EL COMERCIO
La calle principal del pueblo. En esta comunidad hay 70 casas, de las cuales 12 son de adobe. El resto es de hormigón y de hasta tres plantas.
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Cañar miércoles 01/09/2010 Fija la mirada en su celular. María Udulia Lala, de 48 años, espera una importante llamada para saber qué pasó con su sobrino Freddy Lala, de 18 años. Él sobrevivió a la masacre registrada en Tamaulipas (México) el pasado 22 de agosto.
Esta indígena cañarense está literalmente acostada sobre la cima de una loma agreste en su natal Ger, en la parroquia Gualleturo (Cañar). Colocó su celular sobre una pequeña roca. “Está en el sitio preciso donde coge la señal”.
Una zona indígena: La parroquia Gualleturo de Cañar tiene 18 comunidades. Ger y Zhirín son netamente indígenas. En el resto (Malal, Gaza, Lavadel, Gualay, Purivín, Chiglidel') hay una mezcla de indígenas y mestizos.
Tras 20 minutos de espera entra la llamada desde México. Ella pone el altavoz y se acerca el teléfono. “No puedo coger el celular ni levantarlo porque pierdo la señal”. Es una suerte de ritual para las 250 personas que viven en este humilde poblado donde hay 70 viviendas.
Ger carece de telefonía fija y por ello cada familia tiene por lo menos un celular para hablar con los parientes que viven en EE.UU.
Para recibir las llamadas hay tres sitios en Ger. Los otros están en una calle empinada. Fueron descubiertos por sus habitantes, quienes también carecen de otros servicios.
Solo tienen agua entubada, energía eléctrica y el sistema de alcantarillado está en construcción. Los niños juegan descalzos por las empedradas y polvorientas calles. Allí está Jenny Lala, de nueve años.
Sus padres viven en Estados Unidos. Él se marchó cuando ella tenía pocos meses de nacida y su madre la dejó hace siete años. “No hablo con ellos porque no entran las llamadas. Mi hermana Josefina va a Cañar para comunicarse”.
Ger es silencioso. Sombrío. Las calles están vacías y las puertas y ventanas están cerradas. No hay tiendas y para comprar alimentos viajan a Ducur (18 kilómetros), cuenta Tránsito Chima, de 42 años.
Las pequeñas casas de adobe contrastan con las imponentes viviendas de hormigón de tres plantas, la mayoría pintadas de blanco y abandonadas. Los dueños son los migrantes que viven en EE.UU.
Solo hay 11 casas de adobe y la más pequeña es de Freddy Lala. Otra es de María Asunción Paguay, de 52 años. “Somos pobres”, dice, mientras friega con una bolita de cebo de borrego la frente de su hija Clarita, de siete años. Quiere controlar la fiebre. “No sé qué tiene”.
Hay una escuela donde se educan 80 niños. El promedio de escolaridad es de tercer año de básica. El sobreviviente y su esposa Angelita, de 17 años, solo aprobaron hasta ese grado porque sus padres no tenían dinero para hacerlos estudiar.
A los nueve años, Freddy Lala laboraba en agricultura y antes de los 15 se unió con Angelita. El padre Galo Gallardo vive en Gualleturo desde hace 40 años. Según él, por la falta de empleo los jóvenes se van a EE.UU. Su objetivo es construir casas de cemento.
La agricultura es incipiente por la falta de riego. Solo cultivan maíz y arveja para el autoconsumo. “Aqui no podemos regar”, cuenta Chima.
En Ger tampoco hay dispensario médico. Una vez al mes llega un médico de la comunidad de Zhulla a atender a la población, dice el teniente político de Gualleturo, Clemente Mora. Las enfermedades más comunes son los resfríos y problemas estomacales. También hay desnutrición, se lamenta Mora.
Por ello, se aplica la medicina ancestral, dice Chima: “Los niños enferman con frecuencia de dolor de barriga”. Ger es la segunda comunidad más grande en territorio y población de las 18 que son parte de la parroquia Gualleturo.
Una zona indígena: La parroquia Gualleturo de Cañar tiene 18 comunidades. Ger y Zhirín son netamente indígenas. En el resto (Malal, Gaza, Lavadel, Gualay, Purivín, Chiglidel') hay una mezcla de indígenas y mestizos.
Los niños también padecen de afecciones a la piel. Por ejemplo, John Pomavilla, de 10 años, empezó con un grano cerca de su ojo derecho. Por la falta de atención oportuna se le inflamó y se extendió hacia la nariz.
Ahora los habitantes de Ger solicitan raciones alimenticias.
Todas esas comunas están marcadas por la migración. Los padres viven en EE.UU. y a veces se olvidan de sus hijos y sus hogares, según María Udulia Lala. A Mora también le preocupa la situación de los emigrantes que están en camino y de los que están por marcharse.
Según él, ni estas tragedias frenan el éxodo. “Algunos creen que a ellos no les pasará o que es cuestión del destino”. El 60% de la población ha migrado en los últimos cinco años.
Dice que los coyotes llegan a convencer a la gente para llevarla a EE.UU. En Ger todos conocen que el coyote con quien pactó el viaje el sobreviviente es de Cuenca. Clementina Iñamagua lo describió como alto y gordo. La joven de 25 años es prima de Freddy y quiere emigrar. El coyote siempre llegaba porque “ha llevado a bastante gente.
Unos llegaron y otros fracasaron”.
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