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Las coincidencias sobran. Los mismos tanques plásticos de combustibles, la misma marca de aceite para motor (Aeroshell), los chicles, la capacidad de pasajeros y la procedencia: México.
La avioneta Cessna O520 detenida en la pista Mar Abierto de San Pablo, en Santa Elena, es similar a la que chocó en las faldas de la Loma de la Muerte, a diez kilómetros de Pedernales, cerca de Brisas del Mar, en Manabí.
La operación iba para largo. Los agentes Antinarcóticos y del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) hallaron los hangares encadenados, tuvieron que romper los candados; una puerta de entrada de madera, impecable, laqueada de amarillo sobre puntales de cemento; y, una pista a la que recién se le había colocado asfalto en la parte final.
Mientras el inteligente Soy y la perra, que lo tenía alunado y lo inquietaba en su pequeña jaula, recorrían con los agentes los alrededores polvosos aledaños de la pista, donde quedan escasas máquinas antiguas para extraer petróleo, tres funcionarios de la Dirección de Aviación Civil (DAC) revisaban a la aeronave, que a las 13:32 fue sacada del hangar también amaderado, y encendida: estaba en perfecto estado.
A esa hora, la Policía aérea, había recopilado toda la información importante: su capacidad, 6 personas; su modelo, O520; sus dos tanque de combustible con capacidad para 150 galones; su panel instrumental recién cambiado, y la mitad cubierta por un color negro brilloso que la hacen aún más imperceptible a los radares.
"Debió volar a unos 300 metros". Fue lo que especuló uno de los agentes mientras aún revisaba la nave, carga de los 32 garrafones de entre 50 y 60 litros de capacidad, llenos del combustible azulado.
También esos recipientes eran mexicanos, hechos por la empresa Plastienvases. ¿Quién y por dónde llevó el combustible hasta los hangares? Las rutas son muchas.
A la pista se llega por la cabecera, por la parte trasera y por la puerta principal, adornada por exuberantes flores moradas que nacen en ese desierto.
Nadie en la zona sabe nada, pero a escasos cinco kilómetros hay dos pueblos, el uno es Santa Rosa y el otro, San Miguel, que se empolvan en las noches con la estela que dejan los lujosos carros que cruzan, al parecer, desde los baños termales.
"Solo pasan, nosotros seguimos con el ojo pegado porque no nos conviene ni ver ni oír", dijo el mayor del grupo de hombres y mujeres que se acercó al equipo de EXPRESO.
Nadie sabe si a la pista llegaban mexicanos o colombianos, pero con la capacidad de combustible la avioneta podía "ir y venir de México".
La operación emprendida desde el sábado, cuando jugaba la Selección de Ecuador con la de Argentina y aterrizaba la avioneta, pretendía hallar a los cabecillas de un supuesto cartel y a sus compinches, los que debían abastecer a la aeronave.
Ese mismo día, mientras los ecuatorianos se lamentaban de lo bien que jugó Lionel Messi y la mala alineación planteada por Reinaldo Rueda, la Policía se desplegaba en los cerros, en el monte, en el cementerio, en los pueblos cercanos a la pista de donde despegan los aviones mirando a San Pablo, un pueblo de pescadores donde se vende dorado, picudo, atún, miramelindo, bagre, pinchagua, chuhueco y que tiene una amplia salida al mar desde sus calles.
Esos mismos agentes que esperan encontrar a los responsables de la avioneta, "peinaron" el sitio buscando caletas, evidencias, gente implicada, pero hasta ayer por la tarde no hallaban "absolutamente nada", a más de cactus, casuchas y vetustos extractores de petróleo, de esos que se mueven con un 'sube y baja'.
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