El cuarto año normalmente es el último de un período presidencial, y en Ecuador pocos presidentes lo han completado. En 86 años, desde José Luis Tamayo, es Rafael Correa el séptimo en lograrlo, después de Galo Plaza, Velasco Ibarra, Camilo Ponce, Febres-Cordero, Rodrigo Borja y Sixto Durán. Además es el año de la debilidad, “lame duck”, pato cojo llaman en Estados Unidos al presidente en esa fase terminal donde todos buscan acomodarse con el sucesor.
Pero por arte de birlibirloque con la revolución ciudadana hay la reelección consecutiva y el caudillo recién entra al segundo año del segundo período, por lo que están haciendo manteca para alinearse ya que Correa probablemente sea su propio sucesor para un tercer mandato. Aquí brota la percepción de que algo distintivo se ha perdido en un régimen definido democrático, electivo y alternativo.
No obstante, este año ha sido duro para Correa porque no hubo un evento electoral que le dé viada, con el antecedente de que terminó el tercero obligado a dialogar con los indígenas y el “Corcho” anunciando un acuerdo ético político con la oposición.
Empezó el 2010 con su credibilidad fatigada por el desgaste evidente de las contradicciones, enfrentando una alharaca opositora que iba desde el levantamiento de la Conaie hasta la ritual marcha multitudinaria por el bulevar con el acostumbrado orgasmo cívico de la rotonda, los consabidos chismes y rumores de carnavalazo y desdolarización, hasta el intento de juicio político contra uno de sus principales tentáculos, propuesto nada menos que por el bloque de asambleístas de gobierno. Si a esto le agregamos la pérdida de la mayoría en la Asamblea, con el bloqueo a importantes proyectos de ley, hasta el alzamiento de la tropa policial que desembocó en vejámenes al símbolo viviente del poder absoluto, hay que definitivamente convenir en que ha sido un año horrible para la arrogancia gobernante.
Pero también hay que reconocer su formidable capacidad de recuperación a propósito de poner bajo control los cables sueltos. Basado en una estrategia que internacionalmente se llama doctrina Bush, esta es el ataque preventivo, la de invadir Irak con el argumento de que tenía armas de destrucción masiva pero no había nada.
En términos criollos el ataque preventivo equivale al movimiento táctico permanente de las mujeres celosas a fin de dominar a sus maridos, antes de que se les ocurra un mal pensamiento, para tenerlos siempre a la defensiva, por si acaso. Eso es lo que ha hecho Correa con la prensa motejada de corrupta, de poder fáctico, acorralándola con una campaña permanente de descrédito, llevándola a la autocensura para que nadie les diga que son golpistas, y tanto ha ido el cántaro al agua que a Kintto Lucas le vino la nostalgia y propuso darle asilo a Julian Assange de “wikifiltraciones” para que imparta cursillos de periodismo de investigación. Idéntico con los pelucones de la banca y la industria, que están tapizados de billetes pero prohibidos de financiar cualquier cosa que el caudillo estime desestabilizadora, aunque Bobby y Mario travestidos de antropólogos en Miami atienden conferencia del ex dictócrata sobre el fin de Correa.
Ataque preventivo contra dirigentes indígenas enjuiciados por terrorismo, asambleístas que ofrecieron amnistía amenazados de ser expulsados del alma máter de la lucha eterna. Y sus propios asambleístas aborregados con la amenaza de la muerte cruzada, mientras a los titulares de los órganos de control se los domestica con su inconstitucional reelección. En este contexto destaca que los únicos que lograron lo que querían fueron los sublevados del 30-S, pues mediante acuerdo ministerial se los complació. Y ahí quedó a la vista el talón de Aquiles de la consolidación, con un padrino que no es el mandante soberano.
Pero como dice el tango “mano a mano”, mientras el bacán que los acamala tenga pesos duraderos, no hay problema. Que viva el alto precio del crudo.
Fuente: VIZTAZO
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