciera que se le acabaron las palabras después de escuchar a su amigo. Sin embargo, Roxana, de 22 años, amiga de la pareja, con ideas y pensamientos un tanto más maduros se defiende.
“Desde mi experiencia, la importancia de la virginidad radica en tener el himen intacto o no, es decidir, seguir o no los valores impuestos por la humanidad. Para mí el sexo es una manera natural de sentirnos mujeres, cuando lo deseamos y con quien deseamos”, acota.
Por lo tanto, la idea de que una mujer inicie su actividad sexual a temprana edad, no es lo novedoso, sino, la lucha a la que se enfrenta en contra del “prestigio” que les otorga la tan nombrada virginidad.
Ana Granthiel, sexóloga y psicóloga clínica, sostiene que hace 50 años las mujeres tenían su primera relación sexual, con sus esposos, como parte de sus deberes conyugales y que en la actualidad es solo parte de una necesidad de exploración y libertad.
“No se censura la costumbre de llegar pura a la noche de bodas, con un marido oficial y un respaldo divino que proteja esa alianza. Las mujeres desean cambiar la importancia que se le ha dado al hecho de romper un himen”, acota Granthiel.
Asimismo Rosa Salazar, profesora de Ciencia Humanísticas, trae a mención un fragmento de la novela “Crónica de una muerte anunciada” escrita por Gabriel García Márquez en 1981, en la que Bayardo -uno de los personajes- devuelve a Ángela Vicario, luego de descubrir en la primera noche de bodas, que ella no era “virgen”.
La docente pretende explicar que en siglos pasados y hasta décadas “la única garantía de una buena mujer era la exhibición de la sábana de hilo con la mancha de honor”, como lo dice el mismo G. Márquez, para justificar la acción de Bayardo.
“Esa suposición de garantía es la que pretendemos desterrar... Las mujeres ocupamos cargos que inicialmente eran solo para hombres, asimismo también somos libres de decidir sobre nuestro cuerpo”, dice.
Gloria San Miguel, psicóloga educativa, asegura que no se trata de un feminismo extremo, ni siquiera de que la sociedad haya dejado atrás los valores de la familia.
“El punto es que esos valores se transformaron el día en que las mujeres empezaron a ver el sexo como una condición normal. Ellas han asumido un papel fundamental frente a la toma de decisiones”, afirma.
Gabriela es una de esas pocas mujeres que creen tener esa solitaria costumbre de nunca pertenecer a nada. Tiene 21 años y su historia es algo particular, la cuenta como si recordara algo olvidado.
“Nunca le di importancia a la virginidad, para mí eso nunca ha sido problema de las mujeres sino más un asunto de machos, ellos las prefieren así porque no están dispuestos a aceptar críticas”, relata.
Esta joven cuenta sin tapujos que estuvo un año y medio con su pareja, “sin ningún tipo de títulos” y fue ella quien le propuso que tuvieran relaciones sexuales. “Al principio se negó porque pensaba que yo me iba a enamorar de él. Fue bonito, no maravilloso, pero ese mismo día se acabó todo lo que había entre nosotros”.
En cambio, Fernanda, de 25 años, quien es una deportista incansable, afirma que lleva consigo el “karma de ser virgen”. Ella anhela “abrazar, sufrir, llorar y amar”, como lo hacen sus amigas
Su mirada refleja cierta tentación o pasión a punto de extinguirse. Sin embargo, dice entre risas que espera un hombre que “se apiade de mí, no busco a mí príncipe azul”.
“Sé que ese que esté conmigo la primera vez no va a ser mi primer amor, él solo va a ser un algo que me permitirá autodescubrir una parte de mi”.
La curiosa condición de ser virgen ha sido considerada como un mito, el que no es fácil despojarlo de los valores o costumbres de la humanidad. Sin embargo, es evidente de que las féminas -no en su mayoría- ya han dejado salir aquel tabú de su cabeza y le han permitido que vaya bajando y bajando.
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