“El 10 de agosto no se alcanza la independencia como tal, pero se logra tener la soberanía del pueblo quiteño (ECUADOR)”
Las calles de la capital albergan cuidadosamente la historia tras doscientos tres años del primer grito de independencia.
Con puñal en mano, Manuela Cañizares no permitió que los próceres dieran su brazo a torcer en pro de la independencia.
Los revolucionarios usaban la casa de la casa de Manuela Cañizares para dar forma a sus ideas de libertad.
Hoy por hoy la casa de Manuelita continúa en pie detrás de la catedral, siendo la morada del párroco del sagrario.
Pero en la planta baja quedan pocos recuerdos. Junto a la pileta están las habitaciones con candado, las que serán utilizadas como bodega de comerciantes informales.
Inolvidable 10 de agosto
La noche del 9 de agosto de 1809 tomaron la decisión final: liberar a Quito de manos del yugo español, aunque eso significara entregar sus vidas.
A la mañana siguiente Juan Pío Montúfar, Antonio Ante, Juan de Dios Morales, Manuel Quiroga y Manuel Larrea destituyeron al Conde Ruiz de Castilla en representación de los quiteños.
Estos hechos ocurrieron en el actual palacio de Carondelet, que hasta esos días tenía aproximadamente seis años de construcción.
El 10 de Agosto de 1809 fue la fecha clave para dar inicio al proceso revolucionario que duraría hasta 1812.
Hoy, la sala que vio nacer la independencia quiteña es un museo que guarda con orgullo el logro de los próceres.
Batalla casi perdida
En tres meses los ánimos se fueron al suelo, pues se restituyó al conde, quien ordenó la prisión de los revolucionarios.
A los principales protagonistas de la revolución los encierran en los calabozos del cuartel Real, de Lima, donde podían recibir la visita de sus familiares solo algunos días.
Las condiciones eran totalmente precarias, pero el anhelo por salir a defender sus ideales los mantenía con vida.
Llegan desde Lima las tropas para defender la corona española y el conde ordena que fusilen a todos en los calabozos del cuartel Real, de Lima, el 2 de agosto de 1810.
Incluso mataron sin compasión a los rebeldes que iban a apoyarlos.
Se irrespetaba hasta la autoridad de la iglesia, pues el conde ordenó a las tropas fusilar a cualquiera que se interpusiera en el camino.
Durante la masacre fueron asesinados alrededor de 300 quiteños que salían de sus barrios para defender a los independentistas.
Actualmente el lugar que vio caer la sangre de los patriotas es el Centro Cultural Metropolitano, donde los recuerdos están plasmados en asombrosas figuras de cera.
Posteriormente llegó a Quito Carlos Montúfar, hijo de Juan Pío Montúfar, como enviado de la corona para solucionar la catástrofe que se vivía en Quito.
Carlos Montúfar es otra de las figuras importantes en el proceso independentista, pues al ver a su padre en prisión lucha incansablemente por conseguir la libertad de los próceres para continuar con la idea de terminar con el yugo español.
Montúfar logra que la corona española confíe en él y un año más tarde del cruel asesinato de su padre consigue que inicie el primer Congreso de Diputados para Quito, hecho que demostraba la soberanía del pueblo quiteño.
Sin opresión
“Estos hechos eran la locura de la época”, afirmó Juan Paz y Miño, historiador.
Quito representa la pionera de la independencia latinoamericana, pues hasta 1809 solo Bolivia había iniciado un proceso de independencia.
Sin embargo para Paz y Miño, “el primer grito de la independencia quiteña” fue reconocido en todas partes del mundo.
Para el historiador, sin este hecho, nuestra historia estaría atada al coloniaje de la corona española, al sin número de impuestos y a la opresión.
“Hasta el año 70 África era una colonia, mientras que en Ecuador las ideas revolucionarias por la independencia habían dado excelentes frutos”, expresó.
“El 10 de agosto no se alcanza la independencia como tal, pero se logra tener la soberanía del pueblo quiteño”, aseguró.
Diariamente transcurren por el escenario de la libertad, transformada hoy en una inmensa urbe, cientos de personas que no recuerdan el significado de esta fecha, afirmó el sociólogo Carlos Iglesias.
“Quito, luz de América”, distingue a la capital de los ecuatorianos como la precursora de los derechos soberanos.
Hoy es una metrópoli
Del Quito antiguo quedan muy pocos recuerdos. Después de centenares de años y con alma de libertad la capital se convirtió en una inmensa urbe económica, turística y comercial.
Una de sus principales arterias es la avenida 10 de Agosto, conocida hace 67 años como 18 de Septiembre.
La empedrada calle iniciaba en San Blas y llegaba únicamente hasta la avenida Colón, el trayecto era bastante complicado para quienes se dirigían diariamente por el sector.
El tranvía, construido en 1914, cubría el recorrido desde Chimbacalle hasta la Colón y costaba solo dos reales.
Actualmente la avenida 10 de Agosto se extiende desde San Blas hasta el monumento al Labrador, donde cambia de nombre por Galo Plaza Lasso.
Aún muchos quiteños no se acostumbran al cambio y la siguen llamando “la 10”.
Pero “la 10” también guarda algunos recuerdos, pues continúa firme el primer edificio más alto de Quito, el Benalcázar 1000.
Todos los días la avenida 10 de Agosto ve transitar a paso rápido cientos de quiteños que han olvidado el precio de la libertad que hoy poseen.
Según Carlos Iglesias, los quiteños, y en sí los ecuatorianos, deben agradecer la labor abnegada y sacrificada de los próceres que fueron perseguidos durante casi dos años hasta conseguir la firma del Acta de Independencia.
Para Iglesias, las ideas revolucionarias de Espejo fueron fundamentales para que hoy Quito luzca como la ciudad desarrollada e independiente que es.
“El 10 de agosto fue fundamental para nuestra vida”, afirmó Iglesias.
Los museos están de fiesta
Los diferentes museos de la capital se visten de gala para recibir a los turistas.
En cada uno de sus rincones se reflejada la historia, a través de la cual se forjó el nacimiento de la República del Ecuador.
En el Centro Cultural Metropolitano puede apreciarse la cronología independentista, conocer los calabozos y sentir casi como si estuvieran vivos a cada uno de los personajes de cera.
En el museo del convento de San Agustín se encuentra la réplica del Acta de la primera Junta Soberana.
Sus puertas están abiertas de martes a domingos y el costo de las entradas oscila entre un dólar para menores de 12 años y discapacitados, dos para estudiantes y tres para adultos.
Fuente: EXTRA*
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