sábado, 18 de diciembre de 2010

Lo que dejó el caso Chila-Cheme

***SNN

El secuestro, amenazas de muerte y tortura al colega Guido Manolo Campaña, quien investigaba para este Diario una denuncia sobre suplantación de identidad por parte de un jugador de Liga (Q), revelan el profundo grado de descomposición que envuelve al mundo del fútbol, pese a los esfuerzos de directivos que, lamentablemente, son minoría.


A la violencia en los estadios, los excesos de las llamadas ‘barras’, que ya causaron la muerte de un niño; las acusaciones y amenazas a los árbitros, el coyotaje en las expediciones de la Tri, que provocó un juicio con una sentencia que fue un auténtico parto de los montes; la alteración de la identidad de algunos futbolistas y otras ‘minucias’ que no han motivado la menor reacción del Estado, se unen el secuestro de Campaña, que evidencia el acoso delictivo alrededor del balompié.


Una de las conclusiones que sacamos de este reprobable hecho es que la justicia deportiva no existe en el país. Pueden citarse cientos de casos de violaciones a las reglas del fútbol que, pese a su gravedad, acaban con fallos superficiales que luego son aminorados o borrados en los congresos de la FEF.


Nuestra legislación deportiva ha elaborado cuidadosamente formas de convivencia o impunidad y en las leyes ordinarias no hay quién indague el recurso que permita fiscalizar, intervenir y enjuiciar a los responsables de ilícitos en el deporte.


En Argentina, por ejemplo, existe la Inspección General de Personas Jurídicas (IGPJ), a la que pueden acudir socios o dirigentes de las instituciones civiles cuando se vulneran las leyes sociales. Elecciones fraudulentas han sido anuladas; fiscalizadores de la IGPJ han intervenido clubes y federaciones para examinar sus actos administrativos y sus cuentas. En Brasil hasta el Congreso ha incursionado en las instituciones futbolísticas. Chile y Colombia lo han hecho en varias ocasiones, por no citar a España, cuyo Consejo Superior de Deportes anuló las elecciones truchas que pretendieron imponer una directiva en Real Madrid.


En ninguno de esos países se argumentó, como escudo de impunidad, que las instituciones deportivas son privadas y que están sujetas a federaciones internacionales y no a la legislación soberana de cada país, lo que sí ocurre en Ecuador.


El caso Chila-Cheme aparece como una mera “vivarachería” de un futbolista y así se pretende que quede, con una sanción administrativa de suspensión de este, cuya rebaja ya se exige por “cuestiones humanitarias”. Mientras, frente al crimen de secuestrar a un comunicador para que no siga indagando un delito, los organismos gremiales del periodismo nacional no han emitido una sola frase de condena; sí lo han hecho Fundamedios, en Quito; la Sociedad Interamericana de Prensa, en Miami; y el Comité Internacional para la Protección de los Periodistas, en Nueva York.


Sabemos hoy que dos fiscales de Guayas conocían de la posible suplantación de identidad desde hace dos años, pero la indagación no avanzó. ¿Se harán los diligentes ahora que el caso hizo crisis y alcanzó notoriedad pública? ¿Qué explicación puede dar al país el Fiscal General de la Nación? También se sabe que el Registro Civil planteó a la Ecuafútbol una depuración de los listados de futbolistas y que esta se negó a aceptar.


Pero no solo la Fiscalía del Guayas estaba en antecedentes. También Liga, que fue notificada por el verdadero Gonzalo Chila en agosto pasado con denuncia a Patricio Torres, vicepresidente del club, antes de un viaje del equipo a Japón. Torres, un dirigente experimentado, optó por guardar silencio pues no comunicó el suceso a la FEF para que lo investigue.


Otro episodio extraño de este “culebrón” futbolero es su trivialización por parte de otro antiguo dirigente albo: Rodrigo Paz. En una entrevista en radio La Red, el 9 de este mes, culpó, a Barcelona y Emelec de tratar de “obtener provecho de un asunto en el que Liga no tuvo nada que ver”. Liga, que sabía del caso desde agosto, hizo intervenir en el campeonato a un jugador con identidad fraudulenta, violando las reglas del torneo. Otra cosa es que los dirigentes de la FEF se hayan hecho los distraídos ante las pruebas presentadas por Emelec, en su impugnación, y se limitaran a sancionar al futbolista.


Paz tuvo expresiones críticas para este rotativo al decir: “Me apena que un prestigioso diario como EL UNIVERSO le haya dedicado su portada por tres días seguidos al tema Chila. Si bien es necesario que en todo el país haya libertad de prensa, hay que publicar la verdad y no basarse en supuestos”. El “supuesto” al que alude Paz es una realidad. Así lo confirmó la Dirección Nacional de Registro Civil. Gonzalo Chila, jugador albo, era Ángel Cheme, lo cual no era una novedad para su club.


El caso Chila-Cheme es otra voz de alerta. No es hora de sumisiones y complicidades periodísticas, ni de blanduras judiciales. En los años ochenta y noventa, el narcotráfico y su natural consecuencia, el lavado de dinero, se apoderaron del fútbol de Colombia. Dirigentes, árbitros, periodistas y jugadores fueron asesinados, secuestrados, amenazados. Quizás el episodio Chila-Cheme no vaya por ese camino, aunque antes de la denuncia la prensa publicó que el supuesto Chila era tentado por el América de México.


A Rodrigo Paz hay que recordarle que la tarea de los periodistas es ‘descubrir’ lo que el poder trata siempre de ‘encubrir’, y que de esa lucha surge la calidad de democracia y libertad de prensa que un país posee. El “supuesto” de la falsificación de identidad, que Liga no quiso investigar y sí lo hizo este Diario, está ahora en manos de la Fiscalía, que tiene la obligación de indagar hoy lo poco que hizo en los últimos meses.


Es una verdad irrefutable que con libertad es posible hacer un periodismo bueno, malo o regular, y que sin libertad no hay posibilidades de hacer periodismo, solo propaganda.

Fuente: EL UNIVERSO

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