Ellos obtuvieron los mejores puntajes en el examen nacional de ingreso a la Educación Superior del Gobierno, que puso a prueba las aptitudes y habilidades de 104 000 bachilleres.

Este cuarteto tiene rasgos en común: su gusto por manifestaciones del arte y el apoyo de la familia. Esperan que el plan de ir a universidades de prestigio se concrete.


María Gabriela Oñate Vega obtuvo 978 puntos sobre 1000
La libertad la llevó a la danza y a Nietzsche

El Centro del Amanecer iluminó la vida de María Gabriela Oñate. Ella ingresó a esta escuela de educación alternativa cuando tenía 4 años.

“Este plantel no impone la educación como una obligación para obtener un título, sino que conciencia a los estudiantes que la educación engrandece al ser humano”, dice Oñate.

La joven de tez trigueña y alegre expresión cuenta que nunca tuvo uniformes, deberes, exámenes, ni horarios de clase. Además compartió con niños especiales. Esto desarrolló su sensibilidad.

Oñate aprendió a leer a los 10 años. Para su madre, Consuelo Vega, esto es libertad. Ella cree que el principio fundamental del ser humano es el respeto y “en la educación tradicional no hay respeto por el desarrollo de cada niño”. 


A los 13 años María Gabriela ingresó a un colegio tradicional. Aunque cuenta que le fue difícil igualar el nivel educativo.

Luego se graduó en el Colegio Federico Engels, en Tumbaco. Oñate no se decidió por una carrera de inmediato. A los 17 años descubrió su pasión por la danza contemporánea.


Le gusta porque le “permite sentir su corporalidad”. Su madre es profesora de matemáticas, por eso los números no le causan dificultad.

Oñate prefiere los retos. Tiene problemas en ciencias sociales y por esta razón disfruta aprendiendo sobre esta materia. La lectura es su pasión.


Oñate cuenta con emoción que al último autor que leyó fue a Nietzsche. “Tuve que leer con diccionario en mano pero me encantó”. También le gusta el idioma francés. En el examen del 19 de mayo ella obtuvo 978 puntos sobre 1 000.

Postuló para estudiar Psicología Clínica en la Universidad Central y ahora tiene la oportunidad de postular a una de las 50 mejores universidades del mundo. Su madre interviene y dice que siempre tuvo “una chispa especial”. Ahora sus padres se sienten contentos y conmovidos.

Desde pequeña tuvo buena memoria. Oñate creció en contacto con plantas y animales en su hogar, ubicado Tumbaco.



Maybelin Ronquillo obtuvo 978 puntos sobre 1 000

La química está en su horizonte universitario

Para Denisse Encarnación no fue una sorpresa que su mejor amiga, Maybelin Ronquillo, haya sido una de las mejores puntuadas del país.

Desde que la conoce ha sido buena estudiante. Cuando eran compañeras en la Escuela Luz y Libertad, en el cantón La Concordia, Ronquillo fue la abanderada. Luego, en el Colegio Nacional La Concordia, obtuvo un reconocimiento como la mejor graduada.

En el último proceso de evaluación de educación superior, de la Senescyt, alcanzó 978 puntos, de los 1 000 posibles. Su mejor amiga fue la primera en felicitarla cuando se hizo pública la noticia.

“Me siento muy orgullosa de ser parte de este grupo. Creo que es una gran oportunidad que no pienso desaprovechar”, dice la joven, de contextura delgada.

La idea de viajar al exterior no la asusta. Aunque lo más duro –reconoce– sería alejarse de sus padres y amigas. Roberto Ronquillo, su padre, dice que la apoyará en la decisión que tome.

Él la mira y evoca sus años de infancia. “Le gustaba practicar fútbol con sus amigos y también jugaba a vestir muñecas”.

La joven sonríe. No recuerda la posición que ocupaba en la cancha de fútbol. Su atención ahora está en las oportunidades que se le abrieron con los resultados que obtuvo. 


Dice que espera ingresar a un instituto de nivelación en Quito, antes de encarar su carrera universitaria.

Ella podrá estudiar, becada, en una de las 50 universidades más importantes, si todo sigue el curso previsto en los planes del Gobierno Nacional. Pero Ronquillo aún no ha decido en cuál. Dice que se tomará el tiempo necesario para elegirla.

Sí tiene clara la carrera que estudiará: Ingeniería Química. Las materias relacionadas con la química que dictaban en su colegio eran sus favoritas.

“Sin dejar de ser una buena estudiante, se daba tiempo para compartir con sus amistades, salir a bailar y escucharnos cuando teníamos algún problema”, dice su mejor amiga. “Merece todo lo que le está pasando”.



Juan Daniel Salazar obtuvo 972 puntos sobre 1000

Sus notas bailan al compás del violonchelo

El ambateño Juan Daniel Salazar, de 18 años, forma parte de los estudiantes del Grupo de Alto Rendimiento (GAR). Él es estudiante del colegio particular Pío X.


Salazar aún no sabía con qué puntaje aprobó los exámenes. Pero por pertenecer al GAR le permitirán escoger una universidad en el exterior.

En caso de que decida quedarse en el país estudiará Mecatrónica en la Escuela Politécnica del Ejército o ingeniería mecánica o eléctrica en la Escuela Politécnica Nacional.

No descarta ningún centro de estudio superior en el exterior.

En los días anteriores a la prueba, Salazar se preparó de dos maneras. La primera en su colegio con la asesoría de sus profesores.

La segunda forma de preparación fue su ingreso a la Corporación de Estudios Administrativos y Sociales, que nivela alumnos.

Salazar se convirtió en un estudiante del GAR pese a que tiene un día copado de actividades estudiantiles y culturales.

Estudia el colegio en la mañana de 07:30 a 13:30; de 15:00 a 19:00 asiste a sus clases de música en el Conservatorio La Merced, él entona el violonchelo. Además, pertenece al grupo

Adagio de Cámara de la Casa de la Cultura Núcleo de Tungurahua.

A partir de las 22:00 hace sus tareas hasta las 01:00. En exámenes se entiende hasta las 04:00.
Por sus calificaciones fue escolta del Pabellón Nacional.

Sus padre Juan Galarza es un ingeniero civil. Su madre Alexandra Panimboza es Analista Programadora. Ella estuvo embarazada de Juan Daniel cuando ayudaba a su esposo en la tesis de grado. Al mismo tiempo que investigaban y levantaban los textos escuchaban música clásica.

Opinan que eso influyó mucho en su hijo. La sorpresa fue mayor cuando aprendió a leer y a escribir a los cuatro años. “Se aburría cuando asistía a las clases de la escuela”, dicen sus progenitores.

Cuando no estudia o toca el violonchelo disfruta del cine y la televisión con su hermano Iván. También juega con su perro Benjamín, un pastor alemán.
Nathalie Bonifaz, obtuvo 972 puntos sobre 1 000

El teatro y Jaime Guevara la conquistaron

Jugando a disfrazarse con telas y vestidos del taller de costura de su madre, Nathalie Bonifaz desarrolló un gusto especial por las artes escénicas.

Esta joven de tez trigueña y ojos nostálgicos creció en pleno Centro de Quito. La intersección entre las calles Cotopaxi y Esmeraldas fue su primer escenario.

A los 7 años hacía adaptaciones de los cuentos de hadas. Interpretó junto a sus primas el cuento de la Bella Durmiente.


Su madre, Alba Yandún, cuenta que cuando Nathalie estaba en la Escuela Naciones Unidas sus maestros le llamaban la atención constantemente. “Era muy inquieta, pero era buena alumna”.

Luego, en el Colegio Simón Bolívar, Bonifaz reconoce que no se destacó por su rendimiento académico. Más bien su gusto por el teatro fue lo que marcó su paso por el plantel fiscal.

“El teatro es mi manera de expresar lo que siento, convertirme en distintos personajes me permite apartarme de la realidad”.

Recuerda con emoción que interpretó al cronista en las obra ‘El avaro’ de Moliére, y cuenta la anécdota de que perdió su fusil en el momento en el que actuaba como el personaje malvado de la obra ‘Las tres Manuelas’ en el Teatro de la Casa de la Cultura.

Bonifaz se graduó del colegio hace un año. Cuenta que rindió en dos ocasiones los exámenes de admisión a la Universidad Central, ¡pero reprobó!

Ahora ella aspira a estudiar Ingeniería Química en Cambridge, en Inglaterra.

Recuerda con cariño a su maestra de matemáticas Anita Arias. “Ella hacía las clases divertidas y también era muy justa”.

Bonifaz se declara como una chica rebelde; confiesa que su cantautor preferido es Jaime Guevara, el roquero contestatario de Quito. Dice que le gusta porque en las letras de sus canciones habla sobre la realidad social y admira su irreverencia. La poesía y la trova también le apasionan.

Bonifaz no conoció a su padre. Su madre sacó adelante a sus cuatro hijos. Para ella el logro de su hija es una bendición de Dios.






Fuente: EL COMERCIO*