Una mañana soleada es la que esperaba el pasado jueves 21 de junio a toda aquella persona que deseara ingresar desde la comuna Mibaque (del cantón Paján) hasta el sitio Ramo Grande (de Jipijapa), poblaciones fronterizas unidas por el río Grande. Quien no tenía caballo debía recorrer e incluso caminar sobre el lecho del río un promedio de 45 minutos, pues esa es la ruta establecida.
Desde hace menos de un año llegó al oído de los 200 habitantes de Ramo Grande el ofrecimiento de las autoridades para la rehabilitación de los 4 km que separa a Mibaque de esta comuna jipijapense que tomó notoriedad el 27 de junio del 2011, cuando seis personas de esa localidad y una de Montecristi fallecieron tras la colisión y explosión entre un bus de Coactur y la camioneta que hacía fletes a los comuneros.
Perdieron la vida Walter Lino, Leonel Rodríguez, Yolanda Pincay y los niños Ramón y Júnior Lino Chóez, Carlos Ariel Rodríguez e Imanol Robles, de 2 años (residente en Montecristi). Once personas resultaron heridas, entre ellas Vielka Palacios, madre de Robles y directora de la escuela Manabí; ella aún es sometida a cirugías para su restablecimiento.
A casi un año de ese hecho las ofertas de una carretera óptima, un subcentro de salud y mejoras de la escuela están latentes. Para los heridos la ayuda cesó, pero ellos aún deben subsistir, vender propiedades y endeudarse para tener dinero que les permita en algunos casos seguir con la rehabilitación física; en otros como los alumnos de la escuela Manabí, que aún deben recibir ayuda psicológica, pero todo eso está en suspenso.
En medio del dolor, los milagros también tienen espacio. Erika Lino Chóez, de 16 años, quedó casi en estado vegetativo y algunos médicos del hospital Verdi Cevallos Balda de Portoviejo indicaron que su vida se estaba extinguiendo, recuerda su madre Mariana Chóez.
A dos meses del accidente la joven movió las manos, no podía hablar porque el percance le produjo graves traumas cráneo encefálicos que le paralizaron el lado derecho del cuerpo. Pero luego comenzó a balbucear y en ese proceso de rehabilitación dejó Ramo Grande porque le era difícil salir ante la falta de una vía estable.
Una persona de Jipijapa le dio un cuarto que lo acondicionó y no le cobró por ello, pero ese convenio de palabra vence en agosto y Chóez no sabe a dónde ir, pues su hija comienza la terapia para volver a caminar con normalidad y dejar la silla de rueda que ha ocupado por más de 10 meses.
“Coactur me dio unos $ 3 mil y yo he gastado más de $ 20 mil en la rehabilitación de mi hija”, dijo Chóez. Con la dificultad que tiene para hablar, la joven sostuvo que quiere estudiar y volver a caminar, tanto como le gusta las canciones de los reggaetoneros Nigga y Makano.
Pero su semblante cambia cuando se le pregunta por el conductor de Coactur, Francisco Mendoza Jiménez, quien fue sentenciado a 5 años de prisión. Dijo con palabras entrecortadas que era muy poco tiempo “para un criminal”.
En Ramo Grande, las clases en la escuela Manabí no son iguales desde hace un año, debido a que tres alumnos ya no están entre los más de 30 que se educan ahí, mientras que otros cuatro llevan marcados sus cuerpos de cirugías y hasta el alma por lo que sufrieron.
Luis Delgado, director encargado de la escuela, señaló que tras el accidente recibieron la visita de delegados del Ministerio de Salud, Gobernación de Manabí, Dirección de Educación, de la Dinse de Manabí, quienes se comprometieron a concretar algunas ayudas, de las que también se hizo eco el alcalde de Jipijapa, Johnny Cañarte, pero a un año de aquello eso quedó en solo ofrecimientos, como también quedaron las promesas a los demás heridos.
Directivos de Coactur señalaron que desembolsaron más de $ 60 mil a favor de las familias de los fallecidos y heridos; de las autoridades gubernamentales no se tiene respuesta aún.
Fuente: EL UNIVERSO*
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