***SNN
Ricardo Tello Carrión
ricardo.tello@ucuenca.edu.ec
La primera reacción luego de conocido el sangriento accidente del bus de la cooperativa Reina del Camino, en La Crespa, Manabí, y que dejó 37 muertos, fue que el Consejo Nacional de Tránsito, CNT, clausure las oficinas de la empresa en mención.
Fue la misma reacción que el CNT atinó a tomar cuando un bus de la cooperativa Turismo Oriental se accidentó en el sector de la Laguna de Yambo, el 29 de octubre anterior, terminando con la vida de 42 personas y poniendo al descubierto las precarias condiciones de la transportación interprovincial ecuatoriana: un conductor que había estado al volante más de diez horas, en un automotor que tenía los neumáticos en pésimo estado.
En aquella ocasión, presionados por la opinión pública y el sentido común, se montaron operativos de control en varias provincias para evitar que vehículos en malas condiciones salgan a sembrar más muerte en las carreteras. Pero fue solamente una medida destinada a calmar a la opinión pública.
Entre uno y otros accidentes, muchos percances más ocurrieron en diferentes provincias, según registros individuales de medios digitales. Casi todos con víctimas fatales.
La madrugada de este lunes, y ya cuando la noticia de los 37 muertos había salido de la agenda de muchos: autoridades, prensa, policía de tránsito, etcétera, me embarqué en un bus de la cooperativa Turismo Oriental en la ruta Cuenca-Macas. Como uno más de los miles de usuarios que todos los días se aventuran por las –hoy por hoy– modernas carreteras ecuatorianas, esperé por los controles y operativos de seguridad y antidelincuenciales.
Nada.
La unidad, que cubrió en nueve un recorrido de siete horas, se detuvo en todo momento recogiendo pasajeros improvisados. Eso a pesar de que cinco días antes delincuentes asesinaron con un disparo en la cabeza a un conductor de la misma empresa por negarse a detener el vehículo para desvalijar a los pasajeros. Manuel Enrique Fárez Guazhima, de apenas 19 años, murió cuando intentaba proteger a los pasajeros, aunque fue él mismo quien recogió a los delincuentes en la carretera.
Tampoco hubo la revisión mecánica previa –ni siquiera una inspección visual– que anunciaron como medida preventiva. La empresa incumplió el itinerario previsto, y a Macas llegamos con 23 pasajeros de pie por una ruta que estaba prevista. Este es solo un ejemplo.
Entonces, que las carreteras se llenen de tragedias es la culpa de muchos. De las empresas que no se rigen a medidas mínimas de garantía para sus usuarios; de conductores que sobrepasan con mucha frecuencia la capacidad de sus límites físicos; de policías y autoridades, como las del CNT, que reaccionan diligentes solamente cuando lo peor ya se ha consumado.
Quizá la frecuencia con la que ocurren estos accidentes, prevenibles, nos ha insensibilizado y lo que hacemos al enterarnos de ellas es destinarlas a la parte de la conciencia que guarda las frías estadísticas.
Mientras tanto, un abultado filtro administrativo ha engrosado la burocracia, mientras los accidentes no disminuyen. Al contrario, se incrementan.
Quizá una medida necesaria sería la de clausurar al CNT. Allí veremos qué acontece.
Mientras tanto, ¡hasta el próximo accidente!
Fuente: EL UNIVERSO
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