miércoles, 8 de septiembre de 2010

NY, bajo ataque… de chinches y mapaches

***SNN
CUBADEBATE
La ciudad más rica del mundo está bajo ataque, que ha obligado a cierres de emergencia de todo tipo de comercios, desalojo de hogares y hoteles, gritos de susto y hasta huidas masivas e intensa actividad de expertos y funcionarios para buscar defensas mientras las autoridades piden calma a los habitantes.

Al parecer no hay ninguna defensa efectiva, a pesar de todas las medidas antiterroristas de la más alta tecnología y las acciones de los servicios de inteligencia.

¿Y quién es el enemigo esta vez? De hecho, hay dos y no se sabe si operan en conjunto para intimidar y amenazar a la gran manzana: chinches y mapaches.

Después de casi haber desaparecido durante décadas, las chinches se han vuelto el insecto que se come a Nueva York. Según la Asociación Nacional de Manejo de Plagas, se ha registrado un incremento de 71 por ciento en chinches desde 2001. En esta ciudad se registraron 12 mil 768 quejas en la línea de asistencia municipal en el año fiscal concluido el 30 de junio, 16 por ciento más que en 2009 y 39 por ciento más que 2008. Se calcula que uno de cada 15 neoyorquinos tenía chinches en su hogar en 2009, cifra que se supone es más elevada hoy.

Los insectos han invadido desde las colonias más lujosas a las más pobres. Han sido detectadas en el Empire State Building y en varios edificios residenciales, incluso en los muy lujosos del Upper East Side. Este verano una de las tiendas de Victoria’s Secret, en la avenida Lexington, fue obligada a cerrar para erradicar los bichos entre la ropa interior sexy de esta cadena de lencería.

Hollister, en Soho, cerró durante días la tienda de ropa muy de moda; ahí, empleados encontraron los insectos en su propia ropa; varios tenían ronchas por los piquetes de las chinches y nadie quiere pensar qué pasó con las y los modelos famosos que andan por toda la tienda casi desnudos.

También se encontraron chinches en el megamulticinema AMC, en plena Times Square, en el Centro Time Warner, en las oficinas de la revista de modas Elle y en las del fiscal de Brooklyn, entre otros lugares en meses recientes. Otras se ubicaron en la sede de Fox News.

Otras tiendas de lujo, como Bergdorf Goodman y Lord & Taylor, en la Quinta Avenida, están preocupadas por la plaga, y algunas han contratado equipos caninos especializados en detectar la presencia de chinches. Los hoteles, por supuesto, prefieren no hablar mucho del problema.

La plaga obligó al alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, a crear una junta de asesoría municipal para desarrollar “estrategias apropiadas” contra los chinches.

Y no es sólo esta ciudad: muchas de las grandes urbes del país están afectadas. Recientemente, el Centro de Control de Enfermedades y la Agencia de Protección Ambiental (ambas entidades federales) emitieron una declaración conjunta en la que advierten que “agencias de salud pública en todo el país se han visto abrumadas por quejas sobre chinches”.

Nadie sabe cómo volvieron, ni de dónde llegaron. Como en este país toda amenaza proviene del extranjero, la especulación es que los culpables son viajeros de otros países (para variar, algunos culpaban a mexicanos, aunque se reportó que las chinches que se han detectado en México llegaron más bien con viajeros procedentes de Estados Unidos). Esos insectos viajan fácilmente en la ropa, en bolsas, y se esconden en cualquier ranura; prefieren estar cerca de sus víctimas y gustan de la vida nocturna. Aunque no trasmiten enfermedades, sí chupan sangre y pueden provocar reacciones alérgicas.

Por ahora no hay un arma efectiva contra ellas, ya que después del uso excesivo de pesticidas las nuevas generaciones son invulnerables hasta por venenos muy tóxicos. Para desalojarlas, además de fumigar, hay que lavar todo (alfombras, ropa, cortinas, etcétera), a veces con vapor, algo que puede resultar muy costoso y durar hasta un mes.

La cosa está tan grave que el New York Times publicó un editorial este domingo llamado En busca de una solución para las chinches, en el que insta a las autoridades y a la industria a “expeditar” esfuerzos para encontrar mejores soluciones, argumentando que aunque no representan peligro para la salud, sí provocan un daño “emocional y psicológico”.

Por si no bastara con las chinches, cada vez más mapaches invaden sectores de la ciudad (con la excepción de Manhattan). Se han multiplicado las llamadas a la línea de asistencia municipal solicitando información sobre cómo expulsar a estos animales: son más de 2 mil 400 en lo que va del año, aunque ése es sólo un limitado indicador del tamaño del problema.

Los mapaches aparecen enfrente de casas, en las azoteas, y algunos han reportado su presencia en departamentos o casas. Tal vez lo que más asusta es que tienen una actitud muy neoyorquina: parecen no tener miedo de nada y poco les importa la reacción de sus vecinos.

La Jornada investigó el fenómeno. Todas las noches, frente a la casa de este corresponsal, tres mapaches lo miran y se vuelven indiferentes. Hace unas noches se escucharon ruidos violentos frente a la ventana del cuarto piso. Al abrir las cortinas para ver si se trataba de un intento de asalto, dos mapaches pequeños y uno grande miraban desde el otro lado de la ventana sobre unas escaleras de emergencia. Golpes contra la ventana, linternas enfocadas sobre sus caras y gritos valientes no lograron provocar alguna reacción de los animales enmascarados.

Al pasar a una segunda ventana, los tres mapaches también cruzaron para ver con curiosidad qué haría ahora ese bicho raro que parecía estar enjaulado en este zoológico humano mientras ellos gozaban de su libertad. Al final se aburrieron, dieron una vuelta y se echaron ahí mismo. Estas historias ya se han vuelto normales en esta ciudad.

¿Será por todo esto que a esta ciudad se le suele decir “selva de concreto”?

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