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Patricia Estupiñán | VISTAZO
Desnudando sus prejuicios, la sociedad ha decidido tirarle toda la culpa a Antonio Cheme, olvidándose de los buitres que contribuyeron para su delito.
Paradojas del Ecuador: una de las provincias más ricas es una de las más pobres. Bautizada como Esmeraldas por sus 11 millones de hectáreas de bosques de los cuales sale el 80 por ciento de la madera que demanda la industria forestal, 21 por ciento de su población vive en extrema pobreza (un dólar al día). El promedio nacional de analfabetismo es nueve por ciento, Esmeraldas tiene 12 por ciento; el promedio de escolaridad en el país es de 7,89 años, en Esmeraldas alcanza 7,14 años. El futuro pinta desesperanza. Una de las pocas luces está en el fútbol, que se juega en calles polvorientas, con pies descalzos y hambre de sueños. La pelota, en muchos, es una extensión del pie y un alto porcentaje de jugadores de la selección nacional ha nacido en Esmeraldas. Sin embargo de ser una cantera de futbolistas, la provincia no tiene un equipo que juegue en la primera división del fútbol profesional. Por ello, cuando los más aventureros dejan Esmeraldas en búsqueda de los equipos profesionales, muchos están dispuestos a vender el alma y el nombre, por llegar a jugar.
Cuando un equipo mexicano tenía interés por contratarlo, Antonio Cheme, que había jugado por siete años con la identidad de Gonzalo Chila, vio derrumbarse la mentira sobre la cual edificó su carrera profesional. Por siete años debió vivir con la angustia de no ser quien decía ser, de responder a un nombre que no era el suyo, de ser extorsionado por quienes conocían su oscuro secreto ¿y todo por qué? Porque quería jugar en las divisiones inferiores de un club y su edad no lo permitía.
No es la primera vez que jugadores alteran sus documentos personales para jugar en diferentes categorías: por lo general se quiere que mayores de edad jueguen en las divisiones inferiores para que tengan una ventaja sobre los más jóvenes. Un secreto a voces del cual son cómplices los agentes de jugadores, los clubes, las federaciones de fútbol. Tampoco es la primera vez que una suplantación de identidad se ha hecho pública. La corrupción en el Registro Civil ha permitido que se entreguen 500 mil cédulas falsas (César Frixone, exdirector del Registro Civil), que en Angostura haya existido una “oficina” para cedular a guerrilleros de las FARC (Francisco Huerta Montalvo), que capos colombianos del narcotráfico como Olivier Solarte y toda su familia obtengan cédulas ecuatorianas (diario Expreso) y que las provincias fronterizas, una de las cuales es Esmeraldas, sean las más fáciles para que ocurran estas falsificaciones, aunque claro está que por competencia política, el actual gobierno prefirió iniciar su plan piloto de modernización del Registro Civil en Guayaquil, única ciudad que contaba ya con una tecnología anti falsificación de cédulas.
Hoy la tramoya ha caído sobre Cheme. Su carrera promisoria llegó a su fin. Siempre los pies de barro de un ídolo son una decepción, pero en el caso de Cheme el drama es doblemente triste, pues pudo encarnar el ejemplo de que con carácter y perseverancia se vence a la pobreza, pero la pobreza le vendó la inteligencia para acceder a ser parte de un tinglado ilegal y convertirse en un delincuente. Desnudando sus prejuicios, la sociedad ha decidido tirarle todas las piedras, olvidándose de los otros culpables en este fracaso. Sin familia, sin educación, sin protección ¿puede exigirse valores? ¿Y no es más grave la falta de los buitres que se aprovechan de esta condición: los agentes, los clubes, las federaciones, el Registro Civil? En 10 de los casos anteriores a Cheme, solo se sancionó a los jugadores.
¡En la hipocresía social está el verdadero problema!
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