Desde el martes anterior Rafael Correa dejó el cargo de Presidente para recorrer el país como un ciudadano/candidato. Una nueva versión del postulante -no siempre apacible- se vio en un recorrido que sin descanso surcó dos provincias.
“Sabes... Esperaba una situación muy distinta. Una en la que en el viaje vería guardaespaldas en pleno avión, pero eso no ocurrió... Frescaso el tipo, como un ciudadano más”.
Daniel Abasco, de 37 años, luego de hacer esa confesión, no soportó la tentación del portentoso escenario del que estaba formando parte, tenía que sacar su smartphone y capturar el momento.
Tenía menos de cinco minutos en Guayaquil -después de tocar tierra en el vuelo EQ191 de Tame- y sin saberlo ni esperarlo se veía rodeado por no menos de 200 personas que esperaban a otro de los pasajeros de ese mismo vuelo. El estribillo “Ya tenemos presidente/tenemos a Rafael” le dio luces a Abasco de lo que estaba ocurriendo.
Galo Mora, secretario ejecutivo de Alianza PAIS, funge de maestro de ceremonia y explica frente a un ramillete de micrófonos y grabadoras que en pocos minutos saldría por la puerta de arribos nacionales -procedente de Quito- un “ciudadano común, pero muy especial para nuestro pueblo”.
Y lo especial era notorio: megáfonos, banderas, arengas, cámaras, dispositivos de seguridad y toda una sala de espera del aeropuerto José Joaquín de Olmedo de cabeza lo esperaban.
09:20 y nada aún. Candidatos a asambleístas como Raúl Patiño, Bairon Valle, Gastón Gagliardo, Nicolás Issa Wagner se pasean de un lugar a otro y se ponen de puntas para ver si al fondo de un extenso pasillo aparece la silueta de Rafael Correa.
La espera da sus frutos. La presencia del candidato es evidente. El bullicio es inmediato, una estampida de cuerpos verdes se abalanza hacia el presidenciable que esquiva manos que en su intento de saludarlo le golpean el rostro.
“Presidente, presidente... Empieza una campaña distinta, oficial, como ciudadano común”, se le alcanza a preguntar. Correa mira directamente a los ojos, esboza una sonrisa burlona y recuerda que “ya tenemos días en campaña”.
Agrega -esta vez con seriedad, sin risas- que “el presidente es Lenín Moreno y que...”. Correa es absorbido por una multitud que no lo deja terminar su declaración.
Empujando al que se cruza al frente está un grupo de guardias de seguridad. Una parte son los frecuentes celadores del Mandatario, pero en minoría.
El grueso de los vigilantes que acompañan al candidato son fornidos tipos con camisetas estampadas con leyendas a favor de Alianza PAIS.
Un dirigente de base horas más tarde explicaría que son guardaespaldas que lo acompañarán hasta el 14 de febrero -fecha en la que se termina su licencia- y que le darán protección en lugar de elementos de las Fuerzas Armadas, a pesar de que la institución -mediante un boletín oficial- afirmó que por más que exista una licencia de por medio, igual protegerían a Correa.
Atrás queda el pasillo del aeropuerto y una serie de propietarios de almacenes con muecas de desaprobación por el bullicio. Es hora de que en el parqueadero el candidato suba al “Correa móvil”, una camioneta adecuada con parlantes, micrófonos y un espacio para que poco más de una docena de personas vayan en el balde.
El candidato presidencial va en el centro. A su alrededor están Fernando Cordero, Juan Carlos Cassinelli, María Alejandra Vicuña, Octavio Villacreses, todos -a excepción del “Corcho”- candidatos a asambleístas del Guayas por los Distritos 2 y 3. La “proxémica” en ese automotor variará con el pasar de las horas y de los kilómetros de recorrido.
La caravana arranca con más de una centena de automotores donde, a diferencia de los días de Correa en la Jefatura de Estado, solo hay un carro oficial: una ambulancia del Ministerio de Salud. Eso sí, unos siete vehículos, sin placas, trasladan a la seguridad del candidato.
El resto va copado de dirigentes de PAIS y sus aliados (sobre todo Centro Democrático, del prefecto Jimmy Jairala), candidatos seccionales y uno que otro aventurero que se une al convoy que tiene su primera parada en Pascuales.
La seguridad entra en pánico. Correa quiere ser más accesible a las personas que lo saludan en el trayecto. En el corazón de esta parroquia -específicamente en la avenida 28 de Agosto- el candidato hace parar en varias ocasiones la caravana para saludar, tomarse un jugo y pedirle a un clan de adultos mayores “votar todo, todito 35”.
Los guardaespaldas se preocupan, corren y empujan. Más de un periodista y camarógrafo tienen un cruce de insultos con ellos.
Al llegar al recinto Puente Lucía otra vez la confusión. Correa hizo frenar el recorrido y reprendió a sus seguidores por hacer hasta cinco columnas de caravana que impedían circular con normalidad a los automotores que iban en sentido Nobol-Guayaquil.
El candidato pedía disculpas -a través de los parlantes- a los conductores que circulaban en el carril contrario. Esta parada también sirvió para cambiar las figuras que lo acompañaban en el “Correa móvil”.
Cambio en el plantel oficialista: salen y se regresan a Guayaquil Vicuña, Villacreses, Wagner, entre otros. Ingresan: Gastón Gagliardo, Dennisse Robles, Verónica Guevara, Ángel Rivero y Liuba Cuesta. La próxima llegada a Nobol hace que estos candidatos -que representan al Distrito 4 (cantones de la provincia, excepto Guayaquil)- sean los que ahora estén junto a Correa.
Al candidato le pasan un papel para que vaya nombrando una y otra vez a los representantes oficialistas en esta jurisdicción. Correa saluda, ríe, interactúa con las personas apostadas a los lados del carretero.
Se siente más libre que cuando realizaba recorridos a toda velocidad con una veintena de automotores del Estado en sus visitas oficiales. Ahora se toma su tiempo para todo, inclusive para bajarse en la tierra que vio nacer a la Santa Narcisa de Jesús para comerse la mitad de un plato de guatita y llevarse una tarrina de caldo de salchicha del restaurante “Aquí es fosforito”.
Su almuerzo no fue tranquilo. Mientras se llevaba la cuchara a la boca, el postulante a la reelección recibía reclamos por la falta de construcción de un hospital en el cantón.
A pesar de que la seguridad quería impedir esas “molestias”, Correa escuchaba con atención y los miraba fijamente, aunque decidió no responderles en ese momento.
Daniel Abasco, de 37 años, luego de hacer esa confesión, no soportó la tentación del portentoso escenario del que estaba formando parte, tenía que sacar su smartphone y capturar el momento.
Tenía menos de cinco minutos en Guayaquil -después de tocar tierra en el vuelo EQ191 de Tame- y sin saberlo ni esperarlo se veía rodeado por no menos de 200 personas que esperaban a otro de los pasajeros de ese mismo vuelo. El estribillo “Ya tenemos presidente/tenemos a Rafael” le dio luces a Abasco de lo que estaba ocurriendo.
Galo Mora, secretario ejecutivo de Alianza PAIS, funge de maestro de ceremonia y explica frente a un ramillete de micrófonos y grabadoras que en pocos minutos saldría por la puerta de arribos nacionales -procedente de Quito- un “ciudadano común, pero muy especial para nuestro pueblo”.
Y lo especial era notorio: megáfonos, banderas, arengas, cámaras, dispositivos de seguridad y toda una sala de espera del aeropuerto José Joaquín de Olmedo de cabeza lo esperaban.
09:20 y nada aún. Candidatos a asambleístas como Raúl Patiño, Bairon Valle, Gastón Gagliardo, Nicolás Issa Wagner se pasean de un lugar a otro y se ponen de puntas para ver si al fondo de un extenso pasillo aparece la silueta de Rafael Correa.
La espera da sus frutos. La presencia del candidato es evidente. El bullicio es inmediato, una estampida de cuerpos verdes se abalanza hacia el presidenciable que esquiva manos que en su intento de saludarlo le golpean el rostro.
“Presidente, presidente... Empieza una campaña distinta, oficial, como ciudadano común”, se le alcanza a preguntar. Correa mira directamente a los ojos, esboza una sonrisa burlona y recuerda que “ya tenemos días en campaña”.
Agrega -esta vez con seriedad, sin risas- que “el presidente es Lenín Moreno y que...”. Correa es absorbido por una multitud que no lo deja terminar su declaración.
Empujando al que se cruza al frente está un grupo de guardias de seguridad. Una parte son los frecuentes celadores del Mandatario, pero en minoría.
El grueso de los vigilantes que acompañan al candidato son fornidos tipos con camisetas estampadas con leyendas a favor de Alianza PAIS.
Un dirigente de base horas más tarde explicaría que son guardaespaldas que lo acompañarán hasta el 14 de febrero -fecha en la que se termina su licencia- y que le darán protección en lugar de elementos de las Fuerzas Armadas, a pesar de que la institución -mediante un boletín oficial- afirmó que por más que exista una licencia de por medio, igual protegerían a Correa.
Atrás queda el pasillo del aeropuerto y una serie de propietarios de almacenes con muecas de desaprobación por el bullicio. Es hora de que en el parqueadero el candidato suba al “Correa móvil”, una camioneta adecuada con parlantes, micrófonos y un espacio para que poco más de una docena de personas vayan en el balde.
El candidato presidencial va en el centro. A su alrededor están Fernando Cordero, Juan Carlos Cassinelli, María Alejandra Vicuña, Octavio Villacreses, todos -a excepción del “Corcho”- candidatos a asambleístas del Guayas por los Distritos 2 y 3. La “proxémica” en ese automotor variará con el pasar de las horas y de los kilómetros de recorrido.
La caravana arranca con más de una centena de automotores donde, a diferencia de los días de Correa en la Jefatura de Estado, solo hay un carro oficial: una ambulancia del Ministerio de Salud. Eso sí, unos siete vehículos, sin placas, trasladan a la seguridad del candidato.
El resto va copado de dirigentes de PAIS y sus aliados (sobre todo Centro Democrático, del prefecto Jimmy Jairala), candidatos seccionales y uno que otro aventurero que se une al convoy que tiene su primera parada en Pascuales.
La seguridad entra en pánico. Correa quiere ser más accesible a las personas que lo saludan en el trayecto. En el corazón de esta parroquia -específicamente en la avenida 28 de Agosto- el candidato hace parar en varias ocasiones la caravana para saludar, tomarse un jugo y pedirle a un clan de adultos mayores “votar todo, todito 35”.
Los guardaespaldas se preocupan, corren y empujan. Más de un periodista y camarógrafo tienen un cruce de insultos con ellos.
Al llegar al recinto Puente Lucía otra vez la confusión. Correa hizo frenar el recorrido y reprendió a sus seguidores por hacer hasta cinco columnas de caravana que impedían circular con normalidad a los automotores que iban en sentido Nobol-Guayaquil.
El candidato pedía disculpas -a través de los parlantes- a los conductores que circulaban en el carril contrario. Esta parada también sirvió para cambiar las figuras que lo acompañaban en el “Correa móvil”.
Cambio en el plantel oficialista: salen y se regresan a Guayaquil Vicuña, Villacreses, Wagner, entre otros. Ingresan: Gastón Gagliardo, Dennisse Robles, Verónica Guevara, Ángel Rivero y Liuba Cuesta. La próxima llegada a Nobol hace que estos candidatos -que representan al Distrito 4 (cantones de la provincia, excepto Guayaquil)- sean los que ahora estén junto a Correa.
Al candidato le pasan un papel para que vaya nombrando una y otra vez a los representantes oficialistas en esta jurisdicción. Correa saluda, ríe, interactúa con las personas apostadas a los lados del carretero.
Se siente más libre que cuando realizaba recorridos a toda velocidad con una veintena de automotores del Estado en sus visitas oficiales. Ahora se toma su tiempo para todo, inclusive para bajarse en la tierra que vio nacer a la Santa Narcisa de Jesús para comerse la mitad de un plato de guatita y llevarse una tarrina de caldo de salchicha del restaurante “Aquí es fosforito”.
Su almuerzo no fue tranquilo. Mientras se llevaba la cuchara a la boca, el postulante a la reelección recibía reclamos por la falta de construcción de un hospital en el cantón.
A pesar de que la seguridad quería impedir esas “molestias”, Correa escuchaba con atención y los miraba fijamente, aunque decidió no responderles en ese momento.
Un ciudadano en Palestina pudo esquivar los dispositivos de seguridad, eludir a los simpatizantes con banderas y megáfonos y quedar tan cerca de Rafael Correa que lo sacó de quicio.
“Así que, ciudadanos, el próximo 17 de febrero, todo 35 (...) Un voto por nuestros asambleístas es un voto por Rafael (...) A ver, me vas a dejar hablar o tendrás que retirarte”, le dijo el candidato a este hombre -que nunca quiso dar su nombre- que le gritaba, mejor dicho exigía y reprochaba por no hacer obras en la localidad. Correa intentó mantener la calma, pero los gritos del ciudadano pudieron más.
Antes de despedirse, el postulante de PAIS cogió el micrófono, buscó con la mirada al protestante y le “recomendó” ir al internet para que se enterara de que varios ministerios ya tienen previsto hacer obras en el cantón. Los aplausos arroparon al candidato, quien, en esta ocasión, salió vencedor.
El guión
Una jornada larga, sin dudas. Luego de alimentarse, el trayecto siguió con saludos a las poblaciones guayasenses de Daule, Santa Lucía, Palestina, Balzar y El Empalme. En tres de ellas frenó por completo la caravana, se subió a una tarima y presentó sus propuestas.
Esas alocuciones fueron idénticas en todos sus términos: resaltar los logros alcanzados en seis años de gobierno; criticar a Lucio Gutiérrez por prometer subir el Bono de Desarrollo Humano (BDH) y no haberlo hecho en su propio período presidencial; rechazar la nueva apariencia del “amigo del barrio” (Guillermo Lasso) al recordar su vinculación con el régimen de Jamil Mahuad; y afirmar que habrá una nueva reforma agraria y asegurar que en su mandato no se firmarán Tratados de Libre Comercio (TLC) que perjudiquen a los productores nacionales (hay que recordar que el recorrido surcó cantones eminentemente agrícolas).
Las horas y los kilómetros de viaje se consumían. Su llegada a El Empalme fue la más multitudinaria en Guayas. En este cantón Correa bailó, cantó e hizo de animador para que sus candidatos a asambleístas se presenten y aseguraran la voluntad popular.
Las fuerzas de muchos se quebraron a mitad de ruta. A ellos les sorprendió ver que el único que estuvo junto a Correa hasta Quevedo -destino final de esta jornada de martes- haya sido Cordero. “Puta que el ‘Corcho’ tiene aguante”, dijo un dirigente riosense cuando se enteró que el actual titular de la Asamblea arrancó la caravana desde Guayaquil.
En la ciudad fluminense el guión fue similar a la de otros puntos. Casi las mismas palabras, pero Correa seguía lúcido, al punto de percatarse que en el mitin en Quevedo habían miembros de un grupo que, en su momento, rompió relaciones con el partido de gobierno. “A ver... con ustedes no. Ustedes falsificaron miles de firmas y eso no lo podemos aceptar”, les dijo Correa a una docena de ellos.
El candidato se retira del escenario. La barrera de la medianoche ya fue cruzada y un nuevo recorrido le espera en pocas horas. ¿La campaña es distinta ahora? ¿Se siente el candidato más libre, sin el peso del poder?... Eso solo lo sabe una persona: el propio “ciudadano especial”.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
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