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Los rituales tsáchilas cambiaron. La intención de curar a una persona con la energía de la naturaleza se aleja de lo que, hoy, algunos tsáchilas hacen para atraer la atención de los turistas.
Octavio Calazacón, médico vegetalista tsáchila, dice que no todas las personas tienen el don para curar. Por ello, denuncia, que algunas personas se valen de otras prácticas.
Cita un caso: en un huevo colocan tinta y lo sellan con vela. Luego lo frotan por el cuerpo de una persona y, al abrirlo, la tinta alarma al paciente. Hay gente, según su testimonio, que ha pagado hasta USD 1 000 por estas terapias de curación.
También se han establecido tarifas por observar estos ritos. Los turistas, nacionales y extranjeros, deben pagar entre USD 2 y USD 5. Un ritual puede durar entre cinco y 15 minutos.
La situación es distinta en un ritual tsáchila de limpieza tradicional en un consultorio y con un médico vegetalista. La consulta cuesta USD 10 y el ritual, 30.
Allí el poné (curandero) descubre la enfermedad del paciente. Los tratamientos para curar enfermedades graves pueden costar hasta USD 500.
En el último feriado, los tsáchilas abrieron las puertas de la comunidad a los turistas e hicieron demostraciones de los rituales en sus comunas. En una de las exhibiciones, un tsáchila mojó unas plantas de albahaca con licor y colonia. Luego las agitó alrededor de Ivonne P., una turista que llegó desde Guayaquil. Otros nativos bailaban alrededor.
El público tomó fotos del ‘espectáculo’. Por lo general, estas prácticas las realizan los tsáchilas jóvenes, que han encontrado en esta una forma de exhibir sus productos al turista. Germanio Aguavil es uno de ellos. Tiene 24 años y hace demostraciones a los visitantes extranjeros. Él dice que aprendió los artes de la curación de su abuelo y su padre.
Sin embargo, Octavio Calazacón dice que los jóvenes no pueden ser curanderos. Se necesita experiencia para poder ejercer: hay que estudiar 15 años y acompañar, otros 10 más, a los tsáchilas con trayectoria en sanaciones. “Un curandero estaría listo para liderar un ritual a los 35 años, aproximadamente”.
En las siete comunas tsáchilas hay 10 chamanes o curanderos. “Habían muchos más, pero han fallecido. También 100 jóvenes que se están preparando. Al 50% le hace falta alrededor de 5 y 6 años para convertirse en poné”.
En el consultorio de Manuel Calazacón, médico vegetalista tsáchila, los tambores se imponen en los rituales tradicionales que practica. En la habitación había una sábana roja que emulaba una cortina. Esta simboliza el poder de la sangre, en la sanación.
El paciente Pedro V. entró al cuarto. Allí se sentó en una camilla de madera. El poné empezó a realizar sonidos parecidos a los que hacen los pájaros. Con una planta de albahaca lo acarició.
Uno de los dos enfermeros que acompañan al curador prendió un tabaco. Calazacón lo fumó y arrojó el humo en el cuerpo del paciente. El olor era tan fuerte que costaba respirar con normalidad. El humo del tabaco y de las velas blancas sirve para sacar del cuerpo el mal aire y combatir las energías negativas.
El acto duró una hora. Los tsáchilas coinciden en que ese es el verdadero ritual. Él poné utilizó técnicas y piedras que fueron heredadas por las familias tsáchilas y que tienen más de 300 años.
“No todos los tsáchilas las tienen porque fueron entregadas por las fuerzas naturales a quienes tienen el verdadero don de sanar enfermedades”, cuenta el tsáchila Manuel Calazacón.
Los rituales verdaderos de curación deben hacerse en la noche. Según Octavio Calazacón a partir de las 18:00, pues es cuando la naturaleza se predispone para ayudar a los médicos vegetalistas a curar enfermedades y aumenta la concentración.
Mientras que, los que son por turismo, se realizan a cualquier hora y en cualquier lugar (ríos, comunas, casas). Según Agustín Calazacón, uno de los administradores del complejo turístico comunitario Tolón Pelé, los guías les explican a los turistas que los rituales son un simulacro de los reales. “Nunca los engañamos”.
Para Gumercindo Aguavil, gobernador de la nacionalidad Tsáchila, uno de los errores de muchos tsáchilas es que les han enseñado a los hijos que a través del turismo pueden generar recursos económicos y por ello se van perdiendo las tradiciones.
Punto de vista
‘Los tsáchilas sobreviven de su cultura’ Guillermo Robalino / Antropólogo de Santo Domingo
Hace unos 30 años, los tsáchilas tenían 20 hectáreas de tierra. Sembraban frutos, plantas medicinales y podían reproducirse sin complicaciones. Ahora tienen ocho hectáreas y por ello su producción agrícola ha mermado.
Los tsáchilas debieron optar por sobrevivir de su cultura. Unos, a través del chamanismo, y otros por medio de las artesanías. Al ver esto, las autoridades han convertido estas actividades en atractivos turísticos.
Muchas veces los chamanes tsáchilas han recurrido a intermediarios para que consigan clientes. Ellos aprenden algunas técnicas tsáchilas y se hacen pasar por curanderos. En 1985 hubo una denuncia a las autoridades sobre esta realidad, pero no hicieron nada. Los tsáchilas no deben ser manipulados. Cualquier cambio que tenga la nacionalidad no debe ser impuesto.
Fuente: EL COMERCIO*
Octavio Calazacón, médico vegetalista tsáchila, dice que no todas las personas tienen el don para curar. Por ello, denuncia, que algunas personas se valen de otras prácticas.
Cita un caso: en un huevo colocan tinta y lo sellan con vela. Luego lo frotan por el cuerpo de una persona y, al abrirlo, la tinta alarma al paciente. Hay gente, según su testimonio, que ha pagado hasta USD 1 000 por estas terapias de curación.
También se han establecido tarifas por observar estos ritos. Los turistas, nacionales y extranjeros, deben pagar entre USD 2 y USD 5. Un ritual puede durar entre cinco y 15 minutos.
La situación es distinta en un ritual tsáchila de limpieza tradicional en un consultorio y con un médico vegetalista. La consulta cuesta USD 10 y el ritual, 30.
Allí el poné (curandero) descubre la enfermedad del paciente. Los tratamientos para curar enfermedades graves pueden costar hasta USD 500.
En el último feriado, los tsáchilas abrieron las puertas de la comunidad a los turistas e hicieron demostraciones de los rituales en sus comunas. En una de las exhibiciones, un tsáchila mojó unas plantas de albahaca con licor y colonia. Luego las agitó alrededor de Ivonne P., una turista que llegó desde Guayaquil. Otros nativos bailaban alrededor.
El público tomó fotos del ‘espectáculo’. Por lo general, estas prácticas las realizan los tsáchilas jóvenes, que han encontrado en esta una forma de exhibir sus productos al turista. Germanio Aguavil es uno de ellos. Tiene 24 años y hace demostraciones a los visitantes extranjeros. Él dice que aprendió los artes de la curación de su abuelo y su padre.
Sin embargo, Octavio Calazacón dice que los jóvenes no pueden ser curanderos. Se necesita experiencia para poder ejercer: hay que estudiar 15 años y acompañar, otros 10 más, a los tsáchilas con trayectoria en sanaciones. “Un curandero estaría listo para liderar un ritual a los 35 años, aproximadamente”.
En las siete comunas tsáchilas hay 10 chamanes o curanderos. “Habían muchos más, pero han fallecido. También 100 jóvenes que se están preparando. Al 50% le hace falta alrededor de 5 y 6 años para convertirse en poné”.
En el consultorio de Manuel Calazacón, médico vegetalista tsáchila, los tambores se imponen en los rituales tradicionales que practica. En la habitación había una sábana roja que emulaba una cortina. Esta simboliza el poder de la sangre, en la sanación.
El paciente Pedro V. entró al cuarto. Allí se sentó en una camilla de madera. El poné empezó a realizar sonidos parecidos a los que hacen los pájaros. Con una planta de albahaca lo acarició.
Uno de los dos enfermeros que acompañan al curador prendió un tabaco. Calazacón lo fumó y arrojó el humo en el cuerpo del paciente. El olor era tan fuerte que costaba respirar con normalidad. El humo del tabaco y de las velas blancas sirve para sacar del cuerpo el mal aire y combatir las energías negativas.
El acto duró una hora. Los tsáchilas coinciden en que ese es el verdadero ritual. Él poné utilizó técnicas y piedras que fueron heredadas por las familias tsáchilas y que tienen más de 300 años.
“No todos los tsáchilas las tienen porque fueron entregadas por las fuerzas naturales a quienes tienen el verdadero don de sanar enfermedades”, cuenta el tsáchila Manuel Calazacón.
Los rituales verdaderos de curación deben hacerse en la noche. Según Octavio Calazacón a partir de las 18:00, pues es cuando la naturaleza se predispone para ayudar a los médicos vegetalistas a curar enfermedades y aumenta la concentración.
Mientras que, los que son por turismo, se realizan a cualquier hora y en cualquier lugar (ríos, comunas, casas). Según Agustín Calazacón, uno de los administradores del complejo turístico comunitario Tolón Pelé, los guías les explican a los turistas que los rituales son un simulacro de los reales. “Nunca los engañamos”.
Para Gumercindo Aguavil, gobernador de la nacionalidad Tsáchila, uno de los errores de muchos tsáchilas es que les han enseñado a los hijos que a través del turismo pueden generar recursos económicos y por ello se van perdiendo las tradiciones.
Punto de vista
‘Los tsáchilas sobreviven de su cultura’ Guillermo Robalino / Antropólogo de Santo Domingo
Hace unos 30 años, los tsáchilas tenían 20 hectáreas de tierra. Sembraban frutos, plantas medicinales y podían reproducirse sin complicaciones. Ahora tienen ocho hectáreas y por ello su producción agrícola ha mermado.
Los tsáchilas debieron optar por sobrevivir de su cultura. Unos, a través del chamanismo, y otros por medio de las artesanías. Al ver esto, las autoridades han convertido estas actividades en atractivos turísticos.
Muchas veces los chamanes tsáchilas han recurrido a intermediarios para que consigan clientes. Ellos aprenden algunas técnicas tsáchilas y se hacen pasar por curanderos. En 1985 hubo una denuncia a las autoridades sobre esta realidad, pero no hicieron nada. Los tsáchilas no deben ser manipulados. Cualquier cambio que tenga la nacionalidad no debe ser impuesto.
Fuente: EL COMERCIO*
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